Carta desde Zacatraz, la historia de un pandillero acusado de 17 asesinatos

El escritor del libro es el periodista Roberto Valencia, quien narra la vida de El Directo, un reconocido pandillero de El Salvador. El objetivo es exponer el fenómeno de las pandillas.

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Un juez de Vigilancia Penitenciaria de San Vicente, amplió el plazo de la emergencia por 15 días en el penal Zacatraz, penal de San Vicente y granja penitenciaria.

Por ACAN-EFE

2018-07-14 2:00:36

A Roberto Valencia le apasiona el periodismo sin licencias y las crónicas de largo aliento. Las que le permiten entender un poco el mundo. Por eso utiliza la historia del pandillero más mediático de El Salvador, el Directo, para tejer y analizar un fenómeno, el de las maras, que ha transgredido límites.

“El Salvador todavía está condenado, incluso si se empezarán a hacer bien las cosas, mínimo a un par de generaciones más a convivir con altísimos niveles de violencia”, asegura en una entrevista con la Agencia EFE este periodista nacido en España (Euskadi, 1976) pero que vive en El Salvador desde 2001, cuando perseguía su sueño.

Antes de acudir a la Feria Internacional del Libro de Guatemala para presentar “Carta desde Zacatraz” (editado por Libros del K.O.), Valencia habla sobre los entresijos de la historia de Gustavo Adolfo Parada Morales; un hombre que en 1999, cuando era un niño de 17 años, fue acusado de cometer diecisiete asesinatos como líder de una de las clicas más activas de la Mara Salvatrucha: la Pana Di Locos.

Este francotirador de la palabra lo conoció dos años después. Lo entrevistó, por primera vez cuando ya cumplía su condena, para uno de los medios referentes del periodismo tradicional salvadoreño. Le vio “potencial” al personaje aunque no le mirase a los ojos.

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El Directo había sido un tipo que había paralizado un país por lo que hizo y lo que dijeron que hizo; porque lo condenaron como menor y por haber sido acusado de diecisiete homicidios; por fugarse y por volver a la cárcel. Ocupó portadas durante años.

Valencia es de la vieja escuela de los recortes. Hasta hace pocos años recortaba noticias que le interesaban y las clasificaba. Ahí había muchas del Directo. Pero la espinita de hacer algo más de fondo quedó aparcada hasta que años después, cuando ya formaba parte del equipo de El Faro, surgió una nueva oportunidad: hacer un libro.

Y la historia de vida de este pandillero ha servido como hilo perfecto para conducir este viaje de unos 8 años -con más de 50 entrevistas a personas que lo conocieron de cerca- por los entresijos de un fenómeno “peculiar” e inigualable, el de las maras, donde el Directo jugó un papel fundamental.

Por los medios y por la sociedad. Pero lo cierto es que está “detrás de medidas tan transcendentales en el ámbito de la seguridad pública como la separación y la asignación de penales completos a una u otra pandilla”. Un intento de acabar con la conflictividad que solo permitió que las maras se organizaran aún más.

La del Directo es una historia “muy rica, no menos interesante que la de varios de miles de pandilleros”, pero es la tela que sirve para “hilvanar, desde su nacimiento hasta su muerte en 2013, todo el conocimiento acumulado en torno al fenómeno de las maras”.

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La lectura es compleja. Se trata de una problemática cuyo impacto más dramático, “el día a día en los muertos”, está constreñido a las clases más bajas, esas a las que la gente no voltea a mirar.

“Esto termina creando una especie de costra y de insensibilidad hacia el problema que tiene una sociedad como la salvadoreña”. Suena duro y Valencia lo sabe, pero está convencido: la sociedad “tolera” los 10 homicidios diarios en un país de 6,5 millones de habitantes. “Y faltan los desaparecidos. Los heridos. Los que huyeron. Los desplazados”.

Los que no se cuentan.

Puede ser un defecto o una virtud, “o las dos cosas al mismo tiempo”, que la gente sea capaz de convivir con eso, pero también hay otra lectura: “la insensibilidad que te genera que están matando a 10 paisanos tuyos todos los días”.

Y la realidad seguirá así un par de generaciones más porque están “caminando en la dirección contraria”. Valencia admite que no tiene la fórmula mágica que ponga fin a un lastre de décadas, pero la represión por sí sola tampoco lo logrará.

Hay más de 64 mil pandilleros activos. El 1 por ciento de la población. Todos hombres. Y a ellos se suma el colchón social: madres, hijos, mujeres, “el aceite que lubrica todo ese motor”, simpatizantes o amigos. Más de 400 mil personas que deberían estar en la cárcel, las segundas más hacinadas del continente.

“El problema es de tal tamaño que es ya inmanejable (…). No puede un país de 6.5 millones de habitantes tener a 400 mil personas en la cárcel. Eso es algo más que suficiente para empezar a considerar otras vías de consideración de conflictos que están por todo el globo terráqueo. No hay que inventar nada”, reitera.

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E insiste una y otra vez que las medidas de represión, llamadas de mil y una formas por Gobiernos de izquierda y derecha, no son la solución: “Para mí esto es obvio que no se puede solucionar por la vía represiva pero es paradógicamente lo que más exige la sociedad salvadoreña. Y lo que más votos da”.

El libro funciona entonces como “espejo” de un país al que puede no gustarle el reflejo, con medios de comunicación que en los inicios de las maras mostraron condescendencia y luego amplificaron el fenómeno con cero crítica a las medidas represivas; con una sociedad que no voltea y con unas políticas que no funcionan.

El resultado de todos estos ingredientes cocinándose a fuego lento durante años es un problema de “convivencia diaria brutal” que te impide ir a la colonia de enfrente a estudiar, a visitar a tu hermano o a enterrar a tu madre.