El Diario de Hoy publicó las declaraciones de una mujer, atendida en el Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) de Santa Ana, quien argumenta que por negligencia su hija, recién nacida, falleció.
Sonia Matozo, madre de la bebé, contó que, fue ingresada el 15 de octubre del 2018, pero que le fue realizada una cesárea de emergencia el 17 de octubre, que de haber sido atendida el día que llegó de emergencia su hija estaría viva.
El certificado de defunción, extendido en dicho nosocomio del ISSS, detalla que la menor falleció por aspiración meconial severa, un tejido que es expulsado, por el recto, por los bebés hasta que nacen, o dentro del vientre de la madre, pero que causa daño, ya que es una sustancia irritante.
Matozo comentó entre llanto, que una doctora del hospital del ISSS, mientras se encontraba ingresada, le tocó el hombro, y le dijo que ‘ya iba a tener otro hijo’, una opinión que Sonia considera no fue lo más adecuado para una madre que acaba de perder a quien sería la razón de su vida.
Marco Rodríguez, psicólogo del hospital Divina Providencia, quien trata el duelo en pacientes y sus familias en dicho nosocomio, explica que en el caso de una madre que pierde a su bebé recién nacido se vuelve más complicado porque no se ha podido interactuar con dicho ser querido.
“Se vuelve más complejo porque esa interacción se ha vuelto un ideal de lo que pudo ser, los padres han planificado toda una situación que ese ser va a venir a llenar, pero todo queda como en la mente, en los deseos, en las esperanzas de estos padres”, explica Rodríguez.
Comenta que la madre espera el nonato para interactuar, a quien le han puesto un nombre, han comprado detalles con mucha ilusión para ese bebé nonato, pero que por la situación que sucedió la primera reacción psicológica es un shock, negación, pero que poco a poco el cerebro comienza a regular las emociones y le dan un significado a esa pérdida y se trata de responsabilizar a algo o a alguien por esa pérdida.
“Esta situación genera sufrimiento porque buscamos un responsables para canalizar el malestar emocional, buscar un sentido del porqué, y en muchas ocasiones responsabilizan a Dios por lo sucedido, y responden con ira e indignación”, dice Rodríguez.
El especialista opina que los padres deben ser reflexivos, analizar la situación que están viviendo, y entender que es normal vivir el luto, que puede durar hasta un año.
“Una de las tareas del duelo es sentir dolor emocional, si no hay dolor no hay evolución. También adaptarse al lugar donde el ser querido ya no está, aunque en este caso es más una proyección a lo que pudieron haber vivido con el bebé”, indica el psicólogo.
Agrega que es más difícil afrontar una situación donde se ha perdido un bebé con el que ya se ha convivido, y entre más larga es la convivencia es más difícil la perdida, aunque durante un embarazo también se crean lazos, pero que cada situación de pérdida siempre es dolorosa para los padres.
“Reconocer el hecho de la pérdida, que no hay retroceso, es el primer paso que se debe dar, hacer un ritual de despedida, los actos funerarios se vuelven importantes, actos religiosos. Las cosas del bebé quizás, por cierto tiempo, dejarlos tal como están, pero poco a poco ir modificando esa realidad para irse adaptando”, aconseja Rodríguez.
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Añade que hay que expresar el dolor emocional y luego recolocar emocionalmente al ser querido, y pasar de esa situación que vemos como injusta a recordar las situaciones bonitas que sucedieron con el ser querido que ya no está, lo bello que fue que estuviera ahí; el tiempo es el mejor sanador, en el caso del duelo.
El psicólogo asegura que toda la familia vive un duelo, expresan dolor emocional, pero con ciertos límites, pensando que la vida sigue, hacer lo cotidiano, y no caer en depresión, porque hay casos de personas que dejan de hacer sus actividades diarias como trabajar o estudiar.