Felícita Chávez, de 59 años, es la dueña de una de las últimas tres panaderías artesanales para la elaboración de marquesotes que aún quedan en el cantón San Pablo, del municipio de San Ramón, en Cuscatlán.
La familia Chávez se ha mantenido en el negocio del marquesote por cerca de 50 años. Fue una tía quien le enseñó a doña Felícita a elaborar esa clase de pan cuando a penas tenía 16 años, ahora, ella ha sido la encargada de enseñarle a sus cuatro hijos, a sus hermanos y sobrinos el arte del marquesote.
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“El hacer marquesotes es una satisfacción, más saber que a las personas les gusta lo que yo hago, eso es gratificante”, señaló doña Felícita Chávez.
Junto a ella trabajan en su panadería su sobrina Flor Chávez quien se encarga de separar la yema del huevo y la clara para luego ser batido y mezclado con la harina, además de barnizar con mantequilla las bandejas donde es depositada la mezcla para ser metida al horno; y su hija menor Rosalina Ángel Chávez, de 25 años, quien se encarga de batir la clara de 70 huevos que mezcladas con la harina sirven para 120 marquesotes. Al final del día ellas elaboran entre 600 a 800 porciones de este típico pan dulce.
Doña Felícita se caso a los 18 años y comenta que siempre ha vivido en el cantón San Pablo, junto a su esposo y sus cuatro hijos a quienes les ha dado sustento, ropa y estudio de la venta y elaboración del marquesote.
“A mi hija mayor le logró costear hasta el segundo año de la universidad en la carrera de enfermería, sin embargo ella prefirió dejar la carrera y continuar con el negocio del marquesote”, mencionó Doña Felícita.