Karla Homolka y Paul Bernardo eran una joven pareja que aparentaba ser el matrimonio ideal: guapos, simpáticos, pero fueron los más insospechados asesinos seriales. En realidad los unía algo macabro, una relación sadomasoquista perversa y criminal.
Los medios de comunicación luego los bautizarían como “the Ken and Barbie Killers” por su similitud física con los muñecos de Mattel.
Karla conoció a Paul cuando ella tenía 17 años, él tenía 23; eran simpático e inspiraba confianza, pero tras esa imagen tenía una larga lista de maltratos y violaciones. La pareja se conoció en 1987, como en él, nada en el aspecto exterior de la joven despertaba desconfianza porque era bonita y simpática.
El vínculo entre ambos se reforzócuando Paul descubrió que a diferencia de otras personas Karla no se horrorizaba con sus perversiones y compartía sus fantasías. Así fue que mientras eran novios, él violaba a adolescentes entre los 15 y 19 años, Karla sabía de los hechos y lo aprobaba. Tres años después se casaron.
El patrón
A los 26 años Paul ya era considerado un violador en serie y había sembrado el terror en el barrio de Scarborough, un suburbio de Toronto en Canadá. El patrón de conducta se repetía en varios hechos y las autoridades lograron identificar que localizaba a sus víctimas en los alrededores de las paradas de buses. Además, eran muchachas que regresaban de trabajar o estudiar, se les acercaba y con frases simpáticas se ganaba su confianza.
Después las llevaba a un sitio oscuros y solitario, ahí las golpeaba, insultaba y luego las violaba. Según las autoridades, la apariencia que tenía le permitía ganarse la confianza de las víctimas de forma fácil.