Opinión: La ciencia de la incertidumbre

Nunca antes en la historia de la humanidad estábamos tan preparados para afrontar una crisis de esta magnitud.

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Dr. Gonzalo Batres-Baires, intensivista salvadoreño radicado en Alemania.

Por Dr. Gonzalo Batres-Baires*

2020-04-19 1:09:03

El primer jefe y profesor de medicina del Hospital Johns Hopkins, Sir William Osler, aseguraba que el gran reto era llevar a los hombres al nivel de pensamiento que obliga la aplicación de las verdades científicas. En otras palabras, alcanzar un estado en el que el conocimiento se traduce en acciones que ayudan a sanar los sufrimientos de la humanidad. Estas ideas las transmitía Osler, padre de la medicina moderna, un poco antes que surgiera la “Gripe Española” en 1918, la última gran pandemia de dimensiones comparables a COVID-19.

En la actualidad, médicos y científicos somos capaces de entender y explicar el porqué de muchos padecimientos humanos. Nunca antes en la historia de la humanidad estábamos tan preparados para afrontar una crisis de esta magnitud. Y sin embargo, más de cien años después un virus del lejano oriente es capaz de producir muerte, desesperación, miedo y caos en países enteros. Es por esto que creo conveniente retomar conceptos fundamentales y parafrasear algunos aforismos de Osler, muy famoso dentro del gremio médico pero poco conocido para el gran público.

A principios del siglo XX Osler brindó una excelente disertación sobre el surgimiento de la medicina preventiva. Acá explicó que habían tres formas de ver los brotes de enfermedades infecciosas: los más primitivos ven el todo como un castigo divino, los intrépidos niegan que exista una enfermedad y los hombres de ciencia recurren al método experimental. Se ha insistido que la vía de transmisión del SARS-CoV-2 es a través de microgotas que ingresan a la vía respiratoria.

Estas se producen al toser y son tan pesadas que caen rápidamente a la superficie. Es absurdo enterarse de personas que creen que el volátil virus vuela y está presente en el aire. El médico canadiense ironizaba “jabón, agua, y sentido común son los mejores desinfectantes”, es decir el lavado de manos y evitar el contacto social. Quedan para la posteridad las imágenes de alcaldes fumigando, rociando calles y personas con lejía y cloro para combatir al virus.

El que fue alumno de Rudolf Virchow señalaba que “el deseo de tomar medicamentos es quizás la mejor característica que distingue al hombre de los animales”. Equivocado no estaba. Por lo tanto es deber moral denunciar los mensajes equivocados de uno u otro personaje a la población atemorizada que está dispuesta a automedicarse con lo que sea. La frase “uno de los primeros deberes del médico es educar a las masas para que no tomen medicamentos” es la sentencia de Osler contra todo aquel que haya dicho públicamente si uno u otro medicamento cura y previene el COVID-19 sin tener la evidencia científica que lo respalde.

“No hay arte más difícil de adquirir que el de la observación, y para algunos hombres es muy difícil registrar una observación en un lenguaje sencillo”, pronunciaba el ilustre galeno. Si bien es cierto la observación es un don que no todos poseen, es deber de los líderes asesorarse al máximo para darse cuenta cuando algo funciona mal. La contaminación del personal de salud en distintos hospitales ya sea por falta de equipo de protección o aplicación fallida de protocolos es un grave problema que merma la capacidad de reacción en el inicio de la fase crítica en El Salvador. El gobierno debe observar y enmendar la falla.

Por último, el análisis epidemiológico de la enfermedad es determinante para decidir medidas que resuelvan los problemas de la pandemia. No en vano nos advertía Osler que “La medicina es una ciencia de la incertidumbre y un arte de la probabilidad”. Las autoridades deben agotar al máximo el análisis de datos estadísticos a su disposición para tomar medidas justificadas que no sean fácil de cuestionar como ha sido el caso recientemente.

*Intensivista salvadoreño
radicado en Alemania