El sueño americano no ha sido, en sí, eso para Ana, sino que toda una pesadilla de violencia y ultraje. Luego de sufrir 22 meses de violencia con su pareja se enfrentó a una agresión sexual. Esta vez su agresor fue el esposo de su hermana.
Ana comparte el relato de esa experiencia:
“Vivo en Virginia, Estados Unidos, específicamente en Richmond. Las latinas en este país somos el grupo más vulnerable a sufrir tales violaciones y las que menos hacen uso del sistema de justicia de este país, ya sea por no manejar el idioma, por miedo a deportación o por miedo al agresor, etcétera.
Hace un mes, personalmente sufrí el trauma de ser violada por el esposo de mi hermana, en el mismo apartamento donde dormían su mujer y sus hijas.
Desde que llegué a este país he compartido vivienda con mi hermana en dos ocasiones y en ninguna de ellas se había dado algo similar. Yo siempre he mantenido la distancia con este personaje y él nunca me había insinuado siquiera algo.
Es por ello que, hasta cierto punto, yo confiaba en ellos, porque cuando más necesité estuvieron ahí y porque hasta el momento no tenía motivos para desconfiar.
Hasta hace un mes, que se dio esta fractura en esa relación familiar.
Salvadoreña en Virginia narra 22 meses de violencia con su pareja
Ana vivió un calvario a la par de su pareja, un hondureño que casi la asesina. Finalmente, el caso llegó a las autoridades, Ana se cansó y denunció a su agresor.
Eran las 5:00 de la mañana cuando sucedió la agresión. El día y la noche anterior habían sido cansados por el trabajo y mi hermana quiso que yo pasara un buen momento con ella y su familia. Cenamos, nos pusimos a escuchar música, nos tomamos unas cervezas, no nos emborrachamos.
Estuvimos toda la noche platicando de todo un poco, pasamos una noche amena con música, comida y una buena conversación.
Descaradamente, este hombre se aprovechó de que mi hermana me invitara a quedarme en su casa y él tomó ventaja cuando yo estaba profundamente dormida, me desnudó y se aprovechó de mí.
Cuando desperté ya lo tenía sobre mí. Desperté bruscamente y asustada, no lo podía creer.
Cuando mi agresor vio que desperté y que lo descubrí, se fue lo más rápido que pudo para la cocina; luego salió al parqueo.
Me senté con una frustración horrible y lo primero que pensé fue en mi hija, que dormía al lado mío. La revisé y todo estaba bien con ella, pero yo estaba desnuda.