La inestabilidad en Afganistán podría afectar a soldados de El Salvador en Malí

El integrismo islámico de los talibanes amenaza no sólo a sus vecinos, sino también a países de África, por ejemplo Malí, donde El Salvador tiene tropas de paz.

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Talibanes en Afganistán. Imagen Referencia

Por Por Pascal Drouhaud

2021-08-28 9:00:20

La caída de Kabul en manos de los talibanes amenaza con exportar la inestabilidad y la violencia a las regiones vecinas, sobre todo las que están bajo asedio de los grupos radicales islámicos.

Los acontecimientos se están precipitando tanto que el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, alertó que es “altamente probable” que se produzcan más ataques terroristas contra el aeropuerto de Kabul “en las próximas 24 a 36 horas” tras el atentado del jueves, en el que murieron 13 soldados estadounidenses.

Joe Biden, presidente de Estados Unidos. Foto AFP

Pero lo que está ocurriendo a todas luces es que los talibanes están cercando el lugar, su gran trofeo cuando lo tomen definitivamente.

En seguida se teme una onda de choque en las regiones vecinas, bajo asedio del integrismo islámico.

Para el caso, desde casi 10 años, países como Burkina Faso tanto como Nigeria y Malí -donde tropas de El Salvador trabajan con Naciones Unidas en operaciones de mantenimiento de la paz- enfrentan una amenaza islamista que se ha vuelto en un conflicto armado a largo plazo.

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La presión es permanente tanto en términos militares como económicos y políticos. La estrategia de los grupos islamistas se parece a una lógica de guerra de guerrillas: impactar la opinión pública a través de actos violentos, los atentados destinados a marcar la memoria colectiva.

Al Qaeda e ISIS

Desde la entrada de los talibanes en Kabul, el 15 de agosto pasado, los grupos islamistas en la región del Sahel, ampliada a la del Sahara, celebraron la evolución de los acontecimientos en Afganistán. Iyad Ag Ghali, líder de la coalición Grupo de apoyo al Islam y a los musulmanes, afiliado a Al Qaeda, felicitó al “Emirato islámico de Afganistán”.

Ghali subrayó “la paciencia” que requirieron estos 20 años desde la invasión de EE.UU. y así mandó un mensaje a sus fieles y aliados haciéndoles ver que el tiempo juega supuestamente en su favor.

La postura de los talibanes preocupa en la región arábiga. / Foto Archivo

Ahora bien, las situaciones parecidas de manera global son bien distintas por el volumen de fuerzas involucradas y el nivel de penetración social económica de los grupos islamistas. Lo cierto es que se mantiene la relación entre Al Qaeda y los talibanes: el líder de Al Qaeda, Al Zawahiri, prestó lealtad al jefe talibán Haibatullah Akhundzada en 2016. Sin embargo, los lazos con ISIS/ Estado Islámico están marcados por la rivalidad. Fue la representación afgana de ISIS la que reivindicó los últimos atentados en el aeropuerto de Kabul el 26 de agosto pasado. Esto deja entrever una lucha entre ISIS y los talibanes que firmaron a, pesar de todo, los acuerdos de Doha en febrero de 2020 con los Estados Unidos y que previeron la retirada de tropas estadounidenses. Además, los talibanes se comprometieron a no hacer de Afganistán un santuario del terrorismo internacional, razón por la cual la presión política, con las poblaciones, jefes de provincia y otras organizaciones, está anunciándose compleja y sensible.

En África

A la diferencia de los talibanes, los grupos islamistas en el Sahel nunca ejercieron un poder, que fuese local, regional y nacional. Ahora bien, el tipo de conflicto que se vive en África tiene una dimensión psicológica. La caída de Kabul tuvo sin duda, un efecto eléctrico, para no decir “eufórico” sobre los movimientos terroristas. Piensan que el tiempo juega en su favor y que la estrategia del terror genera resultados.

En el Sahel, específicamente en la República Centroafricana de Malí, tropas de El Salvador participan en operaciones de paz de las Naciones Unidas (MINUSMA) desde 2013.

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Las operaciones están dirigidas por Francia y aliados africanos del G 5 (Mauritania/ Malí/ Nigeria/ Chjad/ Burkina Faso), a través de la Operación “Barkhane”, compuesta de más de 5000 miembros, principalmente miembros de las fuerzas especiales, que cubre un espacio tan grande como Europa.

El presidente francés Emmanuel Macron anunció el 13 de julio pasado el fin de la operación. Pero este anuncio, sumado a los últimos eventos en Kabul, puede ser malinterpretado y ser considerado como un principio de retiro como el de Estados Unidos.

El Sahel, en su dimensión migratoria, económica, estratégica y por consecuencia política, constituye la frontera sur de los europeos, cuando es el horizonte norte para los países africanos. Mientras, los grupos islamistas intentan difundir un paralelismo entre los eventos en Afganistán y que lo que ha pasado allí se repetirá en otras regiones.

El desafío consiste en reforzar o reconstruir una legitimidad que basa por un solo camino: el bienestar económico y social y el fin de la corrupción, para que los países no sean pasto de las llamas del integrismo islámico.

Afganistán lo acaba de demostrar: se pueden inyectar trillones de dólares, decenas de miles de material militar pesado, años de intervenciones y miles de muertos, pero al final los pueblos caen si no se forman democracias fuertes.

Talibanes en Kabul. / Foto Archivo

Los eventos de Kabul obligan tanto los países que participan en operaciones exteriores a analizar el contexto. Está comprobado que una salida de la tropas, como ha sucedido en el caso de Afganistán, acelera la caída de regímenes que fueron apoyados durante años y no lograron no solamente implantarse sino convencer de su eficacia, sentido del interés general y capacidad en ser autónomas.

El diagnóstico es terrible pero realista. Es además de gran actualidad frente a grupos determinados y convencidos en ganar a lo largo del tiempo.