La Asamblea Legislativa aprobó el 14 de septiembre el voto en el exterior y aunque en un primer borrador se incluía el voto por internet como modalidad, al final el decreto quedó sin definir el mecanismo.
Los diputados de la bancada oficialista ha comenzado esta semana con la discusión y esperan que la diáspora exprese su método predilecto, que podría ser electrónico en máquina en sede específico, voto por internet o inclusive postal o una combinación. El experto informático Carlos Palomo, de la organización Transparencia, Contraloría Ciudadana y Datos Abiertos (Tracoda) opina sobre la modalidad en línea.
¿ Está listo el país para el voto electrónico desde el exterior?
Entre otras cosas, esto demanda: un tribunal electoral independiente, con capacidad y experiencia en la adopción de tecnologías; un conjunto de instituciones de control sólidas e independientes, entidades de vigilancia electoral con conocimientos suficientes para auditar tecnologías, organizaciones sociales y académicas listas para fiscalizar el proceso de voto, así como un marco legal que facilite la veeduría tanto nacional como internacional.
¿Tiene todo esto El Salvador?
Las experiencias previas en las que el Tribunal Supremo Electoral implementó tecnologías resultaron ser o un fracaso o un cúmulo permanente de cuestionamientos a la autoridad electoral. Por ejemplo, en el último proceso electoral el Tribunal fue incapaz de transparentar adecuadamente la tecnología utilizada, resistiéndose a brindar detalles esenciales para facilitar la fiscalización y gestionando de forma inoportuna la vigilancia por parte de la Junta de Vigilancia Electoral o de una firma auditora internacional. También existen serios cuestionamientos a la independencia del Tribunal Electoral, lo que sumado a una institucionalidad muy frágil nos permite inferir que, ante posibles demandas ciudadanas para transparentar aspectos del proceso tecnológico, podrían no ser atendidas oportunamente.
Por otra parte, hay muy poca experiencia de la Junta de Vigilancia, los institutos políticos y las organizaciones para ejercer control sobre procesos tecnológicos por lo que, sumando todos estos elementos, me inclino por pensar que el voto electrónico podría no ser una solución factible, al menos si queremos respetar la voluntad de los electores.
De las modalidades voto por internet y voto en máquina en sede física, ¿cuál es más factible para nuestra democracia?
El voto por internet sería la alternativa ideal para los compatriotas en el exterior en términos de facilidad para ejercer porque no tendrían que desplazarse grandes distancias, y también porque ahorrarían tiempo entre otras cosas.
El problema es que, hasta este día, la tecnología no asegura con una precisión exacta e inequívoca que no se pueda deducir el sentido del voto de alguien o que se pueden realizar fraudes difíciles de investigar.
En el caso del voto en sede física, si bien es cierto es mucho más seguro y dificulta algunas formas de fraude, es el más desventajoso para los salvadoreños en el exterior por la necesidad de invertir tiempo, arriesgarse a cualquier acción migratoria si la persona no está establecida conforme el ordenamiento jurídico, entre otras cosas.
Es complicado responder a la pregunta teniendo en cuenta el derecho de quienes sostienen este país con sus remesas a votar de forma simple y rápida, pero creo que con el estado actual de nuestra institucionalidad, no es aconsejable el voto por internet.
¿Qué riesgos ve?
Existen muchos y muy bien documentados por entidades especializadas a lo largo de Latinoamérica y otros países del mundo. Los principales son que no es posible garantizar la secretividad del voto al cien por ciento; es decir, alguien podría deducir por quién voté y utilizar eso para amenazarme, chantajearme, restringirme o tomar represalias contra mí.
Por otra parte, las posibilidades de fiscalización y veeduría sobre el voto pueden verse disminuidas de forma drástica.
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Al reducir a un conjunto muy pequeño de personas el total de ciudadanos con capacidad real de auditar el sistema, se le está pidiendo a la gente que confíe en un sistema que no pueden ver, que no pueden escrutar y del que no pueden comprender sus mecanismos intrínsecos de funcionamiento, lo cual incrementa los espacios para que se den alteraciones o fraudes.
Otro riesgo es la posibilidad de que se suplanten identidades y cualquiera vote en representación de otro, lo cual no debería ser permitido. Si la autoridad electoral implementar controles pobres para certificar que quien se conecta es realmente la persona empadronada o con derecho a voto, se pueden emitir votos contrarios a la voluntad de la persona u orquestar operaciones para brindar votos a un solo partido.
¿Se puede mitigar ese riesgo?
La suplantación de identidad es uno de los principales riesgos del voto por internet, y uno de los más difíciles de perseguir. Pueden pensarse en alternativas para mitigar, pero entre más datos se requieran más posibilidades para invadir la privacidad y no siempre se obtienen los resultados deseados.
Por ejemplo, si pensamos en reconocimiento fácil o pruebas de vida, ya se ha demostrado que estos controles pueden burlarse; por otra parte, si pensamos en pedir datos biométricos, implicaría que la autoridad electoral debe construir una base de datos con los mismos lo que deriva en oportunidades para grupos de atacantes de robar nuestra información personal.
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