Quien ve a Daniel Oswaldo Bonilla Méndez con la guitarra entre sus manos, no imagina cómo es que ese joven, que tiene dotes de cantante, se ha sobrepuesto con coraje a la ceguera y está más que dispuesto a imponerse a las limitantes que este sector enfrenta en el país.
Daniel, quien es originario de San Salvador pero ha vivido la mayor parte de su vida en San Miguel, quedó ciego hace dos años y medio como resultado de un problema congénito.
Quien ve a Daniel Oswaldo Bonilla Méndez con la guitarra entre sus manos, no imagina cómo es que ese joven, que tiene dotes de cantante, se ha sobrepuesto con coraje a la ceguera y está más que dispuesto a imponerse a las limitantes que este sector enfrenta en el país.
Pero eso no impidió que tomara un examen de nivelación que le abrió la puertas a certificar sus estudios de Educación Media, así como hacer la PAES en diciembre pasado, con miras a convertirse en bachiller y honrar a su padre, un humilde vendedor ambulante.
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En medio de sus ansias de superación ha empezado a aprender inglés, y por ello cada sábado por la madrugada sale con rumbo a una academia de San Salvador; sin embargo, hubo un momento en que debido a la falta de dinero para costear estos estudios se vio forzado a interrumpirlos.
Su aspiración es la de dominar no solo el español, sino por lo menos cuatro idiomas para tener más oportunidades, y además, seguir una carrera universitaria que no descarta podría ser una Licenciatura en Psicología, una Licenciatura en Idiomas o en Comunicaciones.
Daniel perdió la vista paulatinamente como resultado de un virus que lo afectó cuando estaba en el vientre, eso ocasionó que en la medida que iba creciendo sufriera desprendimiento de retina y cataratas, hasta llegar el momento de quedar en la oscuridad. “En ese momento fue duro, bien traumante se podría decir, es algo indescriptible porque fue realmente feo”, afirma.
Reconoce que en un primer momento, en medio de la depresión, al igual que ha ocurrido a otras personas que nacieron con visión y la pierden, se cuestionó el para qué seguir viviendo.
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Según comenta, reaccionó cuando se puso a meditar y pensar que acostado en un lugar, sentado y aislado de todo no iba a resolver nada, y se animó cuando empezó a conocer personas ciegas que lo inspiraron y motivaron a seguir adelante; una de ellas le recomendó ir al Centro de Rehabilitación de Ciegos Eugenia de Dueñas, en San Salvador, en donde le enseñaron a ser nuevamente independiente, al punto que ya viaja solo desde San Miguel hasta San Salvador.
Afirma que el apoyo de Víctor, su padre, y sus dos hermanos, ha sido importante en estos momentos.