Infidelidad: ¿Qué es mejor, la venganza o aprender a perdonar?

Vale la pena preguntarse si la venganza puede traer paz y calmar el dolor. Lograr la paz interior es algo difícil de obtener en tiempos de incertidumbre y dolor, pero al final este debe ser el objetivo.

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Por Myrna del Carmen Flores / Familias.com

2016-04-28 8:00:00

Lorena lo decidió en el mismo instante que descubrió el engaño. Comenzó a intuir la traición tiempo atrás, cuando su esposo se llenó de excusas para explicar sus constantes ausencias. 

Pero eso fue solo un detalle, lo que la hizo dudar de una manera más insistente, fueron los cambios en su trato hacia ella, las críticas constantes, el desinterés y el alejamiento físico. 

Esto fue lo que le dio la clave para estar alerta. Enfrentar la verdad Lo más difícil para ella, fue pasar de la sospecha a la certeza. ¿Qué hacer? Enfrentarlo, callar, separarse, perdonar. Todas esas ideas cruzaron por su mente de manera intermitente, pero la idea que quedó fija, fue la de la venganza. Sabía que de forma independiente a lo que pasara, ella haría lo mismo que él hizo: sustituirle. 

Decidió enfrentarlo y separarse de él. Sin embargo, el saberse descubierto lejos de alentarlo a irse, lo hizo recapacitar y pedir perdón. Aunque ella decidió continuar, no estaba dispuesta a olvidar de una manera fácil. Fue por eso que consideró que lo único que borraría los sentimientos de derrota, humillación y frustración que le había dejado el engaño, era la venganza. 

Planear la venganza

 Pasaron un par de meses antes que encontrara el momento, el valor y la persona que consideró adecuada para hacerlo. Fue algo totalmente planeado, incluso imaginó la forma en que se lo diría. Deseaba que su esposo viviera en carne propia todo el dolor que un engaño puede causar. Sin embargo, hacerlo no le otorgó el alivio imaginado: muy al contrario, le dejo un vacío y un sentimiento de derrota. 

Esa noche llegó a casa con la culpa a flor de piel, entró a casa en forma lenta, sin estar segura de lo que haría. Comenzó a dudar si lo diría o no; tal vez el simple hecho de haber perpetrado su venganza podría resolver su conflicto con el perdón y el olvido. Arrepentimiento.

 Entró despacio, su esposo preparaba la cena junto a sus dos pequeñas hijas, quienes reían entre verduras, pan y galletas compartidas. Al sentir su presencia, observó la mirada llena de amor de su esposo, la felicidad dentro de las risas de sus pequeñas y la hermosa familia que había lastimado. 

Al observar esa escena, de forma repentina y sin justificar, comprendió el alejamiento que antes había surgido en su matrimonio. El poco esmero que ambos habían invertido en esa unión. Algo que ahora él deseaba recuperar de una forma sincera, y que ella no había estado dispuesta a hacer, a pesar de haber decidido continuar. 

De la misma manera, comprendió que no solo había lastimado a su familia, sino que había dañado a la persona más importante de su vida: ella misma. Se había traicionado a sí misma, sus principios, su cuerpo, sus valores. El poder del perdón verdadero Pudo haber perdonado de una forma auténtica, como aquella vieja frase que escuchó alguna vez: “El perdón llega cuando los recuerdos no hacen daño”. 

El perdón real, es el que libera el alma del dolor. Es una acción que, al otorgarse, también se recibe. O pudo decidir perdonarlo sin seguir juntos. Aceptar lo bueno que vivió en su relación y dejarle ir, como una manera de respetar la libertad de cada individuo. Sin un afán de posesión absoluta. Sin embargo, optó por quedarse, y al mismo tiempo dañar aún más una relación que pudo haber surgido de las cenizas, como la leyenda del águila, que debe deshacerse de sus alas para poder renovarse.

 Enfrentar las consecuencias Tuvo que confesarlo. Pero, contrario al afán de causar dolor que había planeado, la confesión se dio por la culpa, que le pesaba demasiado. Recordó entonces las palabras de su esposo después de que él le pidiera perdón a ella: “Daría lo que fuera por que tus ojos me miraran de la misma manera que lo hacían antes. Hay algo en tu mirada que ha cambiado”. Ahora era la mirada de su esposo la que había cambiado. 

Ahora era ella quien deseaba borrar los hechos, con tal de volver a sentir la mirada de amor, confianza y admiración que existía en los ojos de ese hombre quien, junto a ella, ahora lucha por recomponer los pedazos rotos de un matrimonio que solo se sostiene por el amor. Pero por un amor dañado en demasía, que tal vez no sobreviva a sus heridas. Solo el tiempo lo dirá. Muy tarde, pero Lorena comprendió al fin que la venganza no puede traer paz, y sí mucho dolor. 

La paz interior solo se logra cuando nos liberamos de la pesada carga que es el rencor, el cual le hace más daño a quien lo alimenta.