El otro lado de las protestas: “Mejor pregúntate por qué esas estatuas seguían ahí”

Las protestas tras el asesinato de George Floyd han llegado al punto de derribar estatuas de personajes por su vínculos con la esclavitud, dentro y fuera de EE. UU..

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La estatua del traficante de Edward Colson terminó al fondo del río, en la misma área portuaria donde hace varios siglos él embarcaba a cientos de esclavos a las Américas. Foto / AFP

Por Ricardo Avelar

2020-06-14 10:54:03

Este fin de semana, en el centro de Londres, una protesta contra el racismo y la brutalidad policial se enfrentó a grupos de ultraderecha y neonazis que se oponen a la reciente ola de manifestaciones convocadas por Black Lives Matter, el colectivo que a nivel global exige un final a las injusticias de poblaciones afrodescendientes, además de otras minorías de color.

Más allá de los enfrentamientos de ambos bandos y las tensiones con la policía, otro punto llamó la atención en la Plaza del Parlamento, un pequeño parque frente al mítico “Big Ben” y a un costado de la Abadía de Westminster: la estatua de Winston Churchill, que generalmente luce triunfal en este espacio, apareció desde el viernes resguardada por altas murallas para evitar intentos de vandalismo en su contra. La ciudad ocultó por primera vez desde su instalación a su ex primer ministro más significativo.

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Y es que el asesinato del afroamericano George Floyd el pasado 25 de mayo a manos de un grupo de policías de Minneapolis, en Estados Unidos, ha desatado una serie de protestas en todo el mundo que, además de exigir un fin a prácticas policiales violentas y abusivas, buscan reexaminar cómo algunas sociedades recuerdan a algunos personajes con un pasado racista.

“No puedo respirar”, las tristes últimas palabras de Floyd se han convertido en el grito de batalla de cientos de miles en todos los rincones del mundo para quienes el ideal de “igualdad” que pregonan las democracias aún luce lejano. Esto, por su parte, ha llevado a muchos protestantes a exigir la remoción de estatuas que honran a estas figuras y otros han decidido derribarlas o pintar consignas.

El alcalde de Londres, Sadiq Khan, ordenó cubrir la estatua de Churchill solo unos días después de que en Bristol, 189 kilómetros al oeste de Londres, cientos de manifestantes lanzaron la de Edward Colson al río Avon desde el puerto local. Este personaje, además de dar forma a la ciudad, comandó expediciones de venta de esclavos africanos a las Américas. Irónicamente, su estatua vivió unos días al fondo del puerto donde desembarcaban sus naves con esclavos. Esta ya fue rescatada por las autoridades locales, pero el mensaje parece claro: los habitantes no tolerarán más verla ahí.

El rey Balduino, de Bélgica, es mostrado ensangrentado por su rol en la colonización del Congo. Foto /AFP

Pero no todos consideran esto una revisión constructiva de la historia. El primer ministro británico, Boris Johnson, vio estos hechos como esfuerzos por “censurar la historia” y destacó el rol de Churchill como el líder que comandó a los británicos en tiempos de guerra. Priti Patel, ministra del interior fue más allá y consideró esto un acto de “puro vandalismo”.

Imágenes similares se han producido en Estados Unidos, donde estatuas de líderes de la Confederación (el bloque sureño de estados que permitían la esclavitud y buscó separarse de Estados Unidos en el siglo XIX) han sido pintadas o derribadas. Eventos similares se han visto en Bélgica, con el vergonzoso legado de colonialismo brutal en el Congo; y Escocia, donde la tradición de poner conos en la cabeza de las estatuas se ha combinado con la cruzada antirracista.

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En Boston, las protestas fueron más allá y “decapitaron” a Cristóbal Colón en protesta por el pasado colonial. En Puerto Rico y en Florida, las manifestaciones se dirigieron a las estatuas del colonizador español Juan Ponce de León, que en algunos casos amaneció con el nombre George Floyd pintado y las siglas BLM.

Estatua del general confederado Robert E. Lee en RIchmond, Virgina, Estados Unidos. Foto / AFP

Nancy Pelosi, presidenta demócrata de la Cámara Baja del Congreso de Estados Unidos, ha pedido retirar las estatuas de líderes confederados de un salón que honra a figuras históricas en el Capitolio, sede del Legislativo en Washington DC.

El movimiento Black Lives Matter insiste que es necesario confrontar los fragmentos de la historia que normalizan, honran o celebran el racismo, la esclavitud y algunos de los horrores del colonialismo.

Las estatuas son, pues, un nuevo flanco en esta batalla cultural que el mundo atestigua.

“La pregunta no es por qué derribaron la estatua”

Si bien este derribo de monumentos de pasado racista está presente en los medios por el alza de protestas de Black Lives Matter, es una práctica común en movimientos de protesta que buscan eliminar apologías a pasados opresores.

En las protestas denominadas Euromaidan, en las que los ucranianos buscaban sacudirse el histórico yugo ruso entre 2013 y 2014, se derribaron 552 estatuas de Vladimir Lenin, primer líder de la Unión Soviética. Estas edificaciones daban cuenta de casi un siglo de influencia del gigante euroasiático sobre Ucrania.

En esa ocasión, tuve la oportunidad de entrevistar a Viktor Zagreba, un joven profesional que ayudó a coordinar algunas de las protestas. Al llegar al punto de las estatuas, hizo una precisión: “La pregunta no es por qué derribaron las estatuas. Mejor pregúntate por qué esas estatuas seguían ahí”.

El punto de Zagreba coincide con el de algunos manifestantes de Black Lives Matter. Quizá lo curioso no sea el intento de derribar o vandalizar efigies de “héroes” cuestionables del pasado, sino la poca revisión de sus acciones que podrían empañar la gloria y el loor que les rodea.

Independientemente del bando en que alguien se sitúe (a favor de los derribos, en contra totalmente o abierto a una reflexión sobre la historia y las acciones que de esto resulten), es indudable que se vive un punto de inflexión histórico. El asesinato de Floyd está dejando una marca indeleble en nuestros días.