Familia de cabecilla es custodiada por policías para que no la mate la misma pandilla

“Con eso le pagaron a mi mamá, después de que les hacía la hartazón”

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Un agente brinda seguridad frente a la casa del cabecilla en el cantón El Platanar, Moncagua. Foto/ Lissette Lemus

Por Jorge Beltrán

2018-07-16 2:42:22

Las muertes violentas en la zona rural de Moncagua no cesan, aun cuando las autoridades intentan retomar el control con el Plan 10, una iniciativa posterior al Plan El Salvador Seguro (PESS).

La última persona asesinada fue identificada como Elvira Cruz Iglesias, de 46 años. La mataron el lunes 25 de junio, luego de bajarla del autobús en que viajaba. Un grupo de pandilleros interceptó el transporte colectivo en el cantón Los Ejidos, poco antes de llegar a El Platanar, y la acribilló a balazos.

Ese último feminicidio también se suma a los cometidos por pandilleros contra familiares de sus cómplices que se han arrepentido o han traicionado a esa agrupación criminal.

Cruz Iglesias era la madre del “Cucharita”, un cabecilla que se entregó a la Policía el mismo día en que la pandilla tenía planeado asesinarlo por dos razones: primero, le dieron la misión de reclutar a dos de sus primos, de quienes los policías aseguran que “son cipotes sanos y trabajadores”; en caso de que no pudiera reclutarlos, que les matara al padre que, a la vez, es su tío materno.

La otra razón, según la Policía, es que cuando “El Thunder” cayó preso, el “Cucharita” lo sucedió en el mando y, en consecuencia, heredó todas las obligaciones y privilegios. Uno de esos “privilegios” era una joven de pelo rubio y ojos verdes a quien “El Thunder” había obligado a ser su mujer cuando ella tenía solo 13 años.

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Sin embargo, luego que “El Thunder” fue detenido, la joven inició una relación con otro adolescente que no estaba vinculado a la pandilla; y por eso, el “Cucharita” decidió asesinarla. Una noche de principios de este año, unos hombres encapuchados llegaron a la casa de la joven, se la llevaron y la mataron a menos de un kilómetro. La familia escuchó el disparo que le hicieron en la frente.

En esa ocasión, dos grupos de policías que estaban cerca reaccionaron rápido y, cuando se acercaban al lugar donde había sonado el balazo, en una quebrada, sostuvieron un intercambio de disparos. Lograron detener a uno de los pandilleros apodado “Window”.

Fue este quien dijo a la Policía que quien había ejecutado a la joven de ojos verdes era el “Cucharita”.

Como los padres de la joven tenían sospechas de que fuera la Policía o algún grupo de exterminio de pandilleros los responsables de sacar de su casa y matar a la joven, policías locales les dijeron quién había matado a la joven.

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A raíz de ese crimen, otros cabecillas de la pandilla ordenaron que el “Cucharita” fuera golpeado hasta morir y que lo enterraran en uno de los cementerios clandestinos de la pandilla.

En la última semana de mayo pasado, el “Cucharita” recibió una llamada telefónica de “El Callado”, un cabecilla de pandilla, quien le ordenó que se moviera a la montaña, que llevara los “chicles” (munición que tenía) y el arma. “El Cucharita” se lo contó a “El Turca”, un primo que también es pandillero, decidió no cumplir la orden y apagó el teléfono.

Al poco rato, “El Callado” llamó al otro pandillero, primo del “Cucharita”, para preguntarle si este ya había salido. Ya en contubernio, el pandillero le dijo que se había ido y que estaría por llegar. El cabecilla también le ordenó a su interlocutor que se fuera para el campamento. Pero tampoco obedeció y ambos se entregaron a la Policía ese mismo día.

Pero ese mismo día, la pandilla supo que “Cucharita” y “El Turca” se habían entregado. Y sin perder tiempo, enviaron una amenaza: le matarían a toda la familia.

La colaboración del “Cucharita” resultó efectiva. Agentes policiales aseguran que fue por su colaboración que a principios de junio fueron encontrados dos cementerios clandestinos con un total de nueve cadáveres. El 3 de junio hallaron otra tumba en el caserío El Chorizo con unas osamentas, al parecer de un hombre .

Y el 26 de junio, dos pandilleros murieron al enfrentarse a policiales en un campamento montado en el cantón El Rodeo, siempre en Moncagua. Aparentemente, otros dos pandilleros resultaron heridos, pero sus cuerpos no fueron encontrados. “Por ahí van a aparecer putrefactos en el monte”, dijo una fuente policial.

A raíz de las amenazas iniciales y temiendo que a raíz del hallazgo de las tumbas clandestinas arreciaran el afán de matar a la familia del “Cucharita”, las autoridades ordenaron que se le diera protección en su domicilio.

Sin embargo, la pandilla ha comenzado a ajustarle las cuentas al “Cucharita”. El lunes 25 de junio su madre, Elvira Cruz Iglesias, regresaba de San Miguel, de dejarle comida a su hijo, en una sede policial, y a la vez de dejar pagada la alimentación que le darían por los siguientes ocho días.

El crimen fue cometido en el mismo lugar donde una patrulla de fuerzas especiales de la Policía había estado hace poco tiempo. Habían pasado unos tres minutos cuando se cometió el asesinato.

Algunas personas vieron que quien mató a la madre del “Cucharita” fue el “Negro Frank”. “La gente se lo puede bien y, si dijeron que él había sido, es porque él fue”, aseguró un agente de la Policía.

Los pandilleros sabían que no podían llegar a la casa a matar a nadie de la familia del “Cucharita” porque allí permanecen varios policías.

Encarcelados en su propia casa
El padre del “Cucharita” y dos mujeres jóvenes, así como un tío, su mujer y dos hijos permanecen encerrados en una casa rústica en el cantón El Chorizo. No pueden salir a ninguna parte por que, si salen, los policías que los cuidan tendrían que desplazarse y descuidarían la seguridad de la casa donde está el resto de la familia.

“Nos han mandado a decir que solo esperan que la Policía nos descuide 10 minutos para venir a matarnos a todos”, dice uno de los dos hombres mayores.

Que el “Cucharita” decidiera entregarse a las autoridades para salvar su vida le ha costado ya la vida de su madre y ha puesto en peligro completamente la integridad de todas su familia.
Su padre y el tío trabajan como obreros textiles en la fábrica de tejidos de henequén. Otros trabajan en la agricultura. Pero desde la última semana de junio nadie sale de casa. El asesinato de Elvira les ha demostrado que los excómplices del “Cucharita” están al acecho.

Familiares de Elvira Cruz Iglesias, madre de “Cucharita”, asesinada en el cantón Los Ejidos, Moncagua. Foto/ Lissette Lemus

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Los abuelos del pandillero abandonaron El Platanar hace varias semanas. No tuvieron valor para asistir al funeral de Elvira, por temor a que los pandilleros les hicieran daño o les dieran seguimiento y descubrieran dónde están viviendo.

La familia está consciente de que no podrán vivir todo el tiempo con protección policial ni recluidos en la casa. Pero de momento no hallan qué hacer. El involucramiento del “Cucharita” en las pandillas les ha trastocado sus vidas y ellos están pagando el precio más alto, dicen.

“Así le pagaron a mi mamá después de que les hacía la hartazón (comida)”, dijo una de las hijas de Elvira durante su sepelio. Eso lo escuchó un policía. Y es cierto. Cuando su hijo se involucró con las pandillas, la mujer les daba de comer a los pandilleros que su hijo llevaba a casa, de lo poco que tenían. A veces también les lavaba la ropa.

Según la Policía, Elvira era una especie de vivandera (vendía víveres). Los pandilleros le llevaban los alimentos para que ella se los preparara a veces hasta para unos 15 pandilleros. El esposo de Elvira no niega que su mujer les hiciera la comida. Solo aclara que les daba comida de lo poco que la familia tenía.