“Después de 17 años me reencuentro con el mar”: Hermana Carolina Un ensayo fotográfico muestra el reencuentro de sor Carolina con la costa salvadoreña tras 17 años de no ir por sus ocupaciones religiosas en Italia y Guatemala.
Por Jessica Orellana
2021-11-27 10:13:41
Mi hermana, Carolina Ventura, tiene 17 años de ser monja, de dedicar su vida a ayudar a otros. Primero en Italia y ahora en Guatemala. Debido a las ocupaciones de su vocación, solo nos comunicamos por redes sociales y en contadas ocasiones la visitamos en su lugar de residencia, o aprovechamos unos instantes para reunirnos cuando ella debe realizar trámites migratorios en el país. Esta vez, ella regresó a El Salvador por unos días, en el que logramos programar un viaje a la playa, ese litoral salvadoreño que mi hermana no había visto en 17 años. Foto EDH/ Jessica Orellana
Ir a la playa para mi hermana es muy difícil, pues cada orden religiosa tiene la costumbre de adoptar un hábito para el uso cotidiano. Mi hermana lleva consigo esa vestimenta que la distingue entre todos. Su cabeza cubierta lleva consigo un trato, un acto solemne que expresa la reverencia debida a la relación que ella tiene con Dios. Después de años de compromiso con su decisión, nada la detiene. Foto EDH/ Jessica Orellana
La hermana Carolina, como es conocida, se ha ganado el cariño de los pobladores de San Martín Jilotepeque, en Guatemala, por su gran labor. Es fundadora de la Comunidad Hijas de Cruz Redentora. Todos los días ella, junto a la hermana Kelly Avalos, cuidan a más de 20 personas entre ellos ancianos y discapacitados. Foto EDH/ Jessica Orellana
Un rosario de casi un metro de largo es parte del hábito que lleva consigo. Foto EDH/ Jessica Orellana
La medalla lleva el nombre de la congregación a la que pertenece. Foto EDH/ Jessica Orellana
Muchos me preguntan: “¿las religiosas van a la playa? ¿Se pueden bañar?”. Mi hermana disfrutó la compañía y la intimidad familiar para sentirse libre después de tantos años y el sentir la arena en sus pies ha sido para ella una satisfacción inigualable. Foto EDH/ Jessica Orellana
La hermana Carolina se decidió por la vida religiosa a los 18 años. Después de ese trascendental paso ha luchado por seguir ese duro camino. Foto EDH/ Jessica Orellana
Este año decidimos llevarla a la playa para un reencuentro que le permitió tener una intimidad con las aguas cálidas de la costa. Mi hermana no ha dejado de sonreír y agradecer por el paseo, ha disfrutado, tanto tiempo sin tocar sin sentir la arena y el mar en sus pies, comió pescado frito preparado por mi madre. Ese reencuentro le ha hecho pensar lo efímera que es la vida y cómo pasa el tiempo, sin darse cuenta los años han pasado. Foto EDH/ Jessica Orellana
Lo que más extraña de estar fuera del país es la gastronomía, un pescado frito fue parte del menú. Foto EDH/ Jessica Orellana
Estoy segura que con el camino escogido más puertas le esperan. Si me preguntan, soy la hermana más orgullosa y su fan número uno. Les comparto un poco de esa emoción de reencontrarse con el mar. Foto EDH/ Jessica Orellana