A Camila le gustaba el mar, así lo recuerda su padre. En un video, capturado en algún lugar de las costas salvadoreñas, se observa a Javier instruyendo a su hija en el respeto a las olas. La pequeña se desliza con suavidad sobre una tabla para aprendices de surf.
La sombra protectora de Javier está detrás de ella todo el tiempo. La toma de la mano, la cuida, pero también la deja ser libre en el agua. Ambos juegan y Camila parece disfrutarlo.
Para el padre de Camila, la justicia por la muerte de su hija llegará cuando las autoridades del centro escolar en donde la menor perdió la vida comiencen a aceptar la responsabilidad por lo sucedido la mañana del martes 09 de abril.
Para el padre de Camila, la justicia por la muerte de su hija llegará cuando las autoridades del centro escolar en donde la niña perdió la vida comiencen a aceptar la responsabilidad por lo sucedido la mañana del martes 09 de abril. La menor de ocho años murió al caer de un juego mecánico de aproximadamente 15 metros de altura.
“Tienen que ser honestos”, exigió el padre de la pequeña, cuya muerte ha despertado el debate sobre la inexistencia de regulaciones en el uso de juegos mecánicos en El Salvador y sobre el nivel de responsabilidad del cuerpo administrativo y docentes de la institución educativa que permitió que menores de edad abordaran las ruedas para adultos.
Javier, el padre de Camila, asegura que esta era la primera vez que un aparato de esas dimensiones era utilizado para un evento recreativo en el centro escolar católico Corazón de María, de la colonia Escalón, en donde estudiaba su hija.
Insiste en que la institución debió enviar un volante advirtiendo a los padres de familia sobre el uso del juego mecánico, como era práctica habitual para otra clase de actividades. “Siempre que había un evento, había volantes”, declaró.