La carismática conductora de “Buena Onda”, Florencia Landaverde, utilizó su cuenta de Tiktok para contar una de las experiencias que nunca olvidará.
No se trata de un suceso reciente, más bien de cuando era una niña de seis años. Su relato es de la vez que se perdió en el Cementerio de los Ilustres de San Salvador.
“Mi abuela tenía que ir a un entierro, pero mi mamá y yo nos quedamos en el carro”, inició su anécdota. Para no quedarse solo ahí decidió entrar al cementerio a explorar. “Como niña inquieta le dije ‘mami, voy a ir a ver las tumbas’. Yo no sé en la mente de qué niño cabe ir a dar una vuelta al cementerio”, agregó. De todos modos lo hizo y partió sola a conocer el campo santo. “Los salvadoreños saben, es un cementerio grande, donde están enterradas varias personalidades famosas del país, hacen necroturismo y se cuentan unas historias que ahí es feo. El ambiente es horrible, lúgubre, hay estatuas”, mencionó.
En su lógica de niña decidió que para encontrar la salida se fijaría en una banca y caminaría derecho. “Caminé, caminé y caminé pendiente de la bendita banca y decía ‘ok, no me voy a perder porque estoy viendo la banca’ y en eso empecé a ver una banca al lado izquierdo, otra al lado derecho, al otro lado y me confundí”, expresó.
Subrayó que no tenía miedo, pero “mi aflicción era que mi mamá se iba a ir y me iba a dejar olvidada en el cementerio”, añadió. Persiguiendo su lógica determinó que para encontrar la salida recorrería el cementerio por todo el paredón que daría a alguna puerta. “Lo que no sabía es que en vez de salir yo iba hacia adelante y me iba metiendo más”. Empezó a correr, tenía miedo y puso atención en los detalles: ángeles y figuras.
“Y mientras Florcita corría con todas sus fuerzas ¡zas! que se cae y se hace un raspón increíble en su rodillita o en la chimpinilla y estaba desangrada. Había perdido el control de todo, no sabía si mi mamá me había dejado, si un muerto se iba a levantar y me iba a jalar las patas y como iba corriendo sin dirección ni rumbo alguno, encontré a mi abuela”, recordó.
“Alcancé a ver aquella cabecita blanca. Me acuerdo muy bien que grité ¡abuelita! y toda la gente que estaba en el entierro volvió a ver”, dijo. Según contó, muchos pensaron que ella estaba llorando por el difunto, que le había sucedido algo peligroso o la habían asaltado. “Al final regresamos al carro, mi madre se burló de mi y esa es mi triste historia”, finalizó.
El cementerio de los Ilustres data de 1849 y contiene más de 400 tumbas que pertenecieron a importantes familias de El Salvador. Las esculturas y estatuas fueron creadas por habilidosos artistas y escultores nacionales y europeos que trabajaron mucho el mármol.
La Asamblea Legislativa dictaminó en 1913 llamarle “Panteón de los grandes hombres”. Ahí descansan, por ejemplo, los restos de varios expresidentes de la república como Gerardo Barrios, también distinguidos escritores como Alfredo Espino y Claudia Lars.