Tras las acusaciones, la Asociación de la Orquesta de Filadelfia ha cancelado la actuación del tenor prevista para el 18 de septiembre.
Los testimonios de las acusadoras muestran patrones muy similares de comportamiento, en los que Domingo las contactó de forma persistente _a menudo llamándolas repetidas veces a sus casas por la noche_, expresó interés en sus carreras y las instó a reunirse con él en privado con el pretexto de ofrecerles consejo profesional.
Ninguna de ellas pudo ofrecer documentación como mensajes telefónicos, pero la AP habló con muchos colegas y amigos en los que habían confiado. Además, la AP verificó de forma independiente que las mujeres trabajaron donde dijeron y que Domingo coincidió con ellas en esos lugares.
Dos de las mujeres dijeron haber cedido brevemente a las proposiciones de Domingo al creer que no podían poner en peligro sus carreras rechazando al hombre más poderoso de su profesión.
Una de ellas dijo que tuvo relaciones sexuales con él dos veces, incluida una en el hotel Biltmore de Los Ángeles.
Cuando Domingo se fue para una actuación, señaló la mujer, dejó 10 dólares en la mesilla de noche y dijo No quiero que te sientas como una prostituta, pero tampoco quiero que tengas que pagar por el estacionamiento.
Muchas de las acusadoras dijeron que muchos colegas les advirtieron en repetidas ocasiones que no estuvieran nunca a solas con Domingo, ni siquiera en un elevador. Si lo acompañaban a almorzar o cenar, lo hicieran en un sitio público y se abstuvieran de consumir alcohol.
Varias dijeron haber tomado medidas extremas para evitar a Domingo, como dejar de usar el baño más cercano a su oficina, pedir a colegas que permanecieran junto a ellas mientras trabajaban y no responder llamadas a sus casas.
La bailarina llamaba su técnica para evitar al cantante “un amague, una risita y te vas”, y una soprano la etiquetó como “andar en la cuerda floja”.
“¿Voy a ser su blanco o no?”
Otra mezzosoprano que está entre las acusadoras tenía 23 años y cantaba en el coro de la Ópera de Los Ángeles cuando conoció al superastro en 1988.
Durante un ensayo de “Los cuentos de Hoffman”, fue seleccionada para besar a Domingo en la escena de una orgía. Dijo que recuerda haberse limpiado la saliva del cantante de la cara tras un torpe beso húmedo y que él le susurró: Desearía que no estuviéramos en el escenario
Luego de ese incidente, Domingo empezó a llamarla a casa a menudo, aunque ella no le había dado su número. Le dijo que era una cantante talentosa con un futuro prometedor y que quería ayudarla.
“Yo aún no había comenzado mi carrera. Me sentí completamente halagada. Y anonadada. Y emocionada”, contó. “Entonces se tornó más aterrador”.
Decía cosas como: Ven a mi apartamento. Cantaremos unas arias. Te asesoraré. Me encantaría escuchar lo que puedes hacer para una audición, dijo.
Durante los tres años siguientes, señalo, él la hizo sentir incómoda por sus muestras de afecto, rodeando su cintura con el brazo o besándola en la mejilla demasiado cerca de la boca. Conocía la clave para entrar a su camerino y lo hacía sin invitación, dijo, con lo que ella supuso que pretendía verla sin ropa.
Domingo era un asesor artístico de la Ópera de Los Ángelels en los 80 cuando alcanzó el estrellato global. La revista Newsweek lo apodó “El Rey de la Ópera” en un reportaje de 1982 y apareció en programas de televisión populares como “Sesame Street”, donde un personaje, Plácido Flamingo, fue nombrado en su honor. Su colaboración con los “Tres Tenores”, junto al difunto Luciano Pavarotti y José Carreras, produjo la grabación clásica más vendida de todos los tiempos.
En vez de ofender a Domingo y arriesgar futuros empleos, la mezzosoprano dijo que se esforzó por evitar quedarse a solas con él al tiempo que evitaba que se sintiera insultado. Pero él no captó la indirecta, dijo la cantante, y reanudó sus intentos inoportunos cada vez que volvía a Los Ángeles.
Una noche, dijo, aceptó reunirse con Domingo alrededor de las 11 de la noche y entonces tuve todo un ataque de pánico. Me puse como loca, y dejé de contestar al teléfono. Él llenó el contestador, llamándome hasta las 3:30 de la mañana.
Dijo que no reportó su conducta porque “eso sencillamente no se hacía” y también temía que cualquier tropiezo arruinaría la carrera de ella.
Cantantes y administradores “sonreían y se encogían de hombros”, dijo. “Todos me veían corriendo para evitarlo y se reían. Así lidiaban todos con Plácido”.
Una persona que trabaja entre bambalinas dijo que muchos sentían que Domingo perseguía a la mezzosoprano “de una manera que ella no quería. Todos éramos conscientes de eso”. Y un cantante y amigo dijo a la AP que recuerda que la cantante le pidió su consejo para navegar la situación.
La mezzosoprano dijo que cada vez que el astro volvía a Los Ángeles tenía que prepararse psicológicamente. “Solía prepararme cuando él estaba en la ciudad, pensando, ¿Voy a ser su blanco o no? ¿Qué voy a decirle cuando me invite otra vez? ¿Cómo me voy a salir de esto?"”
En 1991, dijo, finalmente cedí y dormí con él. Se me acabaron las excusas. Fue como OK, supongo que esto es lo que tengo que hacer.
La mujer dijo que tuvo relaciones sexuales con Domingo en dos ocasiones, una en el apartamento de él en Los Ángeles y otra en el hotel Biltmore, donde él dejó el dinero en la mesilla.
Dijo que el superastro mencionó su “superstición de que tenía que estar con una mujer antes de un espectáculo” para relajarse y calmar sus nervios.
“Cantaré mejor, y todo será gracias a ti”, contó que él le dijo antes de dejarle los 10 dólares para el estacionamiento.
Ella cortó el contacto físico tras el segundo encuentro, una decisión que está segura le costó su carrera con la Ópera de Los Ángeles.
“No tengo una pistola humeante”, dijo, pero “para alguien que llamaba y trataba de verme cada año, cada vez que estaba en la ciudad, el que nunca me haya vuelto a contactar ni contratado es bastante conveniente”.
¿Cómo decirle no a Dios?
Otra joven cantante en la Opera de Los Ángeles, donde Domingo había sido designado como nuevo director artístico, dijo que empezó a llamarla a su casa inmediatamente después de conocerla en un ensayo en 1988.
Decía “Voy a hablarte como el futuro director artístico de la compañía y hablaba de posibles papeles”, comentó.
Entonces bajaba el tono de voz y decía “Ahora voy a hablarte como Plácido, y le pedía que se quedara con él para beber algo, para ver una película, para ir a su apartamento para que él pudiera prepararle un desayuno.
Durante una de sus frecuentes visitas al camerino de ella, Domingo admiró su ropa, se inclinó para besarla en las mejillas y colocó una mano en un lateral de su pecho, recordó.
La cantante, que tenía 27 años y estaba empezando su carrera, dijo haberse sentido atrapada.
Estaba totalmente intimidada y sentí que decirle no a él sería como decirle no a Dios. ¿Cómo le dices que no a Dios?, dijo.
Las llamadas continuaron, y ella dejó de coger el teléfono. En persona le daba excusas, señaló. Estaba ocupada, estaba cansada, estaba casada. Al final, se rindió a una sensación de catástrofe inminente, de que no iba a tener una carrera en la ópera si no cedía.
Dijo haber ido a su apartamento, donde practicaron tocamientos y manoseos.
En los días y semanas posteriores, señaló, Domingo la llamó muchas veces. Me sentí como una presa. Me sentí como si me estuviera cazando, dijo.
La cantante dijo que una vez Domingo tomó el control de las decisiones de reparto en la Ópera de Los Á??ngeles en 2000, nunca volvió a contratarla.
Otra cantante que trabajaba en Los Ángeles a mediados de la década de 2000 dijo a AP que ya conocía la reputación de Domingo cuando mostró un gran interés en su carrera, y se aseguró de tener siempre una excusa para marcharse justo después de trabajar.
Sin embargo, una noche tras el ensayo la tomó por sorpresa al preguntarle si podía llevarle a casa, lo que le pareció ridículo. ¿Por qué no iba a tener Plácido Domingo cómo llegar a casa? Pero, ¿qué iba a hacer?.
En el auto, señaló, le puso la mano en la pierna, le dijo que estacionara cerca de su edificio y entonces se inclinó e intentó besarme??. La invitó a subir, lo que ella evitó diciendo que tenía otros planes.
Varias semanas más tarde, señaló, Domingo se le acercó una noche que sabía que tenía trabajo hasta tarde y la invitó a su apartamento para repasar un aria.
Ella fue, señaló, porque sentí que había alargado esto y le había evitado durante seis semanas, y es Plácido, y es mi jefe y me está ofreciendo trabajar conmigo en este papel.
Tras servir dos copas de vino, señaló, se sentó en el piano de cola y sí que cantamos esa aria, y trabajamos en ella. Y me dio consejos y me hizo muchos elogios.
Pero entonces, señaló, Cuando terminamos, se puso de pie y metió la mano en mi falda, y ahí fue cuando tuve que salir de ahí.
Me fui a casa y estaba aterrada de volver a trabajar, dijo. Estuve paralizada de terror todo ese contrato.
Desde entonces ha cantado en la Ópera Metropolitana de Nueva York, la Ópera de San Francisco y otros lugares, pero nunca ha vuelto a ser contratada para cantar en la Ópera de Los Ángeles o con Domingo.
En la Ópera de Washington, donde Domingo fue director artístico y después director general durante 15 años, la mezzosoprano Patricia Wulf dijo que el astro le susurraba la misma pregunta noche tras noche.
Cada vez que bajaba del escenario, estaba entre bambalinas esperándome, dijo. Se pegaba a mí, todo lo cerca que podía, ponía su cara directamente junto a la mía, bajaba el tono de voz y decía, Patricia, ¿tienes que irte a casa esta noche?.
Ella le rechazaba, pero Domingo no cesaba en sus proposiciones, señaló.
Llegó un momento, dijo Wulf, en el que intentaba esconderse de él tras un pilar. También se escondía en su camerino y asomaba la cabeza para asegurarse de que no estaba en el pasillo para marcharse.
En cuando te apartas y sales, piensas ¿Acabo de arruinar mi carrera? y así fue durante toda la producción.
Una bailarina que trabajó con el astro en varias ciudades dijo que de forma intermitente durante aproximadamente diez años en la década de 1990, recibió llamadas insinuantes de Domingo, que dejaba explícitos mensaje que ella escuchaba perpleja con su marido.
Domingo le pedía que quedara con él en lugares como su habitación de hotel. Ella dijo que solo se reunió con él para comer, siempre planteado como una comida de trabajo. Sin embargo, señaló, las manos de Domingo acaban en su rodilla, o la tomaba de la mano, o la besaba en la mejilla de una forma que la hacía sentir incómoda.
La bailarina dijo que solía comentar el tema con su esposo, preguntándose: ¿Entiende el riesgo en el que me pone, que podría arruinar mi matrimonio, arruinar mi trabajo?.
Cuando trabajas para el hombre más poderoso en la ópera, intentas seguirle el juego, dijo.
Una tarde, cuando trabajaban juntos en la Ópera de Washington, Domingo le pidió que comiera con él en el restaurante de su hotel para hablar de trabajo, señaló. Al terminar la comida, dijo que tenía que pasar por su habitación antes de que fueran caminando al ensayo.
Me llevó a su habitación, se suponía que para coger sus cosas, y me invitó a entrar, dijo. Y empezó a abrazarme y besarme.
Ella dijo que le apartó e insistió en que tenía que llegar al ensayo.
Cuando estuvo claro que no iba a acostarme con él, simplemente me acompañó al ascensor y volvió a su habitación, dijo. Se abrieron las puertas del ascensor y me derrumbé. Simplemente me quedé en el suelo del ascensor, sudando sin parar.
Un exadministrador de ópera dijo haber sabido durante años que Domingo estaba persiguiendo constantemente a la bailarina. Y un director amigo de la artista dijo que recordaba cómo después de decirle no a Domingo, se vio apartada durante varios años.
Tras el incidente en el hotel, la bailarina dijo que no trabajó con el astro en varios años.
Hubo años en los que estaba destrozada por eso y asustada de que no volverían a contratarme, dijo la bailarina. Al final, señaló, volví a tener su visto bueno.
Lo que hizo está mal, dijo. Utilizó su poder, acechó a mujeres, puso a mujeres en posiciones vulnerables. Hay gente que se ha quedado fuera del negocio y se ha visto expulsada solo por someterse o no someterse a él.