Foto cortesía @blogdelnarcomx
“Mis senos y mi vientre son mi orgullo porque, a pesar de mi embarazo, no tengo cicatrices”, relató al portal de noticias Infobae.
En un inicio, la joven comenzó a vender zapatos, ropa usada y cuidaba niños a domicilio pero no era suficiente y fue hasta que la amiga de una expareja que le ayudó a ingresar al mundo del narcotráfico hasta que comenzó a escalar.
“Esa amistad es clave para entender por qué estoy en prisión”, dijo a Infobae.
Sandra primero trabajó como sexoservidora en una fiesta de criminales y luego pasó a ser halcón, es decir, una persona que vigila y alerta sobre la presencia de enemigos y autoridades al cartel.
Tras pasar un tiempo, participó en grupos de secuestros. La joven confesó que en su grupo había 53 personas más.
Según Excélsior,las jóvenes “sicarias” del grupo de Los Zetas cobraban mil 200 pesos quincenales o por ejecución en el 2011.
El arrepentimiento
Sandra nunca quiso estudiar. Su padre murió de tuberculosis y su madre pasaba meses fuera de casa por el trabajo por lo que creció prácticamente sola.
La capturaron durante un secuestro y no quiso confesar que pertenecía al cartel de Los Zetas porque su condena sería mayor.
La vida de Sandra ahora en la cárcel ha sido difícil, sufre de ataques de ansiedad y taquicardia y lo único que espera es salir y comenzar sus estudios para ser laboratorista dental, trabajar y cuidar a su hija.
“Grito, lloro, siento que me hago humo. Hasta mi sombra se ha enfermado”, confesó.