La Policía envía fuerza de choque a cantones peligrosos de Sensuntepeque

“Muerto el niño, a tapar el pozo”, reza un refrán. Solo después de una masacre, la Policía mandó a su fuerza de choque a un sector rural de Sensuntepeque, departamento de Cabañas, para anular el poder que la MS-13 ha cobrado en ese sector a fuerza de asesinatos.

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La hermana de Jorge Luis Velásquez acomoda los múltiples arreglos florales que amigos llevaron para la velación del líder comunal. Foto EDH/ Oscar Iraheta

Por Jorge Beltrán Luna

2018-12-16 7:35:49

Doce asesinatos en diez meses. Micronegocios cerrados. Un líder comunal acribillado mientras trabajaba en sus terrenos agrícolas. Un territorio ganado a fuerza de sangre a la pandilla 18. Todo eso ha sucedido en este 2018 en los cantones San Matías y San Lorenzo, del municipio de Sensuntepeque, departamento de Cabañas.

Ambos cantones eran territorio de la pandilla 18 hasta hace unos tres o cuatro años. Sin embargo, el asesinato de algunos de sus miembros, el escape de otros hacia Estados Unidos y los constantes operativos policiales que se saldaban con varias capturas a la vez, fueron menguando el poder de esa pandilla.

Un familiar de Jorge Luis Velásquez observa en un celular las fotos del último cumpleaños que el líder comunal celebró. Fue asesinado el 8 de noviembre cuando trabajaba.
Foto EDH/ Oscar Iraheta

Y eso fue aprovechado por la Mara Salvatrucha (MS-13), que comenzó a posicionarse del territorio descuidado por sus rivales, a fuerza de amenazas e intimidación. Un grupo numeroso de pandilleros de ese grupo se pasea, como patrullando esos cantones, como si se tratara de colonos que vigilan un feudo.

En el cantón San Matías, justo a pocos metros de la escuela de párvulos y de la casa del líder comunal que asesinaron a mediados de noviembre, hay una galera con varios trozos de madera y pedazos de concreto, con muestras de ser muy añejos, que hacen las veces de sillas y mesas.

Hasta antes de que comenzaran a llegar los MS-13, a mediados de 2017, ese lugar era el punto de reunión de jóvenes y viejos. Era una especie de casino en el que, de las 3:00 o 4:00 de la tarde en adelante, los hombres del cantón se reunían para contar chistes, hablar de cómo van los cultivos, sobre la suerte que fulano o mengano ha tenido con el ganado, para comentar los vaivenes de la Liga Española de Fútbol y para jugar cartas

Pero en este año, a los lugareños les da miedo concentrarse en ese lugar. En vez de las reuniones de campesinos para comentar su día a día, en la mayoría de tardes el lugar luce desolado, porque las reuniones vecinos fueron sustituidas, a veces por la presencia de un grupo de pandilleros bien armados, y otras veces por la soledad.

Y a pesar de que San Matías y San Lorenzo están a poca distancia de Sensuntepeque, donde hay una delegación policial con más de 800 elementos policiales asignados, los habitantes de esos dos cantones y sus alrededores se sienten abandonados a la voluntad de los pandilleros acuerpados por unos cuantos jóvenes locales involucrados en esa agrupación criminal. Los Chicas y los Cortez son algunos apellidos de pandilleros natos de esos cantones.

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Una de las víctimas había pertenecido a una pandilla; sin embargo, hasta la Policía asegura que no tenía registros policiales de él; los asesinos se ensañaron con ese trabajador.

Y lo más desconcertante de este caso es que los policías asignados a la delegación de Sensuntepeque no ignoran lo que allí está sucediendo. Algunos se atreven a dar como cifra certera, la cantidad de 12 homicidios cometidos solo en San Lorenzo y San Matías durante este año. Otros simplemente dicen que son muchos en tan poco tiempo.

Pero lo más grave del caso parece ser la normalidad con que algunos policías cuentan cómo un grupo de personas de esos lugares se ha organizado para plantar cara a los pandilleros, para perseguirlos y para tratar de erradicarlos o desterrarlos.

La responsabilidad de parte de los 12 homicidios registrados este año, según los mismos policías, podría recaer precisamente en ese grupo de lugareños que se ha armado contra la MS-13. Los muertos, obviamente, han sido miembros de pandillas.

Y aunque parezca increíble, a pesar de que la Policía no desconoce el conflicto que hay entre esos grupos armados, los ha dejado a su voluntad; en otras palabras, los ha dejado que se maten entre ellos.

Pero el problema se agravó en los últimos cinco meses. En julio, agosto y octubre fueron registrados varios homicidios, incluyendo varios jóvenes señalados de ser pandilleros. Simón, Leonardo, Víctor…

Pero noviembre fue el peor.

Primero mataron a Jorge Luis Velásquez, de 38 años, un líder comunal que intentaba sustraer jóvenes de las pandillas o prevenir que sus vecinos se involucraran con ese grupo criminal, a través del fútbol de barriada.

La hermana de Jorge Luis Velásquez acomoda los múltiples arreglos florales que amigos llevaron para la velación del líder comunal.
Foto EDH/ Oscar Iraheta

Tanto las autoridades policiales como parientes de esta víctima descartan que el homicidio haya sido motivado por la cercanía que tenía con el alcalde de Sensuntepeque y otros dirigentes departamentales del partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA).

Jorge Luis era un nativo del cantón San Matías que, por un tiempo, se fue para los Estados Unidos. Allá se formó como árbitro de fútbol y luego, al regresar a su lugar de origen, comenzó a formar cuanto equipo de fútbol podía.

Los pandilleros llegaron a matarlo el jueves 8 de noviembre, mientras Jorge Luis comenzaba su faena de recoger su cosecha de frijoles en el caserío El Guineo, siempre en el cantón San Matías.

La familia descarta que al líder comunal lo hayan matado por alguna enemistad. “Mi hijo solo amigos tenía”, aseguró Nicolasa Velásquez, mientras comentaba que durante la velación y el funeral de su hijo, las muestras del aprecio que le tenían fueron materializadas en flores. Los arreglos florales atestaron la sala de la casa donde fueron velados los restos del líder comunal.

Cuatro días después, tres jornaleros fueron acribillados. Uno de ellos era familiar del líder comunal (ver nota en página siguiente).

A estos dos crímenes le antecedieron el ataque a Rafael R., un lugareño oriundo del cantón San Matías, quien tenía una tienda en el mismo lugar.

Fue precisamente en esa tienda cuando el 21 de agosto de este año, varios pandilleros se aproximaron al negocio. Uno de ellos se acercó hasta Rivas y fingió que quería comprar algo de la tienda. De repente sacó la pistola y comenzó a dispararle.

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Pero ese día Rafael estaba de suerte. Sobrevivió al ataque a pesar de tantos disparos. Sin embargo, desde aquel día, el hombre abandonó su negocio y, demás propiedades para ir a vivir a un lugar seguro, muy lejos de Sensuntepeque.

Sin embargo, ni el ataque al comerciante, ni el asesinato del líder comunal hicieron reaccionar a las autoridades policiales.

Los Jaguares, a la montaña

Los pobladores creen que la gota que colmó la paciencia o que hizo sudar vergüenza a las autoridades policiales, posiblemente, fue la masacre de los tres campesinos, cometida el 12 de noviembre anterior.

El martes 14 de noviembre, en la mañana, un grupo de policías de la Unidad Táctica Especializada Policial (UTEP) también conocida como Los Jaguares, se instaló en una casa del cantón San Matías.

La reacción de algunos lugareños fue de esperanza. “Ojalá esto se componga, porque estos sí salen a trabajar, no como los que andan de azul”, aseguró una persona que ha sido afectada directamente por los pandilleros.

Negocio abandonado en el cantón San Matías, luego que su propietario fuera atacado a balazos el 21 de agosto
anterior. La víctima sobrevivió, pero al recuperarse ya no quiso volver a su domicilio por la inseguridad.
Foto EDH/ Oscar Iraheta

Y para rematar, añadió que los policías con uniforme azul, a pesar de que San Matías y San Lorenzo están tan cerca de la cabecera de departamental, llegaban raras veces. Eso, según la fuente, hizo envalentonarse a los pandilleros y forzó a que, supuestamente, algunos lugareños formaran un grupo para defenderse y para tratar de expulsar a los delincuentes.

La explicación de algunos policías asignados a la delegación de Sensuntepeque, es que en San Matías y San Lorenzo, así como otros cantones de la zona rural de ese municipio y de Guacotecti, San Isidro e Ilobasco, se desplaza un grupo de pandilleros bien armados y que, mayormente, son delincuentes que buscan esa zona para evadir a las autoridades, puesto que muchos tienen órdenes de captura vigente.

A pesar del poco tiempo que tienen los Jaguares de haber sido asignados a cuidar esos dos cantones y otros aledaños, desde que llegaron ya no ha habido hechos de violencia. El último fue la masacre de los tres jornaleros.