Longyearbyen, la ciudad donde está prohibido morir

El asentamiento noruego tiene una importante razón para que sus habitantes nunca mueran en sus 242.86 km². ¡Tienes que averiguar por qué!

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elsalvador.com

Por elsalvador.com

2018-04-12 6:12:39

La muerte es parte de la vida. Y los protocolos para despedir a un ser amado son tan distintos alrededor del mundo que algunos podrían parecernos extremos y excéntricos. El asentamiento de Longyearbyen, situado en el oceáno Glacial Ártico y perteneciente a Noruega, es uno de ellos: ninguno de sus habitantes puede morir en sus 242.86 kilómetros cuadrados. Está prohibido.

Y es una ley. En 1950, el gobierno implementó la medida a raíz de una sorprendente investigación. Las temperaturas de Longyearbyen “son tan bajas que impiden que los cadáveres se descompongan”, según los científicos.

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De acuerdo con el portal web argentino Clarín, un grupo de científicos exhumó, en 1998, algunos cuerpos de marineros y descubrió en ellos “cepas de la célebre gripe española de 1918, una pandemia que diezmó Europa”. Para evitar que los virus se propaguen y vuelvan a desarrollarse (y desatar una catástrofe sanitaria), nadie puede morir en Longyearbyen.

De esta manera, el pequeño cementerio local dejó de enterrar a los recién llegados habitantes, y de eso ya hace 68 años. Sin embargo, la ley sí permite que los cuerpos sean cremados y sus cenizas pueden ser esparcidas por la tierra que los vio nacer o acogió.

Cuando alguien enferma en este lejano y ártico asentamiento debe ser trasladado a Oslo, la capital de Noruega. El trayecto dura alrededor de tres horas y en ese lapso, los enfermos “pueden recuperarse o morir”.

Aunque la geografía de Longyearbyen sea desafiante (su máxima temperatura es de 46° C.) hay más de 2,000 habitantes, quienes deben migrar —temporalmente— para morir en paz.