El caserío de Acajutla que improvisó una escuela en una champa para que los niños aprendan a leer y escribir

Los niños de 4 a 12 años del caserío Los Almendros, conocida como “La Ciudad Perdida”, en Acajutla, reciben clases en una champa improvisada, debido a que los centros educativos se encuentran a una distancia de hasta 5 kilómetros. Aquí, las carencias no terminan.

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Por iniciativa de la comunidad del caserío Los Almendros, en Acajutla, este año improvisaron una escuelita en donde los niños aprenden a leer y escribir. Foto EDH / René Quintanilla

Por Evelia Hernández

2019-02-17 7:07:20

SONSONATE. Reina Elizabeth Castillo, de 8 años, permanece sentada entre las primeras filas de pupitres que han sido prestados e instalados en una champa improvisada en el caserío Los Almendros, en Punta Remedios, Acajutla; donde funciona una escuela bajo una champa para que los niños tengan acceso a educación.

Reina presta atención y dibuja entusiasmada lo que la docente, Gladys Iraheta Sánchez, escribe en una pizarra quebrada que, también, ha sido prestada con el afán de incentivar a los niños para que aprendan a escribir y leer.

A sus ocho años, Reina debería estar cursando segundo grado, sin embargo aún no sabe leer ni escribir. Pero su entusiasmo por aprender es tan grande que siempre que puede le muestra a la docente su trabajo realizado.

La pequeña Reina, de ojos expresivos y de tez blanca, es parte de los 24 niños que se resguardan bajo una galera de lámina, emocionados por conocer las letras y los números, pese a la falta de materiales como lápices, colores, libros y un espacio adecuado para el aprendizaje.

Desde hace tres años, cuando Reina llegó a vivir a la comunidad de Los Almendros, conocida como “La Ciudad Perdida”, la niña dejó de ir a clases, debido a que los centros escolares accesibles para esta población estudiantil se encuentra entre 3 y 5 kilómetros de distancia, y la zona costera donde residen en tiempo de invierno es difícil de recorrer, por lo pantanoso del área y los ríos que se desbordan.

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Niños aprenden entre plásticos, láminas y calor en Acajutla

Los niños de 4 a 12 años del caserío Los Almendros, conocida como "la Ciudad Perdida", en Acajutla, reciben clases en una champa improvisada, debido a que los centros educativos se encuentran a una distancia de hasta 5 kilómetros. La maestra, contratada por la comunidad, necesita de material didáctico como libros, cuadernos, crayolas.

Reina todos los años repetía kinder porque dejaba de ir a la escuela, recuerda María Isabel Castillo, madre de la pequeña.

“Soy madre soltera, entonces tengo que trabajar y la niña me la llevaba al trabajo porque la escuela esta muy lejos, así que con esta escuelita, aquí, ella puede aprender a leer y ya no se queda sin estudiar”, manifiesta Castillo.

Por iniciativa de la Asociación de Desarrollo Comunal (Adesco), la profesora Gladis y por el deseo de que los niños aprendan a leer y escribir, improvisaron, este año, una escuelita para ese sector.

La docente explica que la idea surgió con el objetivo de beneficiar a un aproximado de 42 niños que residen en la zona y que desistían de estudiar a medio año.

“Lo que pasa es que los niños iniciaban, pero cuando empiezan los problemas del clima o los adultos empiezan su trabajo, ya no llevan a los alumnos, entonces el niño pierde su año escolar y vuelve el otro año a quedarse en el mismo nivel”, expone la profesora.

Este año, ella tiene el reto de enseñar a leer y escribir a 16 estudiantes, algunos con sobreedad escolar y pese a limitantes como la falta de libros y cuadernos.

La comunidad de Los Almendros se encuentra entre cañales y terrenos, su forma de llegar es extraviada y para llegar a la zona el punto de referencia es la antigua hacienda La Perdida.

Según Gladis, la zona es tranquila, pero la distancia del centro escolar para un niño de 4 años a ocho años es bastante peligroso, y es el primer obstáculo que los padres ven para que el infante asista a clases.

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En la zona no hay transporte colectivo, y el tiempo de recorrido para llegar a la escuela más cercana es de 50 minutos caminando entre calles empedradas, veredas y ríos.

Gladis, licenciada en Educación Parvularia, manifiesta que el proyecto es todo un reto, debido a que atiende niños de 4 a 12 años.

“Para nosotros, la educación es el desarrollo de una comunidad (…) pero hay niños de 12 y 13 años que no saben leer, y eso para nosotros como educadores es triste, los padres de ellos son analfabetas entonces, en ese sentido, el analfabetismo se va incrementando y no es conveniente para la sociedad”, expone la docente.

Bajo la galera de ocho metros cuadrados, los alumnos que asisten desde parvularia hasta cuarto grado se prestan los colores, lápices y borradores. También comparten sus refrigerios.

Bajo la galera de ocho metros cuadrados, los alumnos que asisten a la escuela, desde parvularia hasta cuarto grado, se prestan los colores, lápices y borradores. También comparten sus refrigerios. Foto EDH/René Quintanilla

Gladis reconoce que la champa donde han improvisado la escuela no es la adecuada, pero argumenta que el hecho de que los niños muestren entusiasmo por llegar a aprender, ya es ganancia.

“Como maestra veo que es una área antipedagógica, en el sentido de cómo deben estar ellos, pero viendo, en el sentido de la educación, para mí es bueno que estén (en ese lugar) de momento, mientras me ayudan a construirles un lugar donde estén más cómodos”, dijo Gladis.

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Actualmente han iniciado con material que la Adesco logró reunir con el apoyo de diferentes instituciones, además de estar funcionando con mobiliario prestado y donaciones.

La escuela que lleva funcionando desde finales de enero, carece de servicios sanitarios y materiales como crayola, lápices, cuadernos, libros y juguetes.

Por el momento los padres han acordado pagar a la profesora un salario simbólico de cinco dólares por familia, la retribución suma $60 mensuales, comenta la docente, quien gasta en fotocopias por no contar con libros.

La profesora Gladis Iraheta recibe un sueldo simbólico de parte de los padres de sus alumnos, quienes trabajan en las camaroneras o la agricultura. Foto EDH / René Quintanilla

José Antonio Ramos, representante de la Adesco, manifiesta que pidieron apoyo a la alcaldía de Acajutla para que la comuna diera fondos para pagar a la docente.

“Nosotros hicimos esta escuelita porque la escuela queda lejos y hay muchos niños pequeños, por eso es que nosotros decidimos tener una escuela aquí para que los niños no viajen, porque cuando hay mucha lluvia es difícil salir”, expresa Ramos.

La comunidad Los Almendros esta compuesta por un aproximado de 50 familias, que viven en la zona desde hace nueve años , y con el tiempo se ha ido poblando con gente que proviene del departamento de Ahuachapán.

Según el representante comunal, las familias que residen en la comunidad son de escasos recursos y la fuente de empleo es la camaronera o trabajo informal en la agricultura.

En la zona, la mayoría de casas están hechas de láminas y carecen de servicios de agua potable y luz eléctrica.

La familias se abastecen de agua potable de un pozo comunal, mientras que el agua para realizar los quehaceres es extraída de un río que recorre el caserío.

Escuela de laminas y palos (champa), donde estudian 24 niños del caserío El Almendro, cantón Punta Remedios, de Acajutla, en Sonsonate. Foto EDH /René Quintanilla

Educación no puede construir

Al consultar al director departamental de Educación de Sonsonate, Ricardo Castellón, sobre el funcionamiento de la escuela, dijo que : “Lastimosamente así se inician los centros escolares en este país, especialmente en las áreas rurales donde vive nuestra gente de comunidades nuevas, con las posibilidades que las tierras sean de ellas. No inician con edificaciones, salvo que el edificio sea del Ministerio de Educación o sea donado”, expresó al ser consultado por el proyecto de la Adesco.

Castellón expuso que él visitó la zona donde funciona la escuela y sostuvo una reunión con la docente y miembros de la Adesco.

En dicha reunión les dejó claro que como cartera de Educación, mientras el terreno no esté a nombre de la institución, no se puede apoyar en la edificación de una escuela.

Pero que como alternativa al problema, la escuela aledaña, ubicada en el cantón Los Alvarados, apadrinará el proyecto con los programas sociales que da el Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología, como el de paquetes escolares y el Programa de Alimentación y Salud Escolar de la misma localidad.

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“Va haber una estrecha relación de trabajo entre la dirección del Centro Escolar de Los Alvarados, de Acajutla con la profesora que está dando clases y la dirección departamental para ver como avanza el proceso”, indicó Castellón.

En cuanto a la docente que estaba llevando el proyecto, Castellón afirmó que mientras la escuela no esté legalizada, el ministerio no nombra ningún maestro, hasta que los documentos estén en regla.

“Ella va iniciar ganando una cantidad simbólica, la ventaja es que los papás ahí viven”, expresó el jefe departamental.

“Lo que tenemos que hacer es ver que estrategia tenemos que aplicar al centro escolar para que los niños reciban la clase y no se nos vayan de ahí, el tiempo dependerá de la agilidad de la directiva”, indicó Castellón; quien añadió que en el departamento de Sonsonate hay 30 de los 326 centros escolares donde se ampliaron los servicios educativos , pero también hay tres escuelas improvisadas que buscan su legalización, como en el caso de lo que ocurre en “La Ciudad Perdida”.

Si tiene la posibilidad de brindar ayuda para esta escuela, puede ponerse en contacto con José García, secretario de Adesco, al número: 7453-7183.

La mayoría de insumos pedagógicos que tienen fueron prestados a la escuelita.
Foto EDH / René Quintanilla