Madre de mujer policía raptada en fiesta del GRP relata el último contacto que tuvo su hija

Carla Ayala fue raptada por un policía élite que la hirió de bala tras una fiesta. Mientras sus parientes viven en zozobra, la Fiscalía denuncia que hubo encubrimiento policial y la corporación asegura que trabaja para esclarecer el caso.

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Por Diana Escalante

2018-01-27 7:00:10

“Mi hija me decía que iba a trabajar en la Policía porque ganaría mejor; que lo haría por mi bien, pero mire cuál es el bienestar que me dejó”, dice llorando la madre de la policía Carla Mayarí Ayala Palacios, quien fue desaparecida hace 24 días, tras un hecho confuso ocurrido durante una polémica fiesta realizada en la sede del Grupo de Reacción Policial (GRP).

Lo que se sabe sobre el caso es que, la noche del 28 de diciembre, Ayala llegó a la sede policial, cerca del Estadio Cuscatlán, invitada por una colega, para celebrar la Navidad.

En la madrugada, el agente del GRP, Juan Josué Castillo Arévalo, aparentemente bajo los efectos de bebidas embriagantes, la lesionó de bala y se la llevó del lugar en una patrulla policial. Todo esto pasó ante la mirada de otros policías que, de acuerdo a las investigaciones, no intervinieron.

 

 

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Desde ese día, las autoridades desconocen el paradero de Carla Mayarí —quien estaba destacada en la Unidad de Investigación Disciplinaria de Apopa— y de Juan Josué. Ni los 5 mil dólares de recompensa que ha ofrecido la Policía Nacional Civil a quien ayude a capturar al policía élite le ha permitido obtener más información.

Mientras que la Fiscalía General ha denunciado que ha detectado omisiones e incongruencias en la investigación; y la Policía asegura que está haciendo su parte para obtener resultados, en una populosa colonia de Apopa la madre de la agente desaparecida, quien tenía 38 años, no encuentra consuelo.

A la señora le mortifica no saber qué le hicieron a su hija y dónde la dejaron. Intenta encontrar fortaleza en sus dos nietos, de 15 y 18 años, pero ellos también se sienten devastados por la ausencia de su madre. “El niño más grande piensa que ella se buscó lo que le pasó por haber ido sola a esa fiesta y el más pequeño confía en que está viva. Yo creo que ya pasó mucho tiempo y solo un milagro de Dios la puede traer de regreso a casa”, dice acongojada la mujer.

Ilustración EDH/ Jorge Castillo

En medio de la incertidumbre, la mamá de la policía se muestra aliviada porque su desgracia, dice, pudo haber sido peor: esa noche uno de sus dos nietos pudo haber ido acompañando a su madre a la fiesta de la que no regresó.
Según cuenta, a la policía le gustaba bailar y solía tomar bebidas alcohólicas, pero sabía controlarse.

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Dos días antes de que ocurriera su desaparición había asistido con su esposo a una celebración que fue realizada en otra unidad de la corporación policial. Carla Mayarí ya le había dicho a uno de sus hijos (al que era más apegado a ella) que lo llevaría al próximo festejo que tuviera. No lo hizo.

“El niño es el único que salía con ella, ya le había dicho que lo iba a llevar a esa fiesta pero no le dijo cuándo. Él ahora me dice: ???Mirá, mi mami no me invitó a la fiesta’. Pero hoy que pasó esto yo le digo que mejor que no haya ido, porque ya serían dos que a saber a dónde estuvieran”, relata la anciana.

Del día del incidente, la mujer recuerda que Ayala salió de la vivienda a las 4:30 de la madrugada rumbo al trabajo.
Siempre se marchaba cargada de emparedados, pan dulce y café, los cuales vendía entre sus colegas. La policía nunca solía decirle a su pariente lo que haría, por lo cual la señora desconocía que esa noche asistiría a la reunión del GRP.

A quien sí le contó que lo haría fue a su esposo. Le llamó por teléfono como a la 5:00 de la tarde para avisarle. A él, según su suegra, no le pareció la idea y se lo hizo saber, pero la policía siempre se fue.

Pasadas las 11:00 de la noche, la policía se comunicó de nuevo con su cónyuge y aparentemente no le dio muestras de que estuviera en peligro. Esa fue la última vez que sus parientes supieron de ella.

Policía prestó servicio desde los 19 años

La agente Ayala Palacios trabajó en la institución policial la mitad de su vida.  Primero laboró en una pizzería y simultáneamente cursaba el bachillerato, opción contaduría, en la Escuela Nacional de Comercio, en el barrio San Jacinto, de San Salvador.

Un día llegó a casa y le contó a su mamá que había ingresado a la Policía. Tenía 19 años. La noticia no fue del agrado de la señora; por más que intentó convencerla de que se dedicara a otra profesión no logró persuadirla.

Carla Mayarí Ayala Palacios.

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La madre de Carla Mayarí sabía que su pariente siempre había tenido un temperamento fuerte; temía que eso le pudiera conseguir algunos problemas. También creía que ser policía era un trabajo peligroso y no quería eso para una de sus dos hijas.

Cada vez que la señora le exponía estos temores a la joven, ella le respondía: “Tranquila, no me va a pasar nada”.
Ambas habitaron siempre bajo el mismo techo. Cuando la agente tuvo a sus dos hijos los dejaba al cuidado de su mamá mientras que ella salía a trabajar.

Primero estuvo destacada en Osicala, Morazán; después fue trasladada hacia Ciudad Delgado y a Cuscatancingo, ambos municipios de San Salvador. Luego la enviaron a Suchitoto, en Cuscatlán, y el último trabajo que realizó fue en Apopa, en la Unidad de Investigación Disciplinaria.

El día de la desaparición
Algunos agentes que participaron en la celebración a la que llegó Ayala Palacios acompañada de una colega relatan que ambas estuvieron ingiriendo bebidas alcohólicas, al igual que la mayoría de asistentes.
En la velada, que fue autorizada por el comisionado Orlando Parada Batres, jefe en funciones de las Áreas Especializadas, fueron rifadas varios botellas de vodka y wisky.

Testigos aseguran que cuando Carla Mayarí pidió irse hacia su casa, los jefes autorizaron que una patrulla la llevara hacia su casa. Entre los policías que la trasladaban a su residencia iba Castillo Arévalo y dos agentes más.

Lo que las autoridades no han podido determinar es qué llevó al agente a disparar contra su colega.
Tras el ataque, se regresaron a la base del GRP. Los dos policías se bajaron del vehículo para ir a reportar lo ocurrido y dejaron la llave de la patrulla colgada. En ese momento, Juan Josué huyó, llevando raptada a Ayala.

Cuatro compañeros de trabajo del agente prófugo están detenidos provisionalmente porque habrían cometido el delito de incumplimiento de deberes al permitir que Castillo Arévalo escapara.