Adonay, el salvadoreño que fue deportado y ahora es una estrella solidaria de TikTok

El joven salvadoreño trató de migrar ilegalmente a EE. UU., pero fue atrapado apenas cruzó la frontera. Aunque no descarta volver a intentarlo, su estrellato en la aplicación de TikTok con 148,000 seguidores le permite realizar obras de caridad.

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Adonay Santos es conocido como "Nay Santos". Él tiene una cuenta en TikTok, donde tienen más de 148 mil seguidores. En su cuenta narra su emprendimiento y sus obras de caridad. Foto EDH/ Francisco Rubio

Por Francisco Rubio

2021-03-22 9:20:30

Nelson Adonay Contreras Santos es un joven de 26 años del cantón Llano la Laguna, Ahuachapán. La frustración que le daba querer superar su nivel de vida y no ver las oportunidades en su entorno, le hicieron pensar en escapar de El Salvador. Él conocía de oídos todos los riesgos que podría enfrentar en México, en la ruta del migrante hacia Estados Unidos, pero al escuchar que un amigo estaba completamente decidido a partir hacia Estados Unidos, no lo dudo y decidió unirse a su plan. El 21 de febrero de 2020, guardo en una mochila las pertenencias que pensó serían las necesarias, algunas provisiones y emprendió su viaje.

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Iban cuatro personas juntas con la misma decisión. Tomaron un bus lleno de turistas hacia Guatemala. “Al llegar a la frontera, mi amigo nos dijo a todos que iba a ir a cambiar dinero y que le diéramos el nuestro para cambiarlo también. Se lo dimos y desde entonces no lo volvimos a ver” comentó Nay, como llaman de cariño a Adonay, que entrego la mitad del dinero que llevaba consigo. Los otros dos que iban en el grupo, y que también fueron embaucados, decidieron regresar a El Salvador porque no veían posible continuar con poco dinero, pero Adonay ya se había preparado mentalmente para el viaje y no dio vuelta atrás.

El 21 de febrero del 2020 Adonay emprendió su viaje de forma ilegal a los Estados Unidos en búsqueda de superarse y darle una mejor vida a sus seres queridos. Durante su travesía estuvo a punto de morir en múltiples ocasiones. Foto: Cortesía de Adonay Contreras

Caminando por carreteras y tomando buses locales, logró llegar a la frontera de Guatemala con México en El Petén. Durante el camino conoció a otros migrantes con el mismo destino y formaron un grupo para hacerse compañía. Pasaron a México clandestinamente pagando $10 a un lanchero que los condujo por el río Usumacinta hacia el pueblo Benemérito de las Américas en Chiapas. Desde ahí camino 14 horas adentrándose en la ruta del migrante por la selva Lacandona y llegó hasta Chancalá, agotado y con los pies completamente llenos de ampollas. Tomo una combi para recorrer 60 km hasta Palenque para treparse ahí algún tren de carga que lo hiciera avanzar hacia el norte.

“De la nada y saber de dónde, otros de los que iban en el tren sacaron armas y comenzaron a amenazar a las personas para robar. Comenzó una pelea, ellos nos disparaban y nosotros piedras les tirábamos. Me pasaban zumbando las balas...Pensé que iba a morir” recuerda Nay.

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En otra ocasión, y en medio de la nada, Migración había montado una redada en la vía férrea para capturar migrantes. Cuando el tren empezó a disminuir su marcha por orden de los agentes, varios empezaron a saltar del tren aún en marcha. Un guatemalteco se golpeó fuerte la cabeza al caer y quedó en el suelo desmayado y sangrando. Nay, que hasta había tirado su mochila para que no le hiciera estorbo para correr en su huida, se detuvo y pensó que no podía dejar ahí al chapín tirado sin ayudarlo, entonces lo movió, aún medio inconsciente, a un costado de los rieles y lo oculto para que “la migra” no lo encontrara, bajo hojas y basura y siguió en su escape.

Unos días después, Nay volvió a encontrarse con el chapín en una Casa del Migrante, refugios administrados por organizaciones que ayudan a los viajeros. “Vos me ayudaste va vos” le dijo feliz y quien en gratitud le devolvió la mochila que Adonay había dejado tirada.

"Yo iba preparado para tirarme del tren por si me querían atrapar, pero no para tirarme de un avión”, recuerda. El joven hace alusión a que en su viaje en avión de regreso a El Salvador no se le permitió pararse de su asiento durante el vuelo, ni siquiera para ir al baño. Foto: Cortesía de Adonay Contreras

Siguió adelante y se le acabo todo el dinero que tenía, entonces con otros migrantes empezaron a vender adornos hechos con lana en los semáforos de las ciudades mexicanas a las que iban llegando. “Buenas tardes, soy migrante y quiero continuar con mi viaje, si me puede ayudar comprándome este adorno o con algo de comida se lo agradeceré mucho” tuvo que decir miles de ves Adonay. La mayoría de personas no daban nada, pero algunas hasta se parqueaban para comprarle un adorno y se ponían a orar junto a él para que llegara sano a su destino. “Más de una vez me hicieron llorar” recuerda Nay.

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Después de 29 días, llegó cerca de la ciudad fronteriza Piedras Negras, Coahuila. Ya le faltaban unos cuantos kilómetros para llegar a Estados Unidos, pero primero debía de pasar frente una estación de la policía. “Yo lo que hice es ponerme ropa limpia encima, me limpie la cara y los brazos; me puse mis audífonos y los conecte al celular, aunque no tenía carga y comencé a trotar como si estuviera haciendo ejercicio. Los policías no me detuvieron porque quizás pensaron que andaba paseando”. Más adelante tuvo que saltar unos muros donde se encontró a otros dos migrantes con quienes avanzó unos kilómetros más. Llegada la noche hicieron una fogata que les costó mucho encender y se durmieron. Al despertar Nay se encontraba solo. Siguió caminando y vio a lo lejos como un pick up negro lleno de hombres encapuchados se llevaba a los migrantes que conoció horas antes. “Ahí no pude hacer nada más que llorar un rato por la impotencia de no poder hacer más por ellos.”

Justo al llegar a Estados Unidos, estuvo huyendo y escondiéndose por dos horas seguidas, pero la Patrulla Fronteriza andaban con varios perros entrenados y varios agentes que lo empezaron a buscar cuando detectaron que había cruzado la frontera. “No pude más, me cansé y me agarraron” cuenta Nay.

Durante el camino conoció a otros migrantes con el mismo destino y formaron un grupo para hacerse compañía. Él y los demás migrantes tomaban turnos para dormir. Uno descansaba y el otro se quedaba despierto por si tenían que huir de "la migra" y saltar del tren en movimiento. Foto: Cortesía de Adonay Contreras

La deportación y regreso a la realidad de El Salvador

Los agentes estadounidenses lo entregaron a las autoridades mexicanas de migración para que se encargaran de su deportación, pero antes pasó 15 días en un centro de detención en Piedras Negras. Ahí, el 3 de abril 2021, vivió un dramático suceso cuando varios de los 160 migrantes encarcelados prendieron fuego a las colchonetas y cobijas como una protesta por la falta de alimentación y agua. Muchos menores de edad resultaron con quemaduras cuando le fuego se salió de control. Luego del incendio, lo transportaron a otro centro de detención siempre en Piedras Negras donde pasó 20 días para que lo enviaran en un avión de regreso a El Salvador.

“Yo iba preparado para tirarme del tren por si me querían atrapar, pero no para tirarme de un avión” dijo Nay bromeando. Del viaje en avión recuerda, además de ser la primera vez en la vida que se subía a uno, que fue algo incómodo porque no se le permitía pararse de su asiento durante el vuelo, ni para ir al baño. Para rematar su aventura por hacía el sueño americano, a El Salvador tuvo que estar más de 39 días dentro de un Centro de Contención que era la medida adoptada por el gobierno para los deportados que regresaban al país durante la pandemia.

Cuando al fin llegó a su casa se enteró que su padre y su hermano estaban presos por un delito que cometieron. La esposa de su hermano encarcelado estaba embarazada y su hermano menor acababa de acompañarse con su novia porque estaban en espera de un hijo con ella.

Nay viene de una familia desintegrada, su papá los abandono cuando él tenía cuatro años, su hermano dos años y su hermano menor aún ni había nacido. Cuando él tenía 13 años su mamá se acompañó de un ex convicto. Este padrastro, de nombre Antonio, comenzó a golpearlo día tras día. Sus hermanos no tuvieron que aguantar esos años de abuso porque su padre llego por ellos, pero dejando atrás a Adonay, ya que en ese tiempo su padre tenía de pareja a una adolescente de 14 años y por la proximidad de edades, este tenía celos que ella iniciara una relación amorosa con Adonay.

Ahora de regreso a su realidad en El Salvador, "Nay" se prepara desde las 4 de la madrugada para abastecerse de las quesadillas que luego ira a vender al centro de Ataco para lograr el sustento diario. Él no cuenta con el apoyo económico de ningún familiar. Foto EDH/ Francisco Rubio

Los años de suplicio provocado por su padrastro continuaron. Cuando su mamá le decía “Toño esta bolo, ya sabes qué hacer” significaba que Adonay tenía tres opciones, esperar a que su verdugo se durmiera, esconderse en algún lugar de la casa o irse a la calle para regresar hasta entrada la noche. Un día que optó por la tercer, cuando regresó no encontró a Toño dormido, si no que estaba quemando en una hoguera frene a la casa todas las cosas, lo golpeo como era lo habitual y lo echó de la casa”.

Su pasado duro lo motiva a querer salir adelante acá en El Salvador. Actualmente se dedica a vender quesadillas en Ataco. Se levanta en la madrugada para recibir la mercancía que le traen desde Santa Ana a Ahuchapán. Luego en su motocicleta llega a Ataco donde desayuna junto a sus amigos, quienes le han ayudado dándole consejos en la venta y consiguiéndole clientes.

Nay Santos, con el nombre de usuario @naysantos406, tiene 148,000 seguidores en la red social TikTok, donde cuenta el día a día de su emprendimiento, lo cual ha inspirado a más jóvenes a querer crecer y obtener un sustento diario. “Varias personas me han comentado que si les ayudo a conseguir un empleo. Sirvo de conexión entre ellos y su trabajo”. Al conocer a más personas por medio de la aplicación se enteró de casos extremos de pobreza o necesidad y eso en él despertó el deseo de ser solidario y ayudar con lo que se pueda. Gracias a la aplicación ha logrado recaudar fondos para casos de personas que anónimos le envían. También él ha realizado eventos de caridad donde vende sus quesadillas y toda la ganancia la destina para ayudar a alguna persona en necesidad.

Adonay se apoya de sus amigos, Mauricio y Luis Galicia, para realizar los videos para YouTube. Foto EDH/ Francisco Rubio

El 19 de febrero del 2021 Adonay y tres voluntarios fueron a la casa de Luis Ernesto Galicia, un joven de 23 años que sufre de diabetes por lo que está postrado en una cama. La casa de Henry está construida con paredes de adobe y techo de láminas, en total viven 7 personas en esa vivienda. Adonay le brindó un tanque de oxígeno, una cama nueva y dinero en efectivo, todo esto gracias a tres donantes en extranjero que pidieron ver la entrega por videollamada.

A pesar de querer llenar su vida con trabajo y acciones positivas, él quiere intentar de nuevo llegar a Estados Unidos, ya que su mayor sueño es conocer ese país porque piensa que es la única manera de salir adelante, construir una casa, poner una panadería y darles una buena vida a sus seres queridos.

Por el momento ha puesto en pausa ese sueño, ya que la ayuda que está haciendo a través de las redes sociales cada día se hace más grande. “Por el momento Dios me tiene acá y aquí me voy a quedar hasta que él me lo diga”. A Nay cada día más personas lo reconocen en las calles de Ahuachapán y en San Salvador “Las personas me piden fotos o me saludan, si se siente bien eso, pero me da sentimiento porque yo solo soy un simple vendedor de quesadillas”.