¿Cómo es la vida en una escuela con nota promedio de 3.12 en la PAES 2017?

"Al papá solo le interesa que aprenda a leer y a sumar para trabajar en la pesca". Lee la historia de los alumnos del Complejo Educativo Guadalupe La Zorra, tienen las notas más bajas de la PAES.

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Por Karla Arévalo

2018-10-17 11:17:07

Benjamín se va a las tres de la mañana hacia El Aguaje; un área natural protegida a la que el Ministerio de Medio Ambiente (MARN) llama El Astillero. El Aguaje es un pantano de agua dulce con caudal del estero Jaltepeque y, además, es la principal fuente de trabajo para los habitantes del cantón Guadalupe La Zorra en San Luis La Herradura.

Los lugareños pescan unas 20 libras a diario y Benjamín, de 17 años, es uno de los que debe hacer este trabajo. El joven es un reflejo de la situación de los bachilleres del Complejo Educativo Guadalupe La Zorra quienes obtuvieron 3.12 de nota global en la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (PAES) el año pasado. Esto los ubicó entre los centros escolares de modalidad normal con las notas más bajas de la PAES a nivel nacional.

Lorena Gutiérrez es maestra del Aula Especial para alumnos con problemas de aprendizaje. Ella explica algunas de las razones por las que los jóvenes suelen obtener bajas calificaciones en esta prueba y otras. “Falta motivación en los jóvenes; muchos de ellos no tienden a proyectarse ‘ah, luego de mi bachillerato voy a estudiar a la universidad. Algunos se quedan a lo mismo: a la pesca o a que alguien los contrate como corralero para llevar a sus animales; cuando estos muchachos vayan a hacer la PAES este año, posiblemente no saquen una buena nota por sus mismas limitantes”.

Los jóvenes como Benjamín trabajan para sobrevivir, salen desde muy temprano a El Aguaje y en ocasiones deben ir a vender el pescado por las mañanas. Los pescados no son grandes ni gustosos como la boca colorada. Pescan sambo, guabina o ilama, peces pequeños. Luego de la venta, llegan tarde a la escuela y el cansancio es notorio. “No crea que lo que comen es una gran cosa. Así ¿qué capacidad va a tener el cipote de retener las clases (…) Estas cuestiones hacen que la situación de estudiar sea difícil para ellos”. El 75 % de las notas inferiores a siete en los resultados de la PAES del año pasado son de escuelas públicas.

Desde 2008, el promedio de la PAES a nivel nacional no llega al seis de nota en ninguna escuela o colegio. El año pasado fue de 5.38, lo que refleja que la enseñanza de calidad en el sistema educativo es una deuda pendiente. Pero, el viceministro de educación, Francisco Castaneda, dijo en 2015 que era el programa EDÚCAME el que hacía “caer el promedio nacional” de la PAES. Al analizar los promedios por centros escolares con modalidad regular y los que tienen el programa EDÚCAME o modalidad flexible, el 68 % de los centros escolares con notas inferiores a siete no son del programa EDÚCAME. Por lo tanto, no se le puede responsabilizar a esta modalidad por el bajo promedio a nivel nacional.

Baja nota tiene otras razones
La maestra del aula especial del Complejo Educativo Guadalupe La Zorra dice que varios de los bachilleres graduados el año pasado no siguieron estudiando y ahora se dedican a la pesca.

En El Aguaje estaba Diego, un adolescente de noveno grado a quien sus abuelos enviaron a pescar para poder almorzar ese día. Él estudia noveno grado y aún no ha cumplido los 18 años. La falta de recursos obliga a estos jóvenes a priorizar otras actividades antes que la escuela aún sin haberse graduado.

Gutiérrez dice: “Muchos de estos jóvenes no viven con los padres sino con los abuelos. Otros, antes de venir aquí (escuela), se han ido a vender francés o a pescar. Aunque la escuela sea pública ellos siempre entran en gastos y tienen que ver de dónde sacan el dinero”. Esto ha provocado que varios de ellos reprueben los grados y la PAES. Eso no significa que no quieran superar las bajas calificaciones.

La misión de Gutiérrez es apoyar a los jóvenes a quienes sus maestros remiten por problemas de aprendizaje, pero cuando ella se acerca a los salones de clase, el problema es mayor. “Yo voy a donde ellos y pasa que no solo tienen dificultades los que me han reportado, sino que todos. ‘Seño, mire, ayúdeme en tal materia’, me dicen y a mí se me dificulta porque son muchos los que piden esa ayuda”. Los alumnos que sí logran refuerzos académicos, tienen otros problemas: desnutrición por mala alimentación y anemia.

Al concluir el bachillerato los jóvenes no continúan estudiando debido a limitantes económicas. Foto EDH/ Jessica Orellana

El paquete alimenticio para el Complejo Educativo Guadalupe La Zorra incluye: arroz, frijoles, bebida fortificada y leche. Aunque el Gobierno no les envía azúcar después de lanzar el programa Escuela Saludable, la dirección de la escuela ha buscado solución a las carencias. El director y los maestros reúnen dinero para comprar azúcar o esencia para hacer bebible la leche. “Lo hacemos porque ¿cómo les vamos a dar leche simple? En estos lugares así, como los cantones, nos ha costado que los cipotes tomen leche. ¿Qué hacemos para que lo hagan? Bueno, compramos esencia para ellos sientan un sabor diferente”. Las cocineras también muelen el arroz para hacer pupusas o reúnen dinero para tamales. Esta es la manera en la que la escuela varía la alimentación de los alumnos.

Carpinteros improvisados
A esta escuela le hace falta mobiliario como a muchas otras: pupitres, pizarras y ventiladores para soportar el calor de la costa. Aunque sobran las necesidades, sobran también aquellos que las afrontan. Varios pupitres han sido reparados en el taller de un maestro de esta escuela y quienes los repararon son esos alumnos de bachillerato que obtuvieron las notas más bajas de la PAES 2017. “El director compró la madera y el profesor que tiene este taller se organizó con los cipotes para reparar esos pupitres”, cuenta una de las maestras. Los alumnos han improvisado galeras para la cocina, parqueo para bicicletas y reparación de pupitres. Pero las necesidades no solo son materiales. A este centro escolar le hace falta material lúdico para competir contra los problemas de aprendizaje de algunos jóvenes y personal para motivarlos.

Gutiérrez está convencida de que, si hubiese más apoyo a los jóvenes de estas zonas, estos saldrían de las condiciones de pobreza en las que se encuentran. De unos 35 alumnos que se gradúan por generación, solo tres o cuatro logran ir a la universidad. El resto se queda a pescar. “Tenemos una alumna que estudió en la universidad Andrés Bello. Otro estudia Ciencias de la Educación en la Universidad Nacional y uno más estudió en una academia de cocina”. Este último trabajaba entre cañales para ganar 50 dólares cada semana, con esto compraba los materiales de cocina. “Este es un gran esfuerzo. Al final, este muchacho, cuando se hacen algunas actividades, nos cocina. Trae el recetario y nos pregunta lo que queremos para cocinarlo. Ese intercambio es beneficioso para la comunidad”.

Hay alumnos que buscan oportunidades para desenvolverse en su medio: venden lo que pescan. Una de las maestras de la escuela opina que lo beneficioso para ellos sería un bachillerato en turismo. La zona lo propicia y los graduandos lo saben.