La pirotecnia artesanal en Ahuachapán se niega a morir

Guillermo Nicia Pineda, un artesano pirotécnico, señaló que la llegada del producto extranjero ha disminuido la demanda que había en el sector, desde que inició este tipo de pirotecnia.

descripción de la imagen

Por Cristian Díaz

2019-03-15 6:33:51

En 25 años que tiene de dedicarse a la pirotecnia artesanal, Guillermo Nicia Pineda ha visto cómo la demanda de castillos, los tradicionales toritos y los cohetes de vara se ha ido reduciendo, principalmente por el uso de producto extranjero.

Antes, por ejemplo, para la fiesta patronal de algún municipio fabricaba hasta cuatro castillos; pero ahora apenas es uno.

Además, durante las celebraciones propias de barrios y colonias, en diferentes fechas, también colocaban una estructura de estas, que llaman la atención de las personas por el conjunto de iluminación que se va generando desde su base hasta la cima, de forma paulatina.

El amor por dicho oficio lo ha llevado a innovar, elaborando su propia pólvora e, incluso, sustituyendo, en el 2005, algunos elementos que antes utilizaba, como la vara de bambú que subió de precio, por poliducto y PVC que cumplen la misma función, sin afectar la calidad de su negocio, Industria Pirotécnica Estrella Fugaz, con sede en Ahuachapán.

Dejó de utilizar, asimismo, estructuras completamente de madera para los castillos porque terminaban su vida útil en corto tiempo, y las sustituyó por metálicas, que son desmontables y se adaptan a los requerimientos de los clientes.

“Al principio se comenzó a trabajar como tradicionalmente se hacía; era un bambú bien liviano. Luego a través de la experiencia y por que el costo que lo natural comenzó a subir (de precio), decidimos innovar en usar materiales plásticos por su bajo precio y es más accesible porque lo consigo en la ferretería, en cambio el bambú lo tenía que conseguir hasta en Nahuizalco, Sonsonate, lo que representa costo”, expresó el artesano de 49 años.

Ese cambio también implicó una serie de pruebas para lograr que tuvieran el mismo resultado, a través de los cortes y tamaños que usan los llamados carrizos, que son pequeños trozos rellenados con pólvora.

Para un castillo de 11 metros de altura son elaborados hasta 600 carrizos, por lo que requieren que el cliente realice la petición con al menos 20 días de anticipación.

“La competencia no artesanal sino que industrial es lo que ha venido a desplazar mucho. Nosotros no poseemos la maquinaria que en otros países hay. No podemos competir con una máquina”, expuso.

Sin embargo, la innovación también lo ha llevado a colocar un motor en un recipiente plástico que es girado sobre su propio eje con ayuda de ruedas, para la elaboración de esferas de luces para bombas y cohetes de vara.

Hace una década viajaban a Nicaragua y, principalmente, a Guatemala para ofrecer los espectáculos a través de su pirotecnia artesanal; sin embargo, dejaron de ir debido a los obstáculos en las fronteras para trasladar todos los elementos para armar un castillo, por ejemplo.

Los inicios del oficio
Guillermo incursionó en la pirotecnia en 1994 con un familiar y, tres años después, instaló su negocio, que lo tiene actualmente junto a un hermano y sobrinos.

Reconoció que el secretismo de los artesanos es uno de los obstáculos que el sector enfrenta, principalmente porque en muchas ocasiones los artesanos más antiguos elaboran sus propias fórmulas y técnicas para lograr los productos.

“Fórmulas básicas son las mismas desde hace mucho; ahora sí se han venido implementando con otros estilos, colores y efectos. Lo básico son luces, colores, explosiones e impulso; pero todo eso hay que irlo aprendiendo en sus propias fórmulas. Ahora yo desarrollo mi propia pólvora para los fuegos”, manifestó, al señalar que la elabora a base de nitrato de potasio; una de sus características es que puede ser golpeada sin generar una explosión.

De hecho, parte de la elaboración implica que ésta es compactada con golpes que dan con un mazo, cuando está dentro del carrizo y solo se activa con el fuego.

“Nuestro oficio no es hacer explosiones, me refiero a tener almacenado morteros de capacidad y cohetes. Nuestro oficio es el espectáculo de luz y movimiento”, agregó.

La temporada alta está comprendida entre septiembre y diciembre. Cuando la demanda baja, Guillermo trabaja en mecánica, con una empresa.