Las historias de dos policías que se han sacrificado por proteger a sus familias

Armando y Sofía aseguran que no es fácil vivir con el temor de que sus familias o ellos mismos sean víctimas de pandillas.

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Agentes de la delegación de San Miguel durante la misa en honor de su patrono. Foto: Iliana Ávila

Por EFE

2020-10-19 1:38:35

Las historias de Sofía y Armando en la Policía Nacional Civil (PCN) son de perseverancia y paciencia, pero también de un temor que los persigue hasta cuando la violencia merma en el país, y que debieron transmitir a sus hijos para estar a salvo.

El Salvador es considerado uno de los países más violentos del mundo por las cifras de homicidios que ha registrado en su historia reciente, años en los que los policías también han sido objetivo de los grupos criminales.

Las cifras oficiales dan cuenta de 507 miembros de la Policía Nacional Civil (PNC) fueron asesinados entre los años 2000 y 2020, siendo el lapso entre 2015 y 2019 el más cruento.

Aprender a moverse

Sofía, cuya identidad no se revela por motivos de seguridad, ingresó a la Policía Nacional Civil en 1994, apenas dos años después de que se fundara tras el fin de la guerra civil (1980-1992).

En estos años, según relató a Efe, aprendió a “vivir y a sobrevivir dentro de la corporación” en una constante lucha por cumplir metas y también aprendió a moverse para mantener la seguridad de su familia.

Las cifras oficiales dan cuenta de 507 miembros de la Policía Nacional Civil asesinados entre los años 2000 y 2020, siendo el lapso entre 2015 y 2019 el más cruento.

“Hemos buscado diferentes estrategias para mantener nuestra seguridad, no sólo la propia, sino más por la familia. No podemos exponer a nuestras familias”, señaló la mujer de unos 40 años.

Una de estas estrategias, en su caso, fue la de cambiar de casa “para mantener la seguridad”, porque “no podemos exponer a nuestras familias” frente a la “peligrosidad que siempre ha venido cambiante”.

“Siempre ha sido así (los niveles de peligrosidad), pero han habido ocasiones en las que se ha sentido más fuerte. De hecho, yo me estuve cambiando de viviendas por la misma seguridad propia y de mis hijos”, relató.

La primera vez que cambió de casa fue porque sus hijos estaban siendo abordados “por malas personas”.

Al hecho de huir del lugar de residencia tras ser víctima de algún acto violento se le conoce como desplazamiento forzado interno, una situación más común de lo que las autoridades quisieran admitir en El Salvador.

El único dato oficial que se maneja en la actualidad es que el 1.1 % de la población salvadoreña ha sido forzada a desplazarse entre 2006 y 2016, porcentaje que representa a más de 70,000 personas.

El acoso de las fuerzas de seguridad, según datos de la organización humanitaria Cristosal, representó el 15,1 % de los casos de desplazamiento forzado que atendió en 2017.

Se desconoce el impacto del desplazamiento forzado generado por la violencia de las pandillas sobre los miembros de la PNC.

Los asesinatos de policías se dispararon en 2015 con 56 casos y en los años siguientes, según las autoridades, estos crímenes fueron perpetrados por las pandillas como medida de presión para tratar de forzar una negociación con el Gobierno.

Un respiro sin bajar la guardia

Armando patrulla las calles de una comunidad de San Salvador en la que son vecinas las tres pandillas más grandes del país, la Mara Salvatrucha (MS13) y las facciones Revolucionarios y Sureños del Barrio 18. Camina en la retaguardia y cada tres metros mira hacia tras, cuida su espalda y las de sus compañeros.

Cuatro agentes policiales destacados en el área de Investigaciones en San Vicente fueron detenidos por apropiarse de dos libras de marihuana que incautaron a un traficante.
Foto EDH / Archivo

El hombre de 43 años, que prefirió no revelar su identidad y que ingresó a la Policía en 1997, es parte de la elite Sección Táctica Operativa de la PNC. No deja de cuidarse aún en su faceta de civil, ni baja la guardia por la sensible reducción de la violencia.

El Salvador, tras registrar en 2015 una tasa de 103 homicidios por cada 100,000 habitantes, llegó a un índice de 36 en 2019 y se espera que este 2020 lo cierre con una tasa menor a 20.

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Los años en los que los asesinatos de policías se dispararon, Armando recuerda que la tensión era constante, principalmente al volver a casa.

“Uno siempre andaba tenso” porque “de un momento a otro podría ser atacado”, comentó y recordó que las familias de los elementos policiales también eran objetivo.

A sus hijos les ha ensañado a cuidarse. Las reglas básicas son estar alerta ante cualquier presencia sospechosa y llamar a la Policía para que se encargue de verificar. Los cuidados son “de siempre”.

Cada vez que deja su uniforme “siempre va feliz” a ver a su familia, atrás deja el “chip” del trabajo policial para poder convivir. Algo similar ocurre con Sofía.

“Una vez saliendo para su casa, uno no va actuar igual que en el trabajo, pero no deja de pensar en la seguridad, siempre piensa uno en andarse protegiendo”, comentó ella.

Policías denuncian la falta de medidas de protección al interior de la institución para prevenir los contagios por COVID-19. Foto referencia

Sofía está destacada en una unidad de atención a víctimas de violencia machista en uno de los municipios más populosos del centro de El Salvador.

Armando es parte de la sección de la PNC que combate directamente a las pandillas, que a menudo sostiene enfrentamientos con estas y que en más de una ocasión ha sido vinculada a ejecuciones extrajudiciales.

Armando y Sofía, después de más 20 años como agentes, son parte de un grupo de 2,429 agentes que ascendieron a cabos recientemente tras 10 años de no registrarse ascensos.