La vida de Cecilia es un milagro de monseñor Romero

Ella es la mujer, de 35 años, cuya recuperación de un síndrome que le dañó el hígado y un riñón se ha convertido en el milagro necesario en la Iglesia Católica para que el arzobispo mártir sea proclamado santo.

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Por Lilian Martínez

2018-03-07 9:44:33

-Si cree en algo, en un dios, pídale por ella, porque, así como está, lo más seguro es que se muera -dijo el nefrólogo.

Ella, Cecilia, estaba en coma inducido por los médicos diagnosticada con el síndrome de Hellp, una condición incurable que le dañó el hígado y los riñones.

Esa noche, en su casa, Alejandro se extendió en el suelo, boca abajo, lloró y gimió: “Señor, salva a Cecilia, sálvala”. Se levantó, tomó la Biblia de su abuela Rebeca, la abrió y vio una estampa de Monseñor Romero.

Él, que cuando niño llegó a sentir cierta aversión ante las repetidas alabanza de su abuela hacia el arzobispo asesinado, vio en aquella estampa una señal, una sugerencia: “Pedile a Monseñor Romero que interceda por Cecilia, él la ayudará”.

 

 

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Cecilia, la mujer por cuyo expediente médico el Vaticano se ha decidido a canonizar al beato Óscar Arnulfo Romero, aceptó hace más de un año hablar sobre lo que ella, su familia, el clero, los fieles católicos y quien escribe consideran un milagro.

Entre los obispos de El Salvador, monseñor Rafael Urrutia fue el primero en saber sobre lo ocurrido y desde el principio lo consideró un milagro. También es quien regañó a Alejandro y Cecilia por no habérselo informado inmediatamente, pues son sus parroquianos.

-Nosotros no queríamos hablar nada de esto -dice Cecilia.

-Sabíamos que era un milagro -confirma Alejandro.

-¿Lo sabían? -pregunto fingiendo duda.

-Sí, sabíamos que, independientemente de cómo lo vieran por fuera, era milagroso esto… pero no teníamos el remoto interés de que se supiera. No pensamos que se convirtiera en algo tan trascendental y que moviera a tanta gente en todos lados y que tanta gente se admirara. No pensábamos que eso llegara a suceder -explica Alejandro.

Él ha leído todas las notas de prensa publicadas al respecto. Incluso una en la que afirmaban que la favorecida con el presunto milagro era una mujer embarazada a la que habían atropellado. Las notas se multiplicaron desde que en el Vaticano se confirmó el estudio del caso, donde monseñor Vicenzo Paglia y el cardenal Ángelo Amato estaban al tanto de todo.

Cecilia Rivas llegó a la cripta de catedral para agradecer al Beato Óscar Romero el día en que se anunciò su canonización.
Foto/ Marvin Romero

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Cecilia y Alejandro tienen 6 años de vivir juntos y 5 de casados. Se conocieron en 2009. Ella trabajaba en una empresa de construcción, era la recepcionista. Él era el supervisor de topografía en un proyecto.

Ella recuerda: “A mí me gustó, pero era bien creído. Solo llegaba el día de pago. Como el proyecto estaba en La Unión, solo llegaban a traer los cheques. Ahí medio platicábamos. Las pláticas que teníamos era sobre sus sobrinos y sobre mi hijo mayor que tenía 3 o 4 años. Terminó el proyecto, dejó de llegar, pero en el 2010 le tocó ir a traer la carta de la renta. Cuando llegó, ese día habían pagado. Yo no hallaba con quién irme para cambiar el cheque y le pedí que me llevara”.

Fueron al banco, almorzaron en un restaurante de comida china. Él la invitó a salir y pronto se hicieron novios.

Alejandro explica la estrategia que uso para conseguirlo: “A mí me gustaban los niños. Yo no tenía, ella sí. Un primo tenía un hijo y, en ese momento, era bien cercano porque vivía en frente de mi casa. Yo me sentía bien identificado con él. A ella le gustó eso”, dice él.

Emiliano, el hijo mayor, tenía cinco años cuando ellos se conocieron. Cecilia recuerda que el noviazgo no le cayó bien al niño.

“Emiliano reclamaba porque antes los sábados y los domingos eran de él. Cuando salía con Alejandro, lo dejaba donde mi papá y regresaba hasta la tarde”, recuerda Cecilia.

Poco a poco, la relación se volvió cada vez más formal, hasta que decidieron vivir juntos.

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Cecilia llegó al ISSS con la presión alta y viendo luces el 27 de agosto de 2015. Madre ya de un niño y una niña en embarazos complicados, tenía una cesárea programada para inicios de septiembre; pero su condición cambió los planes de los médicos.

Los doctores le diagnosticaron preeclampsia, por lo que hubo que hacerle una cesárea de emergencia… Luis Carlos, su tercer hijo, nació el 28 de agosto.

Cecilia no se había recuperado de la cesárea cuando empezó a sentir nuevas molestias, entre estas dolor e inflamación abdominal que hicieron sospechar a los médicos que, posiblemente, se había producido una fisura en la vejiga durante la cesárea.

La llevaron de nuevo al quirófano. Esta vez los médicos se dieron cuenta de que tenía problemas con el hígado y un riñón. Así, le diagnosticaron síndrome de HELLP. Como parte del tratamiento, le indujeron un coma y le empezaron a hacer hemodiálisis.

Alejandro Rivas, su esposo, no podía creer que un día ella estuviera contenta tras dar a luz a Luis Carlos, su tercer hijo, y al día siguiente estuviera en coma.

El médico le dijo que si creía en algo o en alguien, que rezara, pues médicamente había poco que hacer por ella.

Él se tiró al suelo y rezó. Tomó la Biblia de su abuela y la abrió. Una estampa de Monseñor Romero, que quizá ella había guardado ahí, le sirvió para pedir la intercesión del obispo mártir. El 10 de septiembre de 2015 Cecilia, a quien los médicos dieron nulas esperanzas de vida, salió del coma y pudo ver de nuevo a su esposo y a su bebé.

“Yo vi cómo ella se recuperó… Estaba el doctor Santos, que dio su declaración y que confirma… él es evangélico, es de Toby. Él era el residente de la sala. Está la UCI y la UCIN. En la UCI hay cinco o cuatro camas. Ella no estaba en la UCI porque estaba llena. Estaba en al UCIN…en el hospital General del Seguro Social”, recuerda Alejandro.

El 7 de marzo, mientras preparaba panqueques para el desayuno de su familia, un mensaje de WhatApps enviado por la secretaria de monseñor Rafael Urrutia la sorprendió:

¡Cecilia! ¡Cecilia! ¡El Vaticano hará santo al beato Monseñor Romero!

Los panqueques se quemaron… Y Cecilia no pudo más que dar gracias y arreglar a sus hijos mayores para llevarlos a la escuela. Ella, Alejandro y Luis Carlos tenían que ir a la cripta y rezar. Como todos días, dar gracia por el milagro recibido y advertir: “Aquí el importante es Monseñor Romero, no nosotros”.

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“Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti. Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamado todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti”.

En la cripta, confundidos con otros fieles que han llegado a rezar, Cecilia, Alejandro y un matrimonio de su comunidad, con el que asisten a la parroquia Beato Monseñor Óscar Arnulfo Romero, hacen Laudes, la oración matutina de la Iglesia Católica.

Un par de fotógrafos hace imágenes en el lugar ante la noticia de la próxima canonización de Monseñor Romero.

Atrás parecen haber quedado las horas de angustia, cuando el médico le advirtió a Alejandro que lo único que podía hacer era rezar.