Cientos de turistas nacionales y extranjeros llegaron hasta esta población para vivir de cerca esta candente y desafiante experiencia, la cual seguramente quedará marcada para siempre en sus memorias. Foto EDH / Jorge Reyes La calle principal de dicha localidad se convirtió en el “campo de batalla” donde dos bandos, compuesto mayoritariamente por jóvenes, se lanzaron bolas de fuegos unos a otros. Foto EDH / Jorge Reyes Algunas de esas bolas se desviaron de su trayecto asustando a varios espectadores. Foto: EDH / Jorge Reyes “Es emocionante vivir esta experiencia. Ya son tres años que voy viniendo a Nejapa y, gracias a Dios, nunca me han quemado; casi, pero nunca me han chamuscado”, comentó Arístides Calixto, quien llegó desde Santa Tecla con un grupo de amigos. Foto EDH / Jorge Reyes Por su parte, Yanira Merino, otra de las asistentes, expresó que dejó a un lado su miedo para vivir por primera vez esta experiencia Foto EDH / Jorge Reyes “No lo voy a negar, pero tengo miedo que me caiga una bola. Vine preparada con gorra, jeans y camisa manga larga. Es superemocionante”, comentó. Foto EDH / Jorge Reyes Foto EDH / Jorge Reyes Este festival es uno de los eventos más emocionantes de El Salvador, con profundas raíces culturales y una historia fascinante. Se celebra cada 31 de agosto en esta ciudad situada a unos 25 kilómetros al norte de San Salvador. Foto EDH / Jorge Reyes En este festival los participantes se lanzan bolas de fuego, haciendo honor a un ritual que tiene más de 100 años de antigüedad. Foto EDH / Jorge Reyes El origen de la festividad se remonta al año 1658, cuando, según la leyenda, el volcán de El Playón hizo erupción, obligando a los habitantes de Nejapa a huir de sus tierras. Foto EDH / Jorge Reyes De a cuerdo a la creencia popular, San Jerónimo, el santo patrón del pueblo, intervino para proteger a la comunidad, y las bolas de fuego representan el poder divino que él utilizó para combatir el desastre natural. Foto EDH / Jorge Reyes Otra versión sostiene que las bolas de fuego simbolizan la lucha entre el bien y el mal, con el fuego representando la purificación y la protección contra los malos espíritus. Foto EDH / Jorge Reyes Sea cual sea la interpretación, esta actividad es un claro ejemplo de la mezcla de tradiciones prehispánicas y cristianas que caracteriza muchas de las festividades en América Latina. Foto EDH / Jorge Reyes

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