Los principales tipos de cáncer en mujeres y hombres en El Salvador

El Rosales enfrenta muchos obstáculos para tratar este padecimiento debido al desabastecimiento de medicamentos

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Por Xenia González

2018-02-07 10:24:49

La primera persona que notó los moretes en los brazos de Rosa Dubón fue una cliente de su puesto de refrescos quien le preguntó, medio en broma, medio en serio, si su esposo la golpeaba.

Rosa no lo pensó mucho y le contestó riéndose que sí, que esta vez se había pasado.

“No sabía que esa broma me iba a salir cara”, comenta ahora Rosa, de 59 años.

La cliente la vio con seriedad y le dijo que fuera a pasar consulta. Rosa se preocupó, pensó que sí era extraño que le estuvieran saliendo moretes sin motivo aparente y que además por las tardes caía con fiebres.

Rosa pasó por varios meses por la unidad de salud de Quezaltepeque, por el Hospital San Rafael y por el Hospital Nacional de la Mujer hasta llegar al Hospital Rosales.

Las posibles causas eran variadas, desde anemias, dengue hemorrágico, hígado graso o un fibroma.

Todo fue descartado hasta que en el Rosales por fin dieron con la causa de su malestar: leucemia de células peludas. Un tipo de leucemia poco común y aún más raro en mujeres, ya que usualmente afecta a los hombres.

“De 100 personas, el 99% son hombres y yo fui ese 1%”, le han dicho a Rosa.

“De todas las loterías, esta es la que tuve que ganar”, piensa.

La enfermedad también tiene la suerte de ser una de las que más desabastecimientos de medicamentos para tratarlas enfrenta en el Rosales.

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El Hospital Bloom y la Fundación Ayúdame a Vivir tienen el único registro de cáncer pediátrico en el país que permite determinar con precisión la prevalencia de casos. Entre enero de 2014 y octubre de 2017, atendieron 648 casos nuevos de cáncer.

En el hospital se atiende a los pacientes de este tipo de leucemia con Interferón, pero la escasez es recurrente. Además de que son pocos los pacientes que la padecen, el costo del medicamento es muy alto.

De hecho, después de recibir la noticia de su enfermedad, también le llegó la noticia de que no había Interferón para comenzar el tratamiento.

Aunque hay casos, como el de Rosa, en el que la enfermedad se da de forma leve, ella se mantiene susceptible a infecciones.

Foto de referencia/Archivo

La mayor parte del año pasado la pasó sin recibir inyecciones del medicamento y cada vez se sentía más decaída. De vez en cuando volvieron los moretes y las calenturas.

A finales de 2017, la unidad de hematooncología del Rosales había logrado obtener un pequeño lote del medicamento y Rosa recibió su primera inyección en meses.

El tratamiento la ayuda a sentirse más segura, aunque el primer día es difícil. Rosa cuenta que después de la dosis, por las tardes suele ser atacada por un frío espantoso, y aunque se envuelva con todas las cobijas posibles no siente mejoría, pero a la mañana siguiente está como nueva.

Rosa tuvo que dejar su puesto de frescos, sentía que cada vez estaba más débil y por el contacto con el hielo desarrolló una grave enfermedad respiratoria.

Ella a veces resiente su debilidad y no poder tener los mismos ingresos a los que estaba acostumbrada, cuenta que le gusta poder ayudar a los demás, ser capaz de compartir lo que tiene con alguien más, pero ahora es más difícil.

“Con esta enfermedad dan ganas de llorar, usted se siente sola, usted siente que nadie está con usted”.

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Elisa (nombre ficticio). A sus 44 años, Elisa fue diagnosticada con cáncer de ovario y cáncer de colon. A Irma Flores le detectaron cáncer de mama. La vida de estas mujeres cambió después de recibir ese diagnóstico. Ambas comparten sus historias.

Rosa llegó a sentir que ya no servía para nadie y que su vida había terminado hasta que compartió un momento con otro paciente de leucemia.

Era un adolescente de 17 años que con soltura le preguntó por qué estaba triste, le preguntó cuántos nietos tenía y cuántos hijos tenía.

“Yo no he gozado la vida, no he empezado a vivir, el Señor me tiene en sus manos y él sabe qué va a hacer de mí. Y usted tiene nietos, ya va a tener bisnietos, échele ganas”.

Ocho días después Rosa supo que el joven había muerto, pero sus palabras aún la acompañan cada vez que se desanima.

“Hay que echarle ganas. Hay que seguir dando, vivir lo que se pueda y a plenitud”.

La vida o la nariz

Ricardo Cortez, de 87 años, perdió su nariz a finales del año pasado. Por años había pasado recurriendo a pomadas, cremas, pastas con hierbas para curar una lesión que le había aparecido en la nariz.

Él recuerda que empezó como un raspón cuando se cayó en el camino a un mandado, pero nunca le sanó.

Tras pasar consultas por varias clínicas, llegó con su hijo al Rosales donde descubrieron que la causa de su lesión era un tumor.

“Él dijo, qué quiere usted, que se muera su papá así o mejor quitándole la nariz”, recuerda Cortez que escuchó decir a un cirujano.

Cortez no pudo dejar de sentirse nervioso. “Como usted sabe, con una cosa que le haga falta ya no es igual”, pero pensó que quería hacer el esfuerzo de quedar sano, poder descansar tras décadas de trabajo bajo el sol y poder disfrutar con sus nietos.

“Ustedes son los que mandan”, decidió.

Cortez comenzará este año el proceso para que le realicen una restauración de la nariz en la unidad de cirugía plástica del Rosales.