"Mi mamá no celebra una Navidad, no celebra un Año Nuevo"

¿Por qué una madre no celebra estos días de fiesta?

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Por Lilian Martínez

2021-12-14 9:51:46

La madre de Ana Julia y Carmelina no celebra la Navidad. Las hermanas Mejía Ramírez desaparecieron un 13 de diciembre y eso lo cambió todo para su madre y su hermana Verónica, quienes las han buscado y las siguen buscando incansablemente. Aunque en su momento acudieron a las autoridades para conseguir ubicarlas, la familia Mejía Ramírez solo sabe que “se las llevaron los soldados”. Eso ocurrió el 13 de diciembre de 1981 en Cerro Pando, Morazán, mientras se desarrollaba la denominada “Operación Rescate”, que los pobladores recuerdan como “la masacre”. El ejército terminó aquí de arrazar con cientos de vidas tras haber pasado por los caseríos y cantones El Mozote, Los Toriles, Ranchería, Jocote Amarillo, La Laguna y La Joya.

“Desde entonces solo nos damos cuenta que las vieron personas que nos conocían a nosotros, pero ya después de Meanguera, no sabemos dónde están”, explica Verónica Portillo, hermana de las menores de edad por cuyo caso -además del de otras niñas desaparecidas durante operativos militares-, la Corte Interamericana de Justicia condenó ha emitido distintas condenas al Estado salvadoreño en lo que va de este siglo.

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El martes 13 de diciembre, durante la conmemoración del 40 aniversario de la masacre en Cerro Pando, sitio aledaño a El Mozote, Verónica Portillo recordó a sus hermanas: “Mi hermana Julia tenía 14 años, ella pasaba haciendo sus oficios en al casa, y la niña Carmelina tenía 7 años, ella jugaba con nosotros”.

Carmelina tenía una gemela, quien murió en la masacre junto a su abuelita, su padre Tiburcio Mejía, su tío Rafael, su tía política, unos primos y otra tía, a quien también le decía “mamá”. Verónica se salvó porque había ido junto con su madre, Arcadia, a Gotera.

En diciembre de 1981, la muerte recorrió no solo El Mozote, sino también los caseríos: El Pinalito, Los Toriles, La Joya, Ranchería, Jocote Amarillo y Cerro Pando. Foto EDH/ Museo de la imagen y la palabra

Verónica explica que cuando su tía Rafael escuchó que venía el ejército matando gente, se llevó a su familia a casa de su hermano con la idea de salvarse al enseñar una nota, una especie de carné, que le habían dado en el cuartel donde estaba el hermano de Verónica. A la hora de las horas, los soldados no esperaron que Rafael buscara la nota. “Ellos no murieron, a ellos los masacraron, los asesinaron (solloza)”, dice Verónica.

Ana Julia y Carmelina fueron secuestradas junto a varios de sus primos y vistas por última vez en Meanguera, donde la madrina de Verónica las reclamó, pero no se las quisieron entregar.

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“Mi madrina dice que las tenían encerraditas en la iglesia, pero ya de ahí, ya no se volvió a saber de ellas. Mi mamá junto con mi tía han andado en Pro-Búsqueda… con la esperanza de que las vamos a encontrar un día. Desde que hubo esa masacre mi mamá no volvió a ser la misma. No celebra una Navidad, no celebra un Año Nuevo; porque desde que hubo esa masacre mi mamá ya no es la misma… Estos 40 año han sido una tortura. Todos los días se acuerda, llora por sus hijas”.

Verónica le pide a Dios y a las autoridades que Ana Julia y Carmelia puedan ser encontradas. Verónica y su madre no pierden la esperanza: “Sabemos que las vamos a encontrar. Porque nosotros las queremos vivas”.