La historia de amor de dos salvadoreños que comenzó en una pista de baile

??scar y Ofelia se enamoraron en un salón de baile cuando vivían en Santiago de María, en el oriente del país, en 1943. Sus vidas tomaron caminos distintos y cada uno formó su propio hogar. Cuatro décadas después se reencontraron.

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??scar y Ofelia se enamoraron en un salón de baile cuando vivían en Santiago de María en 1943.

/ Foto Por Lissette Lemus

Por Marvin Romero

2017-02-14 7:38:00

El amor de Ofelia y Óscar nació entre el ritmo de tangos y boleros, en un salón de baile de esos que ya no existen, tan populares durante la década de 1940 en los pueblos de todo El Salvador. A sus 13 años ambos coincidieron en ese rincón situado en el municipio de Santiago de María, Usulután. Era una noche de 1943. 

Ofelia relata que el destino la llevó a aquel lugar. Óscar insiste en que llegó al salón porque sonaba una buena canción. 

La pareja recuerda que ambos se gustaron, y como era costumbre en aquellos años, él la invitó a la pista a bailar un bolero del que no recuerdan su nombre. Ambos quedaron enamorados.

 


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Desde esa noche fueron novios. Salían a bailar cada vez que había oportunidad. Óscar recibió clases de baile y Ofelia ya traía el ritmo en la sangre.  Se volvieron muy populares entre la juventud santiagueña. Eran los reyes de la pista. 

 Así pasaron sus noches de juventud. Aquel salón fue testigo de interminables horas de música que prometían durar por siempre. “Pero todo lo bueno se acaba”, reflexiona Óscar. Estudios, trabajo y obligaciones familiares -de esas que cuesta entender a tan corta edad-  llevaron sus pasos por caminos distintos. 

Para ambos hubo un sinfín de tangos y boleros, pero ninguno fue como el primero que bailaron juntos: “Tres Recuerdos” de Pablo Ríos, su tema favorito. Durante los años que vinieron, escuchar esa canción fue un golpe directo. Sin piedad a la memoria y al corazón.

Pero la vida debía seguir y cada uno, por su cuenta, comenzaron a vivirla. Estudiaron, crecieron y consiguieron trabajo. Conocieron a otras personas. Se enamoraron, se casaron, vinieron los hijos y ellos también crecieron. Por varios años fueron felices pero la vida siguió su rumbo, ese que un día inevitablemente termina. Óscar y Ofelia volvieron a quedar solos.

El esposo de ella murió en 1984, la esposa de él falleció unos años antes. Sufrieron la ausencia pero aprendieron a vivir con sus recuerdos.

Ofelia se mudó a la capital con una de sus hijas, a la que ayudaba, muy de vez en cuando, a atender el negocio familiar: una farmacia. Óscar ya vivía en la ciudad y para pasar el tiempo salía a dar largos paseos por las calles. Durante una de esas salidas a Óscar le pareció reconocer un rostro familiar. Frente a él se encontraba Ofelia, quien  escuchaba con atención las peticiones de un cliente.


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Se acercó para despejar su duda. Reencontró a su compañera de baile. Platicaron largo y tendido por horas y horas. Desde ese día, Óscar, un hombre sano y fuerte, “se enfermaba todos los días solo para venir a verme”, recuerda Ofelia.

Comenzaron una relación, al principio un poco a escondidas, después ya con conocimiento de sus hijos y amigos. La misma que dejaron en pausa en 1945. Se casaron en 1989. A pesar de los años, la pasión que los unió sigue viva, quizá más que antes. 

Desde entonces, cada sábado se visten con dedicación y conducen hasta el centro de San Salvador, en donde queda el que probablemente sea el último salón de baile como aquel de Santiago de María, en el que por horas viven bailando rodeados de recuerdos.

A ese mismo salón, sobre la avenida España, también asisten decenas de parejas de adultos mayores que no van solo por la música, llegan para revivir esos viejos amores que quizá no corrieron con la misma suerte que el de Óscar y Ofelia y ahora solo viven en la memoria.