“Cuando salga de acá espero ser una mejor mujer, una mejor madre”, dice Yanira mientras trabaja en granjas penitenciarias

Mujeres que casi terminan de cumplir condenas, participan en granjas penitenciarias y lo ven como una opción de vida cuando salgan libres.

Por AFP

2021-05-17 11:04:09

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“Yo tengo tres hijos y me duele en mi corazón no estar con ellos, pero es lo que motiva día con día para salir adelante en este lugar”, comenta en la granja Alma Yanira Rodas, de 31 años, quien ya cumplió siete de una condena de 10 años por extorsión.

“Cuando salga de acá espero ser una mejor mujer, una mejor madre, pero también regenerarme (…) que no me vayan a ver mal”, expresa.
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Son 59 reclusas bajo “fase de confianza”, fuera de una celda, y que duermen en cuartos instalados en la Granja Izalco, un particular centro penitenciario a 60 km al occidente de San Salvador.
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Al amanecer, se despliegan en el campo. Unas crían y cuidan de animales y otras se dedican a la producción agrícola a “cielo abierto” y en donde, además del cielo, también ganan su redención. Por cada día en la granja, las internas acumulan dos días en la reducción de su pena.
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Lizbeth cumple ocho años de condena por robo y ya casi la termina. En una granja de El Salvador, aprende a producir verduras y criar conejos para alimento, una labor que, dice, continuará cuando recupere su libertad.
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Que los reclusos trabajen en granjas no es algo nuevo, pero según el director de Centros Penales, Osiris Luna, ellas forman parte de un nuevo programa del gobierno que tiene como objetivo que “los privados de libertad cultiven, cocinen y consuman sus propios alimentos”.
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El penal se sitúa en un área de 35 hectáreas, donde están los cuartos de las reclusas, oficinas administrativas, zonas de crianza de cerdos y conejos, así como cuidado de las verduras y espacios de cultivo. El penal también tiene guardería con casi medio centenar de menores, para las internas con niños pequeños.
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De pantalón azul y suéter amarillo, salen a trabajar en el campo con un gorro o un pañuelo en la cabeza para protegerse del abrasador sol de la época. Cosechan pimientos, tomates, repollos, pepinos, lechugas, maíz, frijol y hierbas aromáticas cultivadas al aire libre.
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Una de las reclusas que forma parte del programa en plena labor agrícola en la granja penitenciaria de Izalco. Muchas de ellas esperan, que al salir libres puedan aplicar lo aprendido.
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Con una población de 6,5 millones de personas, El Salvador tiene 621.8 presos por cada 100,000 habitantes, según cifras de la la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC). Eso lo coloca como segundo país del mundo por población penitenciaria, en cifras relativas, según el informe World Prison Population List de 2018, de la University of London.
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La experiencia de Izalco busca que las mujeres privadas de libertad “aprendan técnicas (y) que al salir puedan ponerlas en práctica”, comenta Norma Osorio, una ingeniera agrónoma, que coordina el trabajo.
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