Rigoberto Espinoza es un salvadoreño que año con año dona parte de su tiempo para poder ayudar a las madres que tienen a sus hijos ingresados en el Hospital de Niños Benjamín Bloom y Hospital Rosales.
Cada 31 de diciembre, desde hace seis años, recorre los alrededores y pasillos de los hospitales para entregarle una cena a los familiares de los enfermos. Él deja un rato de lado las celebraciones con su familia para brindar un poco de ayuda a los más necesitados.
Su iniciativa nació a partir de la experiencia que tuvo con su hija, quien estuvo ingresada en el hospital y falleció. Aseguró que conoce de cerca la necesidad de las personas que tienen ingresados a sus niños tienen porque alguna vez él y su familia también la tuvieron.
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El único regalo que pidió la adolescente a su familia fue que le cumplieran el sueño que desde niña había tenido de poder ayudar a las personas necesitadas. Esto fue lo que le contó a El Diario de Hoy
“Nuestra hija falleció en este hospital y sabemos la necesidad que tienen que pasar las madres, aguantando hambre”, dijo Rigoberto.
Asegura que este tipo de actividades las lleva a cabo junto a su familia y que también las realizan en asilos y algunas calles de San Salvador donde, además de la comida regalaran ropa, suéteres o juguetes.
Rigoberto explicó que la ayuda que él lleva a las demás personas no es solo trabajo de él porque hay muchas personas que le ayudan.
“Pedimos en las redes sociales para traerle alimentos en esta fecha a estas personas, a las madres que están en estos lugares esperando que alguien les ayude. Nosotros pedimos y hay amigos que nos aportan, nos ayuda, otros vienen a colaborarnos. Todo lo que hacemos, lo hacemos por donativo, nos apoyan bastantes personas”, dijo Rigoberto.
En esta ocasión, repartió 50 platos de comida junto a su hijo y un amigo.