80 casos de desnutrición en la bartolina policial “El Penalito”

Según la PDDH, las bartolinas policiales cerca del mercado La Tiendona, tienen capacidad para 125, pero albergan a 330. De estos, 80 tienen algún grado de desnutrición.

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Un oficial y ocho policías enfrentan juicio aparentemente por facilitar el ingreso de objetos prohibidos en el penalito. Foto EDH/Archivo

Por Stanley Luna / Eugenia Velásquez

2018-07-29 9:26:22

“Enfermos, toquen el candado”. Pausa. “Enfermo en la celda”, gritan los reos de una bartolina del puesto policial en la calle Concepción, en San Salvador, mejor conocido como “el Penalito” o “la Naval”. “Enfermo en la celda”. Entre todos toman el candado del tamaño de una mano para que golpee el hierro de la bartolina y haga ruido. Es una costumbre aprendida para llamar la atención de los policías cuando hay un enfermo grave.

A los minutos tres policías llegan donde escuchan los gritos, sacan al reo enfermo de la celda, lo esposan de las manos y lo jalan por un pasillo. Lo llevan a consulta.

La historia la cuenta Irene -quien ha pedido no identificarse- a pocos meses de haber estado en una de esas celdas donde pasó días que los sintió como meses. Pero no es la única historia que recuerda.

En ese lugar, ella conoció a una joven que tenía 45 días con su periodo menstrual, a dos mujeres más con flujo vaginal y otra con infección de garganta por casi un mes, y cuenta que el día que por fin las llevaron a consulta, su medicina se perdió en un cateo de la Policía y la Unidad de Mantenimiento del Orden (UMO) hicieron en las celdas.

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Irene dice que llegó a dormir hasta con 60 mujeres más, parada, en un espacio de cuatro metros cuadrados, y con ellas compartía una garrafa de agua cada dos días. Convivió con pandilleras y civiles, y compartió su comida, carente en ese lugar.

A las bartolinas del puesto policial de “La Naval” se les llama así porque están frente a la Fuerza Naval, cerca del mercado de mayoreo La Tiendona y próximas al redondel La Isla. Otros lo conocen como el Penalito, porque ha pasado a ser eso, los que están ahí pasan más de las 72 horas que deberían pasar en una “bartolina” como dice la ley. Fueron habilitadas a finales de 2016.

En el inmueble donde en antaño funcionó el cine Tropicana, ahora hay ocho celdas que albergan a más de 330 personas, pero su capacidad es de 125, asegura el jefe del Departamento de Vigilancia Penitenciaria de la Procuraduría para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH), Francisco Hernández.

Los tamaños en las celdas, detalla, son entre cinco y ocho metros cuadrados, pero a veces su capacidad no es utilizada porque hay pandilleros que no permiten a más reos y eso satura las demás bartolinas.

Según Hernández, hay 80 reos desnutridos por no tener alimentación mínima, ya que sus familiares no pueden pagar los tres tiempos de comida. Por esa razón la Policía ha hecho convenios con iglesias católicas y evangélicas, que donan un plato de comida al día a cada reo.

Además, indica que las administradoras de tres negocios cercanos al puesto policial se turnan mensualmente para vender comida a los reos. Así lo han coordinado con la Policía, y hacen descuentos a los familiares de los privados de libertad.

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Esa también es una medida de seguridad, señala Hernández, porque los comedores trabajan bajo un protocolo que permite mayor supervisión de lo que ingresa a las bartolinas.

Los familiares tienen la posibilidad de pagarle semanalmente a los comedores. Una de las administradoras, incluso, dona 10 platos de comida. Pero esas medidas solo son paliativas, dice Hernández.

Las bartolinas policiales fueron creadas para albergar a las personas durante las 72 horas administrativas de la detención, mientras espera que la Fiscalía la acuse en un juzgado y nombre a un defensor, pero son utilizadas, para albergar a reos que por su condición jurídica (condenados o detenido provisionalmente) deben estar en un penal.

En “La Naval”, de acuerdo con Rodríguez, hay jornadas médicas cada dos semanas, pero las atenciones no van más allá que migrañas y problemas de la piel, que pueden solventarse con medicinas comerciales y no especializadas.

La celda de los desnutridos

A diferencia de los penales, las persona que están detenidas en las bartolinas policiales, no reciben alimentación del Estado, sino que el gasto corre a cuenta de sus familias.

Foto/cortesía

Irene cuenta que en su celda solo ocho mujeres tenían qué comer todos los días, pero compartían con las demás. Dice que hay una celda a la que los mismos reos la han bautizado como la “La celda de los desnutridos”, donde guarda prisión gente que no come, y si come, lo hace una vez al día. La mayoría son jóvenes a los que los policías sacan a barrer en el día y de escondidas se acercan a las demás celdas para mendigar comida.

“En mi celda a veces comíamos dos, tres, cuatro bocaditos cada una. A unas les llega desayuno, a otras les llega almuerzo y cena, y hay otros reos a los que no les llega ningún tiempo de comida”, afirma.

Los comedores venden a dos dólares el plato de comida. A eso, según Irene, la familia tiene que invertir para desplazarse a las bartolinas, como lo hacía la mamá y el hermano de una de las compañeras de su celda: viajaba desde la playa El Sunzal, en La Libertad, a la capital para encargarle la comida, y a veces solo podía pagarle un tiempo de comida al día.

“Es que la obligación de garantizar los derechos de las personas privadas de libertad es del Estado y bajo su custodia él tiene que asegurar que reciban alimentación y salud”, asegura el Procurador Adjunto para los Derechos Civiles e Individuales, Carlos Rodríguez.

Rodríguez explica que la PDDH realiza visitas quincenales en las bartolinas policiales y en los penales, con el fin de verificar las condiciones en las que viven los reos.

En una de esas verificaciones, según Francisco Hernández, constataron que posiblemente los ventanales ubicados arriba de las celdas de “La Naval” pasan abiertos en épocas lluviosas.

También tienen reportes que policías u oficiales de ese puesto policial encienden los ventiladores por la noche para que les dé frío a los reos.

Ahí hay una policía a la que los demás agentes le dicen “La Cabo”, quien a veces en las madrugadas encendía los ventiladores. “¿Quieren que les caiga nieve? Pues nieve les va a caer”, cuenta que les decía antes de encenderlos.

En junio de 2016, la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia declaró ilegal en hacinamiento en las bartolinas policiales, tras resolver un recurso de hábeas corpus a favor de tres reos que guardaban prisión en esas condiciones.

El año pasado, en la primera audiencia de seguimiento de la sentencia, el director de la Policía, Howard Cotto, señaló a la Sala que hasta septiembre de 2016 había 5,139 reos en las bartolinas policiales, y cuyo origen era el tiempo prolongado en el que pasaban albergados en ellas. Para entonces reportó una reducción menor a 400 reos.

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Para el Ministro de Justicia y Seguridad, Mauricio Ramírez Landaverde, hay una población “bastante considerable” de reos en las bartolinas de “La Naval” porque es la unidad policial más grande de la capital.

“La desnutrición es por las condiciones propias de las bartolinas, eso conlleva no solamente a situaciones físicas, sino emocionales”, dijo la semana pasada Ramírez Landaverde, luego de una reunión con la Comisión de Seguridad y Combate la Narcoatividad, en la Asamblea Legislativa.