Perú: el psicólogo que estranguló a un asesino serial en una terapia cumplió su condena y se autoproclamó candidato a presidente

El crimen lo cometió en 9 de febrero de 1986 mientras interrogaba al "descuartizador de Lima", presunto asesino de más de 20 mujeres.

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Mario Poggi falleció a los 73 años de edad de dos paros cardíacos. Foto Tras pasar cinco años en prisión se volvió en un personaje de la farándula. Foto Captura de pantalla YouTube: Ivan Vildoso

Por N. Hernández / Agencias

2021-02-09 1:14:31

Mario Augusto Poggi Estremadoyro leía las cartas, hacía análisis psicológicos, le gustaba jugar póker, ilustrar; también era artesano, escultor, periodista, escritor y hablador de cuatro idiomas. En Perú era conocido como el “loco del parque” porque solía sentarse en un banco del Parque Kennedy, el corazón del barrio Miraflores de Lima.

Casi todo mundo lo conocía porque se había convertido en un personaje pintoresco. Tenía el cabello teñido de verde flúor, usaba pipa y lentes gruesos. Además, vestía de traje, andaba en bicicleta y en 2006 se autoproclamó candidato a presidente bajo el lema “acompañame” con el partido de derecha POGGI. Desde el banco del parque vendía los tres libros que escribió: “Mi primer pajazo”, “Yo sé que soy imbécil” y el “Decálogo de la correa vengadora”.

Era un referente de la política, “era un hombre macabro, además de ser culto, profesor, actor y humorista. Sus interpretaciones, sus ocurrencias, sus divagues eran propios de un personaje querible, inofensivo. Le asignaron un espacio en la televisión basura peruana. Vaticinaba proezas y lecturas inverosímiles desde su banco de plaza, bajo la sombra de un árbol en la rotonda de los artesanos”, consigna Infobae en una publicación.

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Este hombre que murió en febrero de 2016 a los 73 años en el hospital Casimiro Ulloa después de no tolerar dos paros cardíacos tenía miles de excentricidades, entre ellas un homicidio.

Antes de ser “el loco del parque” fue reclutado por la policía local para resolver el caso del “descuartizador de Lima”, su perfil académico y profesional lo hacían apto para el trabajo ya que presumía de tener una formación en Europa y título en Criminología de la Universidad Católica de Lovaina en Bélgica. Era común que se vanagloriara de ser psicólogo, escultor, arquitecto, politólogo y de provenir de una familia bien constituida.

Por el asesinato fue condenado a 12 años de prisión, pero sólo cumplió cinco. Foto perfil de Facebook Mario Poggi

El “descuartizador de Lima” era Ángel Antonio Díaz Balbín, lo acusaban de haber asesinado a puñaladas a su tía y dos primor en 1976, también era el principal sospechoso del crimen de la italiana Nina Barzotti. Estuvo detenido en 1985 en el penal de Lurigancho, una prisión de hombres ubicada en las afueras de Lima y considerada hoy la más poblada de Latinoamérica.

Durante el cumplimiento de su condena, gozó de salidas transitorias para estudiar o trabajar, esto por su buena conducta. Por esta época, 1985 -1986, la población de la ciudad estaba aterrorizada por un asesino en serie que acostumbraba a dejar por las calles y basureros bolsas negras con cadáveres desmembrados.

El psicólogo del Instituto Nacional Penitenciario (INPE) descubrió que la aparición de los restos de al menos 20 víctimas mujeres coincidían con las salidas vigiladas del recluso. La policía lo detuvo de inmediato, y pasó de ser “el vampiro de Breña” a “el descuartizador de Lima”.

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Mario Poggi, en ese entonces de 42 años, estaba sin trabajo, fue llamado para trabajar el perfil psicológico del supuesto asesino serial y obtener las confesiones de los atroces crímenes.

Después de dos encuentros, Poggi estaba seguro que Ángel Díaz Balbín era el responsable de los crímenes, pero este no reconocía su autoría. El psicólogo apeló a distintas técnicas en el interrogatorio: quitándole la comida, mostrando fotografías de los cuerpos desmembrados e incluso se dice que probó con “métodos científicos” usados durante la Segunda Guerra Mundial, pero no logró que el sospechoso confesara.

Cuatro días después, el criminólogo habló con el periodista Jorge Salazar de la revista Caretas para ofrecerle la primicia: “Puedo certificar que él es el descuartizador. He realizado muchas pruebas psicológicas, científicas. Es un peligro”.

Tras pasar cinco años en prisión se volvió en un personaje de la farándula. Foto Captura de pantalla YouTube: Ivan Vildoso

Los policías no confiaban en su conclusión: exigían pruebas. Otros medios tampoco. Entregó los casetes de sus testimonios a cambio de dinero y coordinaron una sesión de fotos privada para el viernes 7 de febrero. El fotógrafo Víctor Chacón Vargas presenció el interrogatorio del psicólogo.

“Le puso una correa, le indicó que tenía que cortarle los brazos a un muñeco, hablaban de formas de cortar cuerpos. Poggi amenazó a Balbín de muerte pero nadie le tomó en serio porque creyeron que era parte del estudio”, dijo.

Las fotos develaron el nivel de sumisión del acusado y la ansiedad del terapeuta por obtener la confesión, pero el sospechoso seguía sin confesar. La presión creía cada vez más porque el plazo de prisión preventiva se terminaba. En la siguiente sesión, el 8 de febrero de 1986 Poggi le mostró dibujos para que el acusado interpretara y tampoco funcionó.

Finalmente, la noche del domingo 9 de febrero el psicólogo abandonó su cordura y terminó por asesinar a Balbín. Pidió privacidad al guardia para aplicar una técnica del tratamiento. El sospechoso estaba esposado con las manos en la espalda, todo estaba siendo grabado. En la cinta se escucha el audio previo al asesinato: “¡Así, no te muevas, no te muevas! ¡No te muevas, asesino! ¡Asesino, asesino! ¡Ya no matarás a nadie asesino! ¡Maldito!”

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El relato fue publicado al año siguiente en el libro Poggi: la verdad del caso, escrito por Jorge Salazar.

El psicólogo mató al sospechoso. Ajustó la correa de su cinturón sobre el cuello del acusado y presionó hasta el final. Años después dirá desde su banco en la plaza que, mientras agonizaba, el acusado confesó los crímenes. Fue condenado a doce años de prisión por la Corte Suprema de Justicia. Solo estuvo cinco años preso en el penal de San Jorge. En 1991 fue beneficiado por la ley de despenalización y hasta 1998 debió presentarse todos los meses en las comisarías.

En 2001, cuando se cumplió un cuarto de siglo de su asesinato, le dijo a El Comercio de Perú: “Soy un héroe, los salvé de un monstruo”. La misma sentencia y el mismo orgullo con el que le informó el asesinato a los policías de la dependencia cuando abrió la puerta del interrogatorio.

Díaz Balbín murió sin confesar los asesinatos que presuntamente cometió. Después de su muerte y con Mario Poggi preso, los descuartizamientos siguieron apareciendo en las calles y los basurales de Lima.