El Oráculo de la “Cuenta Fortunas”

“Una mujer te traiciona” –dijo al lanza-dagas la adivina de los naipes españoles. “En cada carnaval sangra un rosal y un joven caballero llega hasta una virgen mujer para amarla. Es entonces que -mientras tú la sueñas- él le vuelve con sus besos tu sueño realidad. Veo después algo terrible en esas cartas. En vez de lanzar a la pista los puñales apareces clavándolos en tu propio corazón. Esto significa que -al matar lo más amado- también tú morirás.” Luego la adivina le aconsejó: “Bebe una copa de aceite antes de beber licor y despertarás a media noche sin borrachera. Así descubrirás todo lo que esconde en las sombras la alegre mascarada.” Damus salió huyendo de la carpa de la mujer. Tan nefasto augurio le atemorizaba. Al llegar a su carromato entró al perfumado camerino de su mágica asistente de acto. La vio glamorosa ante el tocador, retocando el carmín de sus labios y el rubor de sus mejillas. Sus labios que resultaban enrojecidos cada vez que sangraba un rosal en noches de carnaval y el rubor de su rostro que se borraba en la suavidad de su tez. Un fino chal de lentejuelas caía sobre la figura de la hermosa Casiopea. Sin faltar la gema sobre su pecho, como una ofrenda al dios del amor. Estaba más bella que nunca, luciendo una rosa negra en su cabellera. La profecía del oráculo estaba por cumplirse. (XII) de: “La Máscara que Reía.” ©