El rostro de los migrantes que huyen en busca de un futuro mejor

Decenas de migrantes centroamericanos se encuentran en México y albergues de Estados Unidos con el sueño de poder recibir asilo mientras huyen de la violencia, el desempleo, la pobreza y la corrupción en sus países de origen.

Por AFP

2019-01-11 3:00:54

Migrantes
Artemio, de 37 años y oriundo de Huehuetenango, Guatemala, posa con su hija Génesis, de 5 años, en Casa del Migrante, el refugio de migrantes más grande de Ciudad Juárez, México. “No teníamos dinero para pagar los boletos de autobús”, dijo sobre el viaje, “Gracias a Dios que hubo muchas personas que nos ayudaron en el camino”, explica. Gracias a la amabilidad de muchos mexicanos, lograron llegar a Juárez de manera segura. Trajo a su hija porque quier darle un mejor futuro mientras sus otros dos hijos aún están en Guatemala. Artemio y Génesis están escapando del crimen en su país de origen. Un año antes de llegar a Juárez, su hija Génesis fue atacada por criminales. Su espalda fue quemada después de ser rociada con gasolina. Artemio supone que los atacantes estaban drogados. Por miedo a las represalias, no los denunció a la policía aunque Génesis estuvo en el hospital durante un mes. “No me quería venir, pero por necesidad, uno tiene que venir”, dijo. “Estoy triste por mi familia, pero no hay manera de hacerlo.” Foto AFP/ Paul Ratje
Migrantes
Erdwin, de 50 años, de Mazatenango, Guatemala, posa con su hija Dulce, de 15 años, en la Casa del Migrante en Ciudad Juárez, México. En Guatemala, dirigía un negocio de venta de hortalizas y bambú en camiones, y realizaba entregas en zonas cercanas a Mazatenango. Hace aproximadamente un año, recibió una llamada telefónica de una persona desconocida diciéndole que dejara de vender sus productos en el área donde los transportaba. Terminó yendo al Ministerio Público, quien le dijo que siguiera trabajando y que todo estaría bien. Fue así durante aproximadamente un año, pero un mes antes de salir de Guatemala, una persona que le exigió 10,000 quetzales (alrededor de 1,000 USD) lo llamó nuevamente y le dijeron que dejara de vender sus productos. Después de recibir esta llamada, tomó la difícil decisión de dejar a su esposa, hija y suegra enferma para tratar de venir a los Estados Unidos. “Por vender algo, te quieren matar”, dijo hablando sobre su decisión de irse. “Decidí venir aquí. Aunque duele, duele mucho irse.” Foto AFP/ Paul RATJE
Migrantes
Fanny Mancia, de 26 años, junto a su hijo Anderson Rodríguez, de 7 años, de Siguatepeque, Honduras, dentro de la sala de la iglesia de la Basílica de San Albino en Mesilla, Nuevo México. “Sufrimos en el camino, durmiendo en la calle “, dijo sobre su viaje a través de México. “En migración, él lloraba y dormimos en el suelo”, explica. Fanny, que tiene seis meses de embarazo, no durmió bien durante su tiempo allí y su hijo se enfermó de gripe, por lo que fue trasladado al hospital. Decidieron venir a los Estados Unidos debido a la pobreza y los altos índices de criminalidad en su país. Dejó a su padre y al padre de sus hijos. Espera darles a sus hijos un mejor futuro y educación. Foto AFP/ Paul Ratje
Migrantes
Elvia Garay, de 39 años, de Puerto Cortés, Honduras, posa con su hija Jakeline, de 16 años, en Mesilla, Nuevo México. Elvia llegó a Estados Unidos con sus tres hijas, viajó por tres meses a través de México para llegar a la frontera entre Estados Unidos y México. La madre soltera sostenía a sus hijas con una venta de cocos y pan, haciendo solo lo suficiente para obtener el día a día. Su hija Jakeline siempre ha deseado ir a la escuela, sin embargo, Elvia no podía pagar la escuela en Honduras con lo que ganaba. Por eso ella y sus hijas decidieron viajar a Estados Unidos de la forma que pudieran. Pasaron tres meses en México, yendo de un lugar a otro, confiando en las donaciones para continuar su viaje. Fueron detenidas por la inmigración mexicana y pasaron 17 días detenidos allí. Después de ser liberadas, continuaron su viaje para llegar a la ciudad de Chihuahua. Finalmente, llegaron a la ciudad fronteriza de Ojinaga, Chihuahua, frente a Presidio, Texas, donde cruzaron el río pero fueron detenidos por la Patrulla Fronteriza de los Estados Unidos. Ahora esperan una respuesta de asilo. Foto AFP/ Paul Ratje
Migrantes
Gerbin, de 26 años, de Santa Bárbara, Honduras, posa con su hija, Annarut, de 10 años, en el salón de la iglesia de la Basílica de San Albino en Mesilla, Nuevo México. Los dos viajaron a través de México para escapar de la pobreza y los altos índices de criminalidad y para tener una vida mejor. (En Honduras) “No puedes llevar dinero porque te van a robar”, dijo. Recordó que le robaron todo después de trabajar un mes en una plantación de café hace unos años justo antes de Navidad. “Apenas tenía 7, 000 (Lempiras aproximadamente $300), y era una semana antes de Navidad, y me robaron, no hay manera de avanzar. Por estas razones, además de querer asegurar un futuro mejor para sus hijos, él y Annarut se fueron a los Estados Unidos. Explica que permanecieron cuatro días en detención migratoria después de llegar a la frontera de Estados Unidos antes de ser liberados y dejados en la Basílica de San Albino, donde recibieron comida, refugio y ropa. Foto AFP/ Paul Ratje
Migrantes
Ovidio, de 53 años, posa con su hija, Ingrid Maribel, de 12 años, en el salón de la iglesia de la Basílica de San Albino en Mesilla, Nuevo México. Proveniente de Chicaman en el departamento de El Quiché en Guatemala, los dos abandonaron su hogar y llegaron a la frontera de Estados Unidos después de 10 días de caminar y tomar autobuses a través de México. Al llegar a la frontera, pasaron dos noches en migración, donde dijo que las autoridades los habían tratado bien. En Guatemala, Ovidio tenía una tienda de tortillas pero recibió amenazas de extorsión varias veces. Relató un incidente en 2014 en el que fue atacado por asaltantes con un machete mientras cerraba el negocio. En otro incidente en 2017, una granada fue arrojada a su casa. Fue herido por partículas de la explosión. Ellos tiene toda la documentación para pedir asilo. Espera que algún día su esposa y sus siete hijos pueden viajar a Estados Unidos también. Foto AFP/ Paul Ratje
Migrantes
Ricardo Chub-Bo, de 40 años, y su hija Rosa Maria, de 14 años, del departamento de El Petén de Guatemala, posan afuera del salón de la iglesia de la Basílica de San Albino en Mesilla, Nuevo México. Ambos pasaron ocho días en detención migratoria y fueron liberados con un grupo de unos 20 inmigrantes centroamericanos en la Basílica de San Albino que les brindó ayuda. Ricardo originalmente cultivaba maíz en su ciudad natal. Sin embargo, los precios de los cultivos bajaron tanto que no le alcanzaba para su esposa y sus tres hijos. Por estas razones, y para proporcionarle a su hija una mejor educación, decidió ir a Estados Unidos. Ricardo no puede leer y ella no puede hablar español. Los dos se hablan en su lengua materna de K’iche ‘, una lengua maya que se habla en las tierras altas centrales de Guatemala. Foto AFP/ Paul Ratje
Migrantes
Alex, de 27 años, y su hijo Yori, de 9 años, del San Marcos en Guatemala, frente a la Basílica de San Albino en Mesilla, Nuevo México. Alex solía trabajar como productor de maíz en su país de origen, pero dice que el precio del maíz había disminuido tanto que ya no le alcanzaba para vivir. “En Guatemala no hay futuro ni educación. No podemos poner a los niños en la escuela porque no forma de conseguir dinero.” Después de pasar tres días en detención migratoria, pasaron una noche en San Albino con otros 20 inmigrantes. Foto AFP/ Paul Ratje
Migrantes
Jorge, de 26 años, de Huehuetenango, Guatemala, con su hija Lydia, de 4 años, posando en la Casa del Migrante en Ciudad Juárez, México. Jorge y su hija pasaron un mes viajando por México para llegar a la ciudad fronteriza de Ciudad Juárez, justo frente a El Paso, Texas. Jorge había optado por solicitar asilo de manera legal, esperando en la fila y tomando un número, escrito en su brazo con un marcador permanente. Él era el número 1404 y su hija el número 1405. A los dos se les permitió esperar en Casa del Migrante. El resto de la familia de Jorge todavía está en Guatemala. Su esposa y otros dos hijos. Miembros de pandillas locales lo asaltaron dos veces por no aceptar unirse a ellos. Las cicatrices del ataque todavía son visibles en su cabeza y detrás de su oreja. Temía que pronto sería blanco de ejecución si no se iba. “Si yo apareciera allí, existe la posibilidad de que me maten”, dijo sobre su situación. Jorge trabajó en la agricultura, cultivando maíz, que en Guatemala solo se puede cultivar una vez al año. Espera llevarse a su familia después. Foto/ Paul RATJE