Sandra, la sicaria que controló el crimen organizado y ahora se arrepiente de sus hechos en México

La vida de Sandra en la cárcel ha sido difícil, sufre de ataques de ansiedad y taquicardia, Lo único que desea es terminar su condena y comenzar sus estudios.

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Foto EDH/archivo

Por Agencias/ C.Fuentes

2020-04-02 2:12:16

Sandra, una joven de 21 años, entró al mundo del crimen por una amiga y se introdujo tanto que tuvo a más de 50 sicarios al servicio de Los Zetas. Sin embargo, su papel dentro del narcotráfico solo le duró tres años.

En el informe Adolescentes: vulnerabilidad y violencia, publicado en el 2016 por el Centro de Investigación y Estudios Superiores en Antropología Social (CIESAS) se narra la vida de la joven.

Sandra se mudó a Cancún, Quintana Roo para trabajar y así lograr mantenerse a ella y a su hija. Su primer trabajo fue como sexoservidora. La joven fue rechazada por una agencia de modelos que requería de mujeres para promover productos en centros comerciales.

Foto cortesía @blogdelnarcomx

“Mis senos y mi vientre son mi orgullo porque, a pesar de mi embarazo, no tengo cicatrices”, relató al portal de noticias Infobae.

En un inicio, la joven comenzó a vender zapatos, ropa usada y cuidaba niños a domicilio pero no era suficiente y fue hasta que la amiga de una expareja que le ayudó a ingresar al mundo del narcotráfico hasta que comenzó a escalar.

“Esa amistad es clave para entender por qué estoy en prisión”, dijo a Infobae.

Sandra primero trabajó como sexoservidora en una fiesta de criminales y luego pasó a ser halcón, es decir, una persona que vigila y alerta sobre la presencia de enemigos y autoridades al cartel.

Tras pasar un tiempo, participó en grupos de secuestros. La joven confesó que en su grupo había 53 personas más.

Según Excélsior,las jóvenes “sicarias” del grupo de Los Zetas cobraban mil 200 pesos quincenales o por ejecución en el 2011.

El arrepentimiento

Sandra nunca quiso estudiar. Su padre murió de tuberculosis y su madre pasaba meses fuera de casa por el trabajo por lo que creció prácticamente sola.

La capturaron durante un secuestro y no quiso confesar que pertenecía al cartel de Los Zetas porque su condena sería mayor.

La vida de Sandra ahora en la cárcel ha sido difícil, sufre de ataques de ansiedad y taquicardia y lo único que espera es salir y comenzar sus estudios para ser laboratorista dental, trabajar y cuidar a su hija.

“Grito, lloro, siento que me hago humo. Hasta mi sombra se ha enfermado”, confesó.