Bola de grasa: de la cloaca al Museo de Londres

El museo tiene tanta confianza en su atractivo que ha producido una cantidad de mercaderí­a para vender, desde playeras hasta un helado de chocolate

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elsalvador.com

Por AP

2018-02-08 10:40:29

La nueva exhibición en el Museo de Londres es grasienta y hedionda… y permite echar un vistazo al revés oculto de la vida urbana.

El museo presentó el jueves el último resto de una bola de grasa de 130 toneladas de peso extraí­da de una cloaca urbana el año pasado.

Los trabajadores con sus mangueras de alta presión tardaron nueve semanas en desalojar la masa de 250 metros de largo de aceite, grasa, pañales y servilletas del subsuelo de Whitechapel, en el este de la ciudad.

Foto: EFE

El museo ha conservado con amoroso cuidado un trozo del tamaño de una caja de zapatos, que un empleado compara, por su consistencia, con una combinación de queso parmesano y roca lunar. Al mirarla de cerca, aparecen pequeñas moscas. Tres cajas transparentes, una dentro de otra, protegen a los espectadores de bacterias posiblemente letales y del hedor nauseabundo.

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Uno de los rescatistas dijo que el menor estaba avergonzado, pero ileso. La máquina sufrió daños menores

La curadora Vyki Sparkes dice que olí­a como un pañal usado “que olvidaste en alguna parte y encontraste semanas después”. Pero luego el olor se redujo al de un “sótano victoriano húmedo”.

“Es repugnante y fascinante”??, dijo. “Por eso es tan extraordinario trabajar con esto: impacta a la gente”.

El museo ha titulado la muestra “Fatberg!”??, combinando “fat” (grasa) con “berg” (témpano). El término, inventado por los trabajadores de las cloacas londinenses, ingresó en 2015 al Oxford English Dictionary, considerado la autoridad de hecho del idioma inglés.

Foto: EFE

El museo tanta confianza en su atractivo que ha producido una cantidad de mercaderí­a para vender, desde playeras hasta un helado de chocolate fatberg.

Las bolas de grasa, una amenaza creciente en las grandes ciudades del mundo, siguen siendo objetos misteriosos.

“Nadie las entiende bien, cómo se forman, con cuánta rapidez, qué son”, dijo Sparkes.