“Yo sabía que venía a este país para algo mejor”, es la frase con la que Edwin Alexander Herrera, un expolicía, originario de Quezaltepeque, describe su historia tras emigrar a EE. UU. en 2001.
Los salarios bajos y sus deseos de superación fueron las principales razones por las que decidió salir de El Salvador e iniciar un nuevo reto en el país norteamericano.
Herrera emigró en 2001 dejando a sus dos hijos, uno de ellos menor de un año, a cargo de su compañera de vida de quien se había separado tiempo atrás.
En 1995 se incorporó a la Policía Nacional Civil, formó parte de las primeros despliegues que la PNC hizo en el país tras su creación en 1992.
“En aquel tiempo era la mejor opción”, confiesa este salvadoreño que, asegura, luchó en este país por un trabajo que le permitiera obtener los ingresos que necesitaba para sacar adelante a sus hijos.
Vivian Pereira llegó indocumentada a EE.UU. en 1995. Con su esposo visita El Salvador todos los años para llevar ayuda a niños y ancianos. En 2018, mil familias fueron beneficiadas con sus donaciones.
“Como policía ganaba $360 y nos daban los uniformes y la comida, pero el sueldo no alcanzaba y empece a hacer otros trabajos”, dice. Para el 2000 ya estaba trabajando en una imprenta y ayudaba a su papá en un taller de electrónica.
Tras su llegada a EE.UU. tuvo que hacer trabajo de albañilería, jardinero, carpintero, entre otros. Vivía en Florida con uno de sus hermanos. “Cuando llegas acá te toca agarrar lo primero que te ofrecen y empezar a abrirte camino hasta lograr lo que te propones”, sentencia.