China, la segunda economía más grande del mundo, ha pasado de la etapa de crecimiento económico acelerado a la de un desarrollo de alta calidad. Este escenario vuelve urgente la búsqueda de mecanismos para perseverar en la nueva concepción del desarrollo, en el cambio de las características del desarrollo, la optimización de la estructura económica y la transformación de la fuerza motriz del crecimiento.
El desarrollo impulsado por la innovación, que sea ecológico y bajo en utilización de carbono, constituye una medida decisiva para materializar el objetivo planteado y promover el desarrollo económico y social sostenible.
En 2016, el gobierno chino formuló un plan de desarrollo energético estableciéndose una meta cinco años, conociendo que para el 2020, la proporción del consumo de energía no procedente de combustibles fósiles aumentará a más del 15 % del total, y la proporción del consumo de carbón caerá por debajo del 58 %.
La capacidad instalada de generación de energía renovable alcanzará los 680 millones de kilovatios y su rendimiento llegará a 1.9 billones de kWh, representando el 27 % del total mundial.