El 20 de junio de 2010, para vengar el homicidio de un delincuente, pandilleros de la 18 incendiaron un microbús en el que se transportaban 32 personas. Hubo 17 muertos y 15 lesionados. Foto EDH/ Archivo
Durante el juicio contra tres pandilleros que fueron condenados por cometer la masacre se supo que lo hicieron para vengar el homicidio de uno de los suyos. Ellos sospechaban que lo mató el bando rival que delinque en la colonia Montreal, donde vivían casi todos los pasajeros del microbús.
Cinco años después, el 30 de marzo de 2015, la banda de narcotraficantes “El Choco”, masacró a nueve personas en un predio que servía para guardar furgones y camiones en Quezaltepeque, La Libertad. La Fiscalía aseguró que la matanza se derivó del robo de 26 kilogramos de cocaína entre dos organizaciones criminales.
Uno de lo muertos fue Ramón Alemán Osorio, integrante de la estructura y dueño del terreno. Él fue acribillado con su hermano y cinco trabajadores.
También fueron asesinados dos jóvenes y una pareja de esposos. Ellos nada tenían que ver con los narcotraficantes, sino que habían llegado a comprar repuestos para furgones y los mataron para no dejar testigos. Un bebé, hijo del matrimonio, sobrevivió porque sus padres lo ocultaron en la cabina de un vehículo.
Los cadáveres fueron hallados amontonados en una oficina, en cuyas paredes habían escrito con sangre la letra “Z”. Los fiscales explicaron que lo que pretendían los homicidas era hacer creer a las autoridades que los autores de la masacre eran del cartel mexicano “Los Zetas”.
Siete integrantes de “El Choco” fueron condenados en abril del año pasado. Entre ellos estaba Juan Urbina, (a) “El Tigre”, el cabecilla de la banda, quien purga una condena de 252 años de cárcel.
Los criminales cometieron el ataque en represalia porque Osorio no compartía las ganancias de la venta de drogas. También porque hacía negocios con otros criminales y no con ellos.
“Matamos a la gente que no era”
En mayo de 2017, un marero de la 18 declaró en el juicio contra siete de sus compañeros que ellos masacraron a 11 trabajadores en San Juan Opico, La Libertad. El 3 de marzo de 2016, en el cantón Agua Escondida, los delincuentes torturaron y asesinaron a 10 empleados de una empresa distribuidora de energía eléctrica y a un jornalero. Además, grabaron el ataque con sus teléfonos celulares.
Los obreros estaban haciendo excavaciones para colocar postes de energía. Cerca de ellos el lugareño hacía tareas agrícolas y fue testigo de la matanza.
El informante aseguró que la orden la dio el cabecilla José Landaverde (a) Coche, de Quezaltepeque, para vengar la muerte de otro delincuente. Armados con pistolas, escopetas, fusiles M-16 y machetes interceptaron en unos cañales a los 11 trabajadores y los asesinaron aunque no eran pandilleros. Los siete homicidas fueron condenados a 390 años de prisión.
En otro hecho de sangre, el policía Walter Guardado fue asesinado, el 31 de octubre de 2017, junto con su esposa, la hija de ambos, de 4 años, y un amigo de la pareja. Esto ocurrió en una zona rural de Coatepeque, Santa Ana.
Los cuatro iban en un pick up cuando cinco pandilleros de la MS los detuvieron. Sometieron a la familia y se llevaron a más de un kilómetro de distancia al policía para torturarlo y matarlo. Luego regresaron e hicieron lo mismo con las otras tres víctimas. El cuádruple asesinato sigue impune.
Cinco familiares del preparador físico del Sonsonate Fútbol Club, Omar Pimentel, fueron encontrados en una fosa clandestina de Nahuizalco. Las víctimas fueron raptadas el 16 de enero y fueron localizadas tres semanas después. Foto: Cortesía FGR
El homicidio múltiple más reciente fue el 16 de enero contra cinco familiares del preparador físico del Sonsonate Fútbol Club, Omar Pimentel. Su esposa, su hijo (de 12 años), su suegra, su cuñado y la novia de este fueron raptados por pandilleros en Nahuizalco. Tres semanas después, sus cadáveres fueron hallados en una tumba clandestina. Aunque ya hay seis capturados, las autoridades no han revelado cuál fue el móvil del asesinato.
Ley de Proscripción de Pandillas y Medidas Extraodinarias
Tres meses después del incendio del microbús en Mejicanos, la Asamblea Legislativa aprobó la Ley de Proscripción de Pandillas que penaliza la pertenencia y financiación de pandillas y otros grupos criminales. Con ella se declara ilegales a las maras y faculta a la Fiscalía y a los jueces ordenar la inmovilización de cuentas bancarias o incautar bienes relacionados con delitos cometidos por estas bandas.
En 2016, la matanza de los trabajadores en San Juan Opico llevó al Gobierno a pedir a los diputados que aprobaran la ejecución de las medidas extraordinarias en las cárceles del país, las cuales se mantienen vigentes. El propósito era cortar la comunicación de los cabecillas de las maras que están presos con los que están libres para que no les dieran órdenes de agudizar la violencia.