La quinta caravana salvadoreña en ruta: Una madre llora por su hijo mientras él camina junto a su esposa e hija rumbo a EE.UU.

Una madre llora desconsolada mientras busca entre la multitud a su hijo, quien tan solo unas horas antes le avisó que se uniría a la quinta caravana.

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En medio de llantos la madre abraza a su hijo ante la triste despedida. Foto EDH/ Jessica Orellana

Por Marvin Romero

2019-01-16 2:32:30

Las historias de la caravana son tantas y tan diversas como los pasos que ya dieron sobre la ruta hacia Estados Unidos. En las primeras horas, la carretera ha sido testigo de llanto y lucha en partes iguales.

A la mitad del Bulevar Monseñor Romero, entre San Salvador y Santa Tecla, una madre llora desconsolada a la orilla de la carretera. Busca entre la multitud a su hijo, quien tan solo unas horas antes le avisó que se uniría a la quinta caravana de migrantes salvadoreños y probaría suerte en la ruta hacia Estados Unidos.

 

“¿Y cómo lo va a encontrar entre tanta gente?”, le pregunta una mujer que la acompaña. “Él ya sabe que voy a estar aquí”, le contesta ella, sin poder dejar de llorar. Lleva una bolsa con pan en una mano y una botella con agua en la otra.

Saraí de Pérez y Franklin Pérez junto a su hija se unen a la caravana con rumbo a Estados Unidos. Foto EDH/ Jessica Orellana

La caravana se acerca a paso lento, ella no para de buscar. Franklin, su hijo, aparece en medio de toda la gente. Ella lo rodea con su brazos, él le dice que no llore. “No te vayas”, ruega la madre, desconsolada. Él guarda silencio. Un silencio que seguro duele más que mil palabras.

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Detrás de Franklin espera Saraí, su pareja. Ella empuja un cochecito en donde viaja Camila, su hija de dos años. Él deja a otra hija pequeña en El Salvador. Le da un beso en la frente a su madre y se suelta de entre sus brazos. La mujer apenas puede mantener el equilibrio entre respirar y llorar. Franklin, Saraí y Camila se alejan sobre la ardiente carretera, la caravana se adelantó unos cien metros y les advirtieron que no debían quedarse rezagados.

Camila comienza a llorar por el sofocante calor. Su padre intenta calmarla sin conseguirlo. Apresuran el paso. Corren con el cochecito para intentar divertirla, ella sigue llorando. Tiene hambre y su madre lo sabe. Sin otra opción, a la mitad de la carretera y bajo el ardiente sol, toma a Camila entre sus brazos, se baja la blusa y comienza a amamantarla sin dejar de caminar. Así por más de cien metros.

Delmi Corina se despide de su hijo Franklin Pérez cuando la caravana pasó sobre el bulevar Monseñor Romero. Foto EDH/ Jessica Orellana

La pareja proviene de Tonacatepeque y, como la gran mayoría, viajan hacia Estados Unidos en busca de un futuro mejor. “Quiero ayudarle a mi gente, aquí nada hago sin trabajo”, expresa Franklin y dice que lleva únicamente 50 dólares en la bolsa. “Mi mamá me dijo que me ayudaba, pero ella ya no trabaja y con lo que le dan no me puede ayudar”, agrega y se seca las lágrimas de los ojos y el sudor de la frente.

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“Vamos a arriesgarlo todo”, dice Saraí desde un poco más atrás. “Aquí nadie por nosotros”, añade y con su mano libre también se seca el sudo de la cara. Camila se ha quedado dormida entre sus brazos.