Familia llegó al Hospital San Bartolo a recoger a su pariente, pero se los entregaron muerto bajo sospecha de COVID

Pedro Marín, de 50 años, fue ingresado en el Hospital San Bartolo por una baja en niveles de azúcar y problemas respiratorios. Días después, a la familia le avisaron que sería dado de alta, pero al llegar les dijeron que murió por COVID.

Por Óscar Portillo

2020-06-26 5:10:02

Los llantos de dolor de la familia de Pedro Marín eran lo único que se escuchaba a la entrada del cementerio Jardín de Soyapango. Ellos lloraban la repentina muerte del hombre de 50 años de edad. Su deceso fue tratado con hermetismo por las autoridades del Hospital San Bartolo, del municipio de Ilopango, por una dudosa muerte, bajo sospechas de COVID-19.

Pedro Marín fue ingresado el día viernes 19 de junio en el Hospital San Bartolo, a causa de un repentino bajón en sus niveles de azúcar y problemas respiratorios. Debido a los protocolos sanitarios por el COVID-19, se le realizó una prueba para determinar si era portador de la enfermedad; la prueba resultó negativa y en el hospital se le informó a sus familiares que sería ingresado para mantenerlo en observación.

Los doctores le hicieron énfasis a la familia que en unos días le darían el alta. El martes 23, Apolonia Rivas, hermana de Pedro, recibió una llamada del hospital en horas de la mañana, informándole que su hermano había sido dado de alta.

La familia de Pedro Marín exige justicia por su muerte repentina en el Hospital San Bartolo. Aseguran que una prueba de COVID resultó negativa en su pariente. Foto EDH / Yessica Hompanera

La emoción invadió a toda la familia y decidieron decorar el cuarto de Pedro con globos para celebrar su regreso a casa. La alegría duró poco, pues al llegar al hospital les informaron que Pedro Marín estaba muerto. En el acta de defunción se declara que la muerte de Pedro fue a causa de COVID-19.

Un estado de confusión e indignación invadió a la familia de Marín, pues su repentina muerte parecía una mentira para sus familiares. Cuando Apolonia Rivas quiso indagar más sobre la muerte de su hermano, el personal médico del centro de salud no quiso darle detalles, según declara.

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“La que entrega los cadáveres me dijo: Que a usted no le interese de qué haya muerto su hermano, que le interese que lo va a enterrar”, relata Rivas entre llantos y una voz llena de impotencia.

Un solitario entierro

El cielo se tornó gris, la lluvia comenzó a caer con fuerza y la familia de Pedro Marín no podía hacer otra cosa que observar desde la lejanía cómo la carroza fúnebre que llevaba el cuerpo de su familiar, pues los protocolos sanitarios para entierros por muertes por COVID-19 solo permiten que dos familiares puedan presenciar de forma directa el entierro de la persona.

Entre abrazos de consuelo, la familia se daba fuerzas para afrontar la pérdida de su pariente. Ana de Orellana, hermana del fallecido, comenzó a clamar justicia por su hermano. Ella, y el resto de su familia, exigen al gobierno una investigación exhaustiva contra el Hospital San Bartolo, debido a la repentina muerte de su familiar y la forma en que trataron su caso.

“A mi hermano le dijeron que le iban a dar de alta ayer (martes 23) y después nos dijeron que él murió… mi hermano no murió de coronavirus y los médicos no dan la cara. Los hospitales los están matando…”, clamaba la mujer.

Pedro Marín fue la quinta persona enterrada en el Cementerio Jardín, de siete que fueron enterrados ese día, en ese lugar.

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