El milagro de Carlos: Sobrevivió al incendio en una cohetería con el 90 % de su cuerpo quemado

Tan solo tiene cuatro años y ya pasó por 16 cirugías. La explosión de una cohetería ilegal instalada en la casa donde vivía le causó severas quemaduras y las probabilidades de vida eran pocas. Contra todo pronóstico, ahora su realidad es distinta.

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Su madre atiende en un puesto de tortillas y pon dulce en un mercado de Colón. Foto EDH / Jessica Orellana

Por Evelia Hernández

2018-12-20 9:22:33

Con apenas tres años, las probabilidades de seguir vivo estaban casi anuladas para Carlos Eduardo Reyes, pues tenía quemaduras de segundo grado en el 90% de su cuerpo, resultado de la explosión de una cohetería ilegal instalada en la casa donde vivía, en el cantón El Ranchador, Santa Ana. Los médicos dijeron que sólo se salvaría con un milagro. Su abuela, quien tenía 20 años de dedicarse a fabricar juegos pirotécnicos, perdió la vida en ese percance ocurrido en mayo pasado.

Los días de correr y saltar han quedado atrás. Ahora permanece sentado en una silla, viendo vídeos de sus caricaturas favoritas; bajo la mirada cautelosa de su madre, quien atiende un puesto de tortillas y venta de pan dulce en el mercado Colón, en Santa Ana.

 

 

El 19 de noviembre pasado cumplió cuatro años. Cinco meses antes, el niño se encontraba en una sala de Cuidados Intensivos del Hospital Shriners, en Galveston, Texas, Estados Unidos, llevado por la Fundación Shriners El Salvador, y cuando regresó al país ya traía el traje que cubre casi todo su rostro y cuerpo.

Las quemaduras han sanado, pero el fuego borró las facciones del rostro; el traje sirve para evitar que las cicatrices que se están formando se vuelvan abultadas. También protege la delicada piel que ha quedado.

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La nueva sonrisa de Carlos, el niño que sobrevivió a las llamas en Santa Ana

Carlos Eduardo Reyes sobrevivió a un incendio en una cohetería en Santa Ana, se quemó el 90% de su cuerpo , ha recibido once cirugías y recibirá tratamiento hasta los 21 años. Con ayuda de la Fundación Shriners EL Salvador ahora sonríe nuevamente.

El dolor y el cambio en la condición de su vida no han logrado borrar la inocencia, ilusión y alegría de todo niño. No sabe qué desea de regalo para Navidad, solo sabe que desea volver a caminar, correr tras una pelota y manejar una bicicleta.

Carlos Eduardo fue valiente y soportó el dolor que le causó el tratamiento de raspado de piel al que deben someterse los pacientes quemados, el cual le hicieron en el hospital en Texas. Sin embargo una de las cosas más difíciles que está pasando es la vista curiosa e imprudente de quienes ahora lo ven, cuando está sentado entre las bolsas de pan, en el pequeño local en el mercado donde trabaja su mamá, en Santa Ana.

Guadalupe del Carmen Reyes, su madre, lo ubica ahí para poder estar cuidándolo mientras atiende a los clientes.

Como es natural en los niños pequeños, cuando la ropa o los zapatos les incomodan se los quitan. A Carlos Eduardo le pasa igual, porque la máscara le causa calor y, a ratos, cuanto hay oportunidad, se la quita. Sin embargo, si hay extraños en su entorno, prefiere dejársela para evitar esas miradas de curiosidad que le resultan incómodas.

“Hasta el momento, él no deja que nadie le vea sus cicatrices, incluso, siempre tiene puestos sus guantes porque no le gusta que nadie le vea nada del cuerpo, no le gusta mantenerse sin ropa porque le da pena y entra en crisis cuando se ve él desnudo”, dice Guadalupe.

Foto EDH/ Jessica Orellana

La máscara es una de las cinco piezas del traje especial que protege su cuerpo; el traje fue donado por el hospital.

En febrero, el niño será llevado nuevamente a Texas para ser sometido a decimosexta cirugía. La mayoría han sido injertos de piel en las manos y piernas. De las 15 operaciones a las que ya fue sometido, en 12 estuvo en peligro de que le amputaran sus pies, pero esto no sucedió.

A Carlos Eduardo le causa miedo subirse a un avión, porque lo ha asociado al tratamiento médico, el cual es doloroso.

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Tres días después de la explosión en la cohetería ilegal, el 15 de mayo, el niño viajó por primera vez a Estados Unidos para ser tratado. Pero ese viaje tenía un riesgo: la condición del niño era tan delicada, que la movilización ponía en mayor peligro su vida.

Sobrevivió al viaje y luchó por seguir vivo durante los cuatro meses que estuvo en la Unidad de Cuidados Intensivos.

El tratamiento de Carlos Eduardo a causa de las quemaduras lo acompañará hasta sus 21 años, de acuerdo con Carlos López, presidente de la Fundación Shriners El Salvador. El niño tendrá el respaldo de sus tratamientos, trajes y todo lo que implica curar sus lesiones, explica López.

Foto EDH / Jessica Orellana

Dolor y remordimiento de una madre

El 19 de mayo, Carlos Eduardo estaba bajo el cuidado de su abuela. Guadalupe, madre del niño, trabajaba en el centro de Santa Ana, como acostumbra hacer para ganar el sustento de sus tres hijos. Pero ese día la rutina fue interrumpida por la tragedia.

Guadalupe llegó al hospital San Juan de Dios, de Santa Ana, para saber sobre el estado de su madre y el de su hijo. Lo primero que encontró fueron los reproches de la médica, que la señalaban como la principal culpable del estado grave del niño. El personal de sanatorio le prohibió ver a su hijo, según relata Guadalupe.

“Lo vi (a Carlos Eduardo) cuando ya lo llevaban para el Bloom… Sentí horrible porque no esperaba ver a mi bebé postrado en una cama, hinchado, quemado, todo su cuerpo estaba vendado. Estaba grave, no había posibilidades que sobreviviera”, lamenta Guadalupe.

En el Hospital de Niños Benjamín Bloom, de la capital, Guadalupe tuvo que tomar la decisión que considera la más difícil de su vida. La Fundación Shriners conoció su caso y le dio la opción de trasladar a su hijo a Estados Unidos para ser tratado; sin embargo, movilizarlo implicaba un gran riesgo, dada la delicada condición del infante.

“Los médicos me dijeron que no tenía esperanza de vida, que solo un milagro lo podía salvar y aunque fuera para allá (Estados Unidos) o estuviera aquí, no había muchas posibilidades. Un milagro nada más lo podía salvar. Si viajaba, me dijeron que tuviera en mente que no solo porque viajaba él se iba a salvar; porque estaba muy dañado su cuerpo”, narra Guadalupe.

Foto EDH / Jessica Orellana

Contra todo pronóstico

Tres días después del incendio, Guadalupe y el niño viajaron, por primera vez en su vida y en dolorosas condiciones, a Texas. Fueron tres meses de dolor y ruegos al Creador.

El niño estaba intubado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI). En ese lapso, los médicos lucharon por ayudarle, pero el corazón de Carlos Eduardo estaba débil. A causa de las quemaduras, el tratamiento implicaba raspados de piel dañada, hasta llegar al riesgo de que le amputaran ambas piernas.

“De 16 cirugías, en 15 me dijeron que tenía riesgo de perder sus piernas”, recuerda Guadalupe, con un dejo de tristeza.

Entonces, los pronóstico grises de los médicos comenzaron a disiparse. Luego de tres meses en la UCI, Carlos Eduardo abrió los ojos, y estaban llenos de alegría, aunque seguía sin poder moverse. A los dos meses, el niño estuvo acompañado por médicos, terapistas, enfermeras y, sobre todo, las oraciones de su madre.

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“Cuando estaba allá, sentía los días y los meses eternos. Me sentí mucho más tranquila cuando él nuevamente me habló y comió; porque de lo contrario no podía salir de Cuidados Intensivos”, explica la madre.

Cuarto mes después de la explosión e incendio de la cohetería, Guadalupe y Carlos Eduardo se pudieron abrazar.

“La primera vez que se vio al espejo se me puso mal. Todos los días tenía que ver a la psicóloga para poderlo superar. Yo pensé ‘me quede, como me quede, yo quiero a mi hijo’ pero, también, pensaba cómo lo iba tomar él”, confiesa la mujer.

Las lesiones del niño están sanando, las cicatrices les recuerdan a ambos el doloroso camino que han vivido en los últimos casi ocho meses.

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El nuevo camino a vencer

El Cuerpo de Bomberos de El Salvador ha nombrado héroe a Carlos Eduardo. “Pese a lo que le ha pasado a Carlitos, él es un niño extraordinario”, comentó Joaquín Parada, director de Bomberos.

Guadalupe y Carlitos tratan de adaptarse a la nueva etapa. El incendio en la cohetería se llevó todo: la vida de la abuela que lo cuidaba y sus pocas pertenencia. El reto, ahora, es que no tienen dónde vivir, y por el momento, no ha recibido las terapias físicas y psicológicas que necesita.

Bomberos reporta siete incendios en coheterías y 19 lesionados

En el cantón el Ranchador, en Santa Ana, a pesar de la tragedia en la cohetería ilegal en mayo pasado, las familias siguen dependiendo de la fabricación de juegos pirotécnicos, como una fuente de ingresos.

El Cuerpo de Bomberos solo tiene registradas siete coheterías certificadas para manipular pólvora; el resto estarían en la ilegalidad. Este año, Bomberos ha atendido 7 incendios en coheterías, con un saldo de 19 lesionados y un fallecido.

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Desde hace años, La Comisión Intersectorial de Salud (Cisalud) busca una forma de prohibir la quema de pólvora e impulsa campañas para prevenir que haya víctimas de las quemaduras por pólvora.

En cuanto a la manipulación por pólvora, entre el 1 y al 18 de diciembre pasado, el cuerpo de Bomberos reportan siete personas lesionadas por manipulación de pólvora, de los cuales tres son niños de entre 5 a 9 años. Carlos López, presidente de la fundación Shriner explicó que en el hospital Bloom, en promedio anualmente, reciben 600 niños con quemadura. El 80 % se quemaron en accidentes en la cocina, con agua caliente o brasas; el 20 % restante es con pólvora y accidente eléctricos, situaciones que pueden prevenir los adultos. La fundación Shriner tiene como misión proporcionar al niño quemado o con problemas ortopédicos atención médica especializada.

La jefe de la Unidad de Quemados del hospital Bloom, Patricia Quezada, explicó que la atención médica de una lesión por quemadura puede costar entre 500 a 800 dólares diarios en caso de pacientes en situación moderada, pero si requiere Unidad de Cuidados Intensivos el costo oscila entre 1,200 a 1,800 dólares. Advirtió que el costo por tratamiento no es lo más complicado sino “las secuelas por las quemaduras que provocan problemas emocionales y físicos”.