Artista rinde tributo a la Ruta de Las Flores con show de danza y circo

Rodrigo Valle le hace un homenaje a las tradiciones de ese destino turístico con "El circo de las flores".

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Artista circense y bailarín de ballet. / Foto Por René Estrada

Por Tatiana Alemán

2018-03-08 3:29:27

La magia de las leyendas de Apaneca, Juayúa, Ataco, Nahuizalco y Salcoatitán alentó a Rodrigo Valle a crear “El circo de las flores”, un espectáculo que retoma la tradición de cada uno de estos pueblos que forman la Ruta de las flores. Según el chavo, la idea surgió de la necesidad de difundir las historias de estos municipios, en donde hubo una fuerte presencia de indígenas.

“Es la propuesta para dar a conocer la esencia de esta ruta y nuestra cultura. Me di cuenta de que muchos pueblos tienen sus leyendas, por eso me di la tarea de recopilarlas hablando con los lugareños. Mucha gente escoge la política como su plataforma de acción. Yo elegí hacer arte”, explica el chamaco.

El espectáculo está dividido en seis partes: “Flores en el desierto”, “El toro lucero”, “Izalco”, “La leyenda de Leandro Mata”, “Quetzalcóatl” y “Los chorros”. En cada pieza combina el baile con la manipulación de objetos, una rama del arte circense. Valle hace figuras hasta con 24 aros, con los que forma un torbellino.

“Cada coreografía tiene una cosa específica. Un hula hoop con luces Led es la presentación de la tradición de ‘El toro lucero’, en Ataco. En ‘La leyenda de Leandro Mata’ me visto de catrín y juego con las varitas, haciendo una acto de ilusión que muestra la tradición de que en todos los pueblos hay una bruja o un brujo”, detalla. El 12 de marzo estrenará “El circo de las flores” en el parque de Juayúa.

Apasionado por la danza

A los 14 años, Rodrigo incursionó a la Escuela Nacional de Danza (END), para formarse como bailarín de ballet. “Crecí rodeado del arte pero no había encontrado la rama que me llamara la atención. Traté de hacer pintura y un montón de cosas y no me sentía cómodo. A mí me gustaba ver a los bailarines, parecían como que estaban volando, y yo decía: ‘¡Ah, qué chivo lo que hacen!’. Pero me caía mal tener que bailar. Un día, mi mamá me involucró en grupo de baile. Lo hice y me gustó, me quedé practicando. Me hacía sentir cómodo el bailar. Después busqué una manera profesional de hacerlo, una manera de educarme en esa rama”, cuenta.

El chavo decidió combinar sus habilidades para el baile con el arte circense para dar vida a su proyecto de circo unipersonal. Empecé a practicar Multi hooping, que consiste en agarrar muchos aros y hacer determinada cantidad de figuras: alas, piernas y mandalas. Vi que podía bailar en el proceso de crear las figuras. También practico las varitas, me gustan por los niños porque se asombran cuando ven el espectáculo, por sus colores llamativos y efectos especiales. Me gusta presentarme para y por los niños. Se dejan llevar por su imaginación”, afirma.