“Acá en la isla Perico somos pobres, pero felices”

Así se resume el porqué 134 personas no quieren desalojar las islas Perico y Periquito a sabiendas de que están en terrenos privados. La posible venta de ambos territorios insulares ha generado preocupación en los habitantes.

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En la isla Perico, una familia ha logrado montar este “astillero”; se ganan la vida construyendo o reparando lanchas de sus vecinos. Foto EDH/ Oscar Iraheta

Por Jorge Beltrán

2018-09-06 10:03:07

Cuarenta y dos hombres, 38 mujeres, 29 niñas y 25 niños. 134 personas viven en las islas Perico y Periquito, separadas por un canal que cuando la marea está baja se puede ir de una a otra caminando, algo a lo que pocos se atreven porque el ducto está plagado de mantarrayas con venenosos aguijones y uno que otro cocodrilo, según algunos de sus habitantes, como Santiago Benítez, un pescador de 42 años.

Pero de unos meses acá, toda esa gente está con incertidumbre y en alerta ante la llegada de cualquier foráneo. La felicidad con la que vivieron toda su vida se rompió desde que recibieron la visita del alcalde de La Unión, Ezequiel Milla, para decirles que la isla sería vendida a un consorcio de empresas chinas y, consecuentemente, podrían ser desalojados.

 

 

 

La aversión a los foráneos se percibe desde que se está en el embarcadero. Al decir que se va a la isla Perico, los lancheros dan un precio por el viaje, pero al mismo tiempo advierten que se corre el riesgo de que los habitantes no permitan el desembarco. Incluso, en los lancheros se percibe un poco de temor a hacer un viaje a ese lugar.

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“A ustedes quién los manda”, “Si vienen de parte de esos señores (los dueños de las islas) mejor váyanse”, son algunas de las expresiones. La semana pasada, un equipo de El Diario de Hoy visitó ambas islas, para entrar fue necesario identificarse plenamente y explicar que la visita tenía tan solo un interés periodístico.

Y no es para menos. Está en juego la felicidad de esa gente. Así lo dicen ellos. En esas islas nacieron y allí quieren morir. Es su terruño, es su arraigo, a pesar de todas las carencias que un citadino identifica en cuanto pone un pie fuera de la lancha. Lo único abundante allí es el calor y la sudoración excesiva.

El estrés generado por las dudas que sembró la visita del alcalde Milla está haciendo mella en la salud de algunos adultos. Santiago Benítez sufrió la semana anterior un derrame facial. Los médicos le preguntaron si tenía algún problema. Y sí, tiene uno mayúsculo: teme ser desalojado de la isla Periquito.

A Santiago le han dicho que el interés de los chinos es en la isla Periquito pero que ésta no la venden, si no compran también la Perico. En la primera establecería un complejo hotelero.

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La familia que es dueña de una porción del islote lo ha puesto en venta. Sin embargo hay 35 familias que han vivido ahí por siete décadas.

En la Periquito solo hay dos casas: una donde vive Santiago con su mujer y cuatro hijos menores de edad, y la otra donde vive un septuagenario solitario, con sus perros, gatos y sus gallinas.

Santiago está consciente de que la tierra donde está su vivienda es propiedad de una familia originaria del municipio de La Unión. El lugar donde está su casa de láminas herrumbrosas, plástico negro y tejas, es el mismo donde su padre se asentó cuando llegó a trabajar con la familia dueña en un molino de conchas y caparazones de moluscos con el que fabricaban alimentos para gallinas y abonos agrícolas. El molino estaba precisamente en la isla Periquito, en el extremo norte, asegura Santiago.

Los dueños no han llegado

Hace varios años llegó uno de los dueños acompañado de otras personas, elevaron un drone para fotografiar la isla, pero no le dijeron nada de que iban a vender el inmueble. Lo que saben del posible trato entre los propietarios y los chinos es lo que les dijo el alcalde Milla y el Fiscal General, Douglas Meléndez, quien visitó la isla recientemente y les prometió apoyarlos e investigar a profundidad el trato.

Los isleños dicen que están conscientes de que el terreno donde están sus casas no es de ellos, pero tampoco quieren ser desalojados del lugar donde han hecho su vida, a pesar de las limitaciones con que cuentan: no tienen agua potable, ni letrinas. Solo cuentan con un poco de energía eléctrica que es generada por paneles solares que les regaló la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) hace menos de dos años. Fue una inversión de más de 170 mil dólares.

“Esa ayuda así si se agradece, mire. Usaid nos regaló estos paneles solares”, dice Felícita Marquina, de 68 años.
“Qué vamos a ir a hacer a otro lado. Aquí no tenemos problemas de nada, solo la pobreza, pero así somos felices”, secunda Dolores Martínez, un hombre de 62 años quien recién acaba de llegar de pescar y se ha incorporado a una reunión comunitaria.

Mientras la mayoría de adultos permanecen dentro de sus casas, amodorrados por el calor de la media tarde, un grupo de niños corretea por la escuela; la maestra, debajo de un árbol de morro da atención personalizada a un grupo de alumnos.

134 personas no hacen mucho ruido en el espacio pequeño que ocupa el núcleo de casas, una escuela y una iglesia. El mayor ruido lo hace un grupo de niños que, al final de la tarde, juegan a navegar en un inservible cayuco de plástico fondeado en el embarcadero.

Mitad privada y mitad del Estado

Son cinco los dueños de las islas Perico y Periquito, entre hijas y nieto de un empresario que hace más o menos 75 años estableció la fábrica de alimentos para aves de corral.

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Pero parece que esas islas han tenidos diferentes dueños. En 1909, hubo una compraventa a favor de una mujer de nombre Petrona Candelaria de Dheming. Ella pagó 20 mil colones por esas tierras.

Sin embargo, habría que ver quiénes fueron los anteriores dueños, pues al parecer, de acuerdo con documentos de la Corte Suprema de Justicia, en 1859, hubo una “orden facultando al supremo Gobierno para que pueda vender en pública subasta a ciudadanos de Centroamérica, las islas Perico y Punta Zacate, y emplear su producto en la adquisición de terrenos contiguos al Puerto de La Unión”.

Esos documentos podrían explicar el porqué la isla Perico, de 743,882.24 metros cuadrados, está dividida en parte con personas particulares y con el Estado salvadoreño.