Para Ciro González la “esquina más alegre de San Salvador” era la 4a avenida norte y 1a calle oriente, allí se ubicaba, hasta hace muy poco, Discoalmacén, el negocio en el que dejó su vida. Era uno de los últimos almacenes de tradición en el corazón de San Salvador, que sobrevivía a la evolución del ambiente económico en la zona.
En esa misma avenida funcionó otro mítico negocio, el café “Bella Nápoles”, que también cerró sus puertas hace dos años, por no soportar la crisis que originó la falta de clientes en la zona por la remoción del área, en ese entonces.
La historia de Discoalmacén inició en 1975, cuando González decidió cumplir un sueño que tuvo en su primer trabajo en una fábrica de camisas: tener un almacén. Él había llegado a la capital a sus 14 años, buscando un futuro prometedor, alejado de las actividades del campo y poder estudiar.
Para cumplir con su formación académica, tuvo que estudiar y trabajar a temprana edad. De día trabajaba en la fábrica de camisas y por la noche asistía a la escuela República de Chile, en la calle Concepción. Allí también hacía dinero. A sus compañeros, la mayoría de ellos adultos, les vendía al crédito las camisas que conseguía para vender en la fábrica.
A los 21 años, con su trabajo y ventas, González había logrado hacer un capital que le permitió tener su primer negocio propio, el “Bazar González”, que se ubicada en la terminal de oriente. Siguió ahorrando y un día le ofrecieron una barbería que estaba a la par de su bazar y también lo compró.
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El primer fracaso para él le llegó en su tercer negocio, cuando se asoció con un amigo para abrir una sala de baile. A los seis meses de funcionamiento, su amigo, con quien no había firmado ningún contrato, lo retiró porque tenía nuevos socios que “invertirían más”, según le dijo.
Con ese conocimiento, se atrevió a fundar su propia sala de baile, a la cual llamó “Dancing Down Town” y que fue todo un éxito a finales de los años 60. También alquilaba los equipos de sonido para fiestas y con un primo puso una pequeña imprenta.
La llegada de Discoalmacén
Con un patrimonio sólido, se animó a retomar su sueño original de tener su propio almacén, así fue que en 1975, en la primera planta del emblemático “Edificio José Gadala Maria”, abrió las puertas de Discoalmacén.
“Me fue muy bien porque con el Dancing Down Town yo me había hecho popular, daba el anuncio para que la gente visitara Discoalmacén”, recuerda González. Pero hubo un elemento que convirtió en suceso la apertura del negocio: un auto dentro de la sala que servía como caja registradora.
Esa idea, reconoce González, se le ocurrió en un viaje que hizo con otro amigo empresario. “En Puerto Rico vi un almacén con un carro adentro que me llamó la atención. Al dueño le pedí permiso para tomarle una foto y platicando con él, me animó a que hiciera lo mismo en El Salvador. Al volver del viaje conseguí el Ford Thunderbird del 64 y lo pusimos en la sala de ventas, llamó la atención hasta de los medios”, explicó González.
La pandemia terminó de apagar el sueño
El ocaso de Discoalmacén, según explica su propietario, inició hace 10 años, cuando su expareja e hijo lo apartaron del negocio. Por las diferencias legales, González tiene procesos judiciales abiertos con los cuales busca recuperar su patrimonio, entre ellos el almacén.
La penúltima sucursal de Discoalmacén, ubicada en Metrocentro, cerró sus puertas en noviembre pasado. El plan era dejar la sucursal del centro como única, pero debido a la crisis por la pandemia no pudo continuar. Durante los más de 45 años, también abrieron otras sucursales cerca de catedral y frente a las fuentes Beethoven.
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