Por primera vez, sor María Julia García se reunió con los familiares de los pacientes a quienes abrió las puertas del corazón y del Hospital Divina Providencia; más de una veintena de fotos dan testimonio de los recuerdos de las personas que ayudaron en sus últimos días de vida. En la mayoría del grupo de asistentes aún hay lágrimas por esa despedida, pero también para ellos hubo abrazos compasivos.
La religiosa esperaba más asistencia a la reunión en la plaza Salvador del Mundo, de la capital, para conmemoración del Día Internacional de los Cuidados Paliativos, pero reconoce que los recuerdos pueden ser doloroso.
“Nos llamaba la atención del porqué la familia no regresaba al hospital, nos dimos cuenta que es porque son duelos que no se han superado, no se han trabajado, y llegar al hospital les removía el dolor, el sufrimiento que vivieron con los pacientes; y esa fue la motivación para realizar este evento. Es la primera vez, y esperamos hacerlo cada octubre que es significativo porque se conmemora la lucha contra el cáncer, y en la segunda semana de octubre se realiza el Día Mundial de los Cuidados Paliativos”, dijo García, quien es religiosa carmelita misionera de Santa Teresa.
Acompañar al paciente que sufre, una decisión que une y un reto al sistema de salud
Los cuidados paliativos son para los pacientes que sufren a causa de su condición de salud , así como para su familia; y deben ser brindados tanto dentro de las familias, como en los servicios hospitalarios.
La religiosa también es enfermera y directora general del Hospital Divina Providencia, él único centro asistencia especializado en Cuidados Paliativos, en El Salvador.
El “hospitalito” como se le conoce atiende diariamente entre 40 a 50 pacientes que necesitan cuidados paliativos, mensualmente son unos 200 pacientes con cáncer, quienes son atendidos por médicos, enfermeras, psicólogos y terapeutas.
El personal también apoya a los familiares, en especial a los cuidadores de los enfermos, porque también ellos están sufriendo.
Deysi Carolina Mejía abrazó el retrato de su hermana, Aidé Cecilia Merino de Molina.
Su voz se quebró al recordar los dolores “tan grandes” que sufrió y lo “inútil” e “impotente” que se sintió cuando el cáncer invadió todo el cuerpo de su hermana; pero también la fe que la sostuvo porque Aíde Cecilia “iba a estar mejor, iba a dejar sufrir”.
Aidé Celia murió hace seis meses a causa del cáncer de pelvis que sufrió por tres años. Tenía 50 años, tres hijos, tres nietos y fue paciente del hospitalito durante cuatro meses.
El personal del Divina Providencia ayudó a aliviar el dolor de Aidé Cecilia, pero también apoyó a su familia. “Los psicólogos nos daban charlas de cómo cuidarla, también de los momentos difíciles que íbamos a pasar con ella. Mi hermana recibió su diagnóstico en el hospital del Cáncer, de ahí pasamos al hospital de la Mujer (Maternidad), ahí nos dicen que no puede seguir ayudando y que hay que buscar un lugar donde a ella le pueden dar los cuidados que necesita, y que mejor que el Divina Providencia; doctores, psicólogos , sacerdote, personas que llegaban ayudarnos, a darnos comida … yo admiro a todas esas personas”, expresó Deysi llena de agradecimiento.
Sor María Julia explicó a los asistentes al Primer Encuentro de Familiares que trabajan en la formación en Cuidados Paliativos del personal de la red nacional de Salud, para que implemente ese servicio en los hospitales “porque la parte humana es lo que se ha perdido; nuestros pacientes están muriendo con dolor y tenemos derecho a vivir con dignidad”.
En febrero pasado, el Ministerio de Salud clausuró el segundo Curso de Cuidados Paliativos dado a 53 profesionales de la salud. La enseñanza fue impartida por el Hospital Divina Providencia, que es el pionero en el país en este tema.