Un incidente laboral hizo que Edgardo se convirtiera en artesano de la madera en Ahuachapán

Dejó el empleo que tenía y se animó a hacer lo que siempre le ha apasionado: esculpir. Edgardo Guerrero es el tallador del municipio de Turín. El artista no ve leña en la madera, sino que materia prima que la transforma en una pieza artística.

Por Cristian Díaz

2019-03-17 9:50:06

Cortarse la piel de dos dedos de su mano derecha con una máquina textil hizo que el ahuachapaneco Edgardo Atilio Guerrero Aguirre reflexionara sobre dejar su trabajo en la empresa familiar, para dedicarse a lo que realmente era su pasión desde joven; pero que por diferentes circunstancias no había desempeñado. Edgardo quería tallar esculturas en madera.

Edgardo usa cincel, hacha o corvo para cortar la silueta en el trozo. La actividad le toma horas, las cuales pasa en su taller, en la colonia El Paraíso, del municipio de Turín, en Ahuachapán.

El trabajo de escultor lo hace de forma permanente desde hace 5 años, desde el accidente laboral con la máquina.

Sin embargo, su inicio en la escultura se remontan a hace más de 2 décadas, cuando en 1993 estudiaba la carrera de psicología en la Facultad Multidisciplinaria de Occidente (FMO) de la Universidad de El Salvador, en Santa Ana.

Ahí le comentaron sobre un curso de dibujo y pintura, donde el instructor percibió el talento que el ahuachapaneco tenía para las artes, por lo que le recomendó que asistiera a la escuela de dicha rama de la misma universidad, pero en San Salvador.

Al descubrir su pasión y talento para las artes, Edgardo dejó de estudiar sicología y un año después se inscribió en la carrera de licenciatura de artes plásticas, en la capital.

En la materia de escultura 4, el docente le dijo que era un escultor nato, con habilidad para tallar la madera, por lo que le presagió que haría buenos trabajos.

El docente no se equivocó en ese entonces, aunque Edgardo reconoció que su primer trabajo fue un busto que no terminó porque pensaba que no lo iba a lograr, ya que como todo estudiante, no valoraba el trabajo. La escultura quedó en el taller de la escuela de arte.

Dos materias le faltaron para concluir la carrera. Compromisos familiares lo obligaron a abandonar sus estudios superiores para comenzar a trabajar.

Lo hizo como ordenanza, luego en una empresa que se caracteriza por la elaboración de trofeos, y finalmente en una micro-empresa familiar dedicada al rubro textil, donde laboró por 11 años. Durante todo ese periodo, él dejó de tallar.

Foto EDH/ Cristian Díaz

“Todo ese tiempo fue ganancia en experiencia de la vida; pero artísticamente hablando fue desaprovechado. Un día estaba trabajando y una máquina me cortó los dos dedos, el anular y el índice, y reaccioné ‘qué estoy haciendo, si me pasa un accidente más grave no voy a hacer lo que he soñado en la vida’. Ahí es donde empiezo a madurar la idea de desistir de ganar dinero para hacer lo que yo soy. Ahí tomo la decisión y me cambio”, contó el artista de 46 años.

Desde su etapa de juventud a la fecha ha tallado más de 30 esculturas, que incluyen mujeres, hombres e imágenes religiosas.

Algunas las ha elaborado en periodos de 3 a 6 meses, ya que el tiempo que se tarda, reconoció, depende de la inspiración que tenga al momento de realizar los trabajos.

Los rostros, las manos y los pies, son los detalles que más tiempo le llevan para realizarlos a cabalidad.

Los modelos los toma de fotografías o de personas que observa en las calles y que muestran mucha expresividad. Él memoriza las características para plasmarlas en la madera.

Sus trabajos se pueden apreciar en madera de caoba, eucalipto y cedro, siendo este último el material que más le gusta tallar por la suavidad del trozo y que no se astilla con el uso de las herramientas, todas artesanales.

También maneja el arte de mármol reconstruido y el barro, pero tallar la madera es lo que más le apasiona, aunque reconoció que ser un artista en el país es muy difícil.

“Como empleado no vivía bien; pero tampoco mal. Como artista, no es que aguante hambre, pero es difícil por lo complicado que es en El Salvador trabajar este tipo de arte, no es valorado y no tenemos esa cultura. El salvadoreño ve un trozo de madera y (dice) ‘nos sirve para el fuego’; entonces, es difícil, han sido 5 o 6 años duros pero vamos adelante, perseverando y espero que algún día se valore y tenga oportunidades por lo menos de exponer mi trabajo formalmente”, dijo.

La Casa de la Cultura de Ahuachapán lo ha apoyado exponiendo parte de su trabajo; pero el deseo más grande es trascender del departamento e, incluso, más allá de las fronteras salvadoreñas.

El don que ha desarrollado también lo tiene su hija de 5 años, quien ocasionalmente toma un cincel y un mazo para ayudarle a taller la escultura de turno.

La menor lo hace con tanta pericia que deja asombrados a quienes la observan cuando colabora con su padre.

Su esposa, Karen Ramírez, dijo sentirse muy orgullosa del trabajo que realiza el artista, a quien calificó de ser un apasionado en su trabajo.

Para contactarlo lo pueden hacer a través de la red social de Facebook donde aparece como Edgardo Guerrero.

Foto EDH/ Cristian Díaz