El pistolero de la 75 Avenida Norte vuelve a asaltar en horas pico

El hombre golpeó tres veces con su arma el vidrio de la conductora: "¡Dame el celular!" Escondido en una esquina lo espera un motociclista para ayudarlo a huir.

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En el semáforo de la 75 Avenida Norte, que empalma con la final de la Juan Pablo II, es punto de asalto por las noches.

/ Foto Por Lissette Monterrosa

Por Guadalupe Trigueros

2016-11-21 2:30:00

Es la noche de lunes, pasadas las siete, cuando el tráfico en la 75 Avenida Norte luce medianamente despejado.  De todos es conocido que en la zona, hombres armados asaltan a los incautos automovilistas que esperan la luz verde del semáforo.

Muchos conductores confían en las alertas de “Waze”.  Pero esa noche no había ninguna sobre  “asaltante” en esa  vía.

Ana Ruth (nombre ficticio) conducía su auto a esa altura, junto a su hija Maricela (nombre ficticio), rumbo a casa. Conversaban sobre las cosas de ambas durante el día. La madre había recorrido San Salvador por su trabajo de atención a clientes. Comenzó en Santa Elena durante la mañana.  No hay peligro en esa zona.

Distinto cuando se conduce por la calle Reforma.  Cuando se viene de la colonia San Francisco y se quiere conectar con la Zona Rosa, esta es la mejor opción, pero, con la precaución del caso.  Bajo el árbol de la esquina de una oficina bancaria permanece un limpiador de parabrisas que a su vez tiene bajo su disposición a dos mujeres jóvenes.


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-“No pidan permiso, de un solo mojen el vidrio, no sean p….”

Las mujeres obedecen atemorizadas. Algunos conductores suben sus ventanillas deprisa  y otros prefieren controlar la situación con monedas de 25 centavos de dólar.

 En el carril contrario, ocurre algo extraño. Los conductores  se desvían al lado opuesto, como huyendo de algo. Otros se meten al parqueo del supermercado para alejarse. En el semáforo que conecta con el bulevard General Castellanos, en la esquina de la gasolinera, un hombre semi desnudo, alto y de pelo cano,  se lanza contra los automóviles, gritando improperios. Ana Ruth prosigue rumbo a la Zona Rosa y mira por el retrovisor  a los conductores evasivos.

 Por la noche, salió de la oficina y pasó por su hija a la escuela de canto.  Al bajar, lo hizo por el Redondel Beethoven. Justo en ese semáforo, ya son conocidas las señoras que venden periódicos, los muchachos que venden verduras, frutas, bolsas para basura,  agua embotellada y, entre ellos logran filtrarse entre uno y dos señores que piden monedas. Todos en su conjunto pueden considerarse “pasivos”, si se pasa todos los días por ahí sin que uno te ataque o te asalte.

Ana Ruth y su hija se incorporan en la 75 Avenida Norte y conversan sobre  la audición de canto. Marisela le notifica a su madre que se ha inscrito para participar con la “ópera proibita”. Conecta su celular, sintoniza en Youtube la interpretación de la pieza y Ana Ruth toma el aparato para ver el vídeo, justo cuando el semáforo de esa vía está en rojo.

 ¡Grave error!

(El pistolero y el conductor de la motocicleta suelen escapar por esta calle que lleva al colegio Pedrosa, según las víctimas)

Por el espejo izquierdo, Ana Ruth detecta a un hombre que viene corriendo por el pasillo que queda entre los dos carriles de autos. Lleva mochila a un lado y un arma. El sujeto se dirigía directo a ellas. Tres golpes al vidrio de la ventana, arma en mano y el desesperado imperativo: ¡dame el celular!

Ana Ruth se negó y el hombre volvió a golpear con mayor insistencia la ventana, con la cacha del arma.

-¡Dame el celular!

– ¡No llevo!

-¡Mamá dáselo, te va a matar!

-¡Dame el celular!

-¡No es mío!

-¡Dale el mío mamá!

Ana Ruth debió abrir a medias  la ventanilla  y le entregó el celular de su hija.

El pistolero corrió hacia una motocicleta donde ya lo esperaba otro compañero que estaba situado en la entrada de la oscura calle trasera del colegio Pedrosa y del Hotel Gardenia. Huyeron en sentido contrario a sus víctimas, a toda velocidad.

Eran pasadas las siete de la noche del lunes, día de trabazón.

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