“De niña me hacían bullying por mi voz”: Aída Mancía, la icónica y respetada maestra de ceremonias de El Salvador

La reconocida locutora salvadoreña revela aspectos de su vida, incluyendo detalles de su niñez, de su paso por el teatro y la televisión, su pasión por la radio y, por su puesto, su trabajo como profesional del ceremonial diplomático.

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Doña Aída Mancía posee una voz inigualable. Su profesionalismo y carácter afable la han llevado a ganar la admiración y respeto de los salvadoreños. Foto EDH / Osmín Monge

Por Osmín Monge

2021-05-05 9:44:49

Sin lugar a dudas, una voz que identifica a El Salvador es la de Aída Mancía, la famosa locutora de Radio El Mundo y maestra de ceremonia oficial de distintas administraciones de gobierno.

Su voz grave e inconfundible ha sido escuchada infinidad de veces a través del dial y en muchos actos protocolarios de distintos periodos gubernamentales, incluyendo tomas de posesión de mandatarios, reuniones con diplomáticos y cumbres presidenciales.

Doña Aída ha sido maestra de ceremonia de actos oficiales durante 27 años. Foto: Corrtesía Aída Mancía

Tras 40 años continuos trabajando en esa radio y luego de desempeñarse como experta en el ceremonial diplomático durante 27 años, Aída se siente plena y agradecida con Dios por todas las oportunidades que se le han presentado en su vida.

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“Hubo puertas que se me abrieron y otras que se me cerraron; no todo ha sido color de rosa, pero le agradezco a Dios por todo lo que me ha dado”, expresó Aída en una reciente conversación con elsalvador.com.

En dicha entrevista, la profesional de la comunicación, amante de la actuación y docente, de 67 años, manifestó que sigue activa en Radio El Mundo y que en la actualidad se desempeña como maestra de ceremonias en Cancillería.

Doña Aída revela algunos aspectos de su vida, incluyendo cómo fue su niñez, su rol de estudiante, su paso por el teatro y la televisión, su pasión por la radio y, por su puesto, su trabajo como monitora de ceremonias.locut

¿Dónde nació? ¿Cómo fue su niñez?

Soy una santaneca de nacimiento y de corazón. Nací en la ciudad más bella, la “Sucursal del cielo”. Amo a mi Santa Ana, nunca la olvido.

De niña jugaba cuerda, jack, ladrón librado… fui una niña normal, que nunca imaginaba lo que Dios tenía preparado en mi vida.

Por las circunstancias ajenas a mi voluntad nos tuvimos que venir para San Salvador. Aquí empieza mi historia comunicacional. A San Salvador vine a cumplir mis 15 años.

Aída está agradecida con lo que Dios le ha brindado. Foto EDH / Osmín Monge

¿Dónde estudió en Santa Ana?

En una escuela, una anexa al colegio La Asunción. Creo que todavía existe esa escuelita, la Santa Familia. Eso me llena de orgullo, porque ahí se cimentaron mis valores y principios. Siento que fue una formación integral la que tuve, ya que era otro mundo.

En San Salvador estudié bachillerato en el Instituto Obrero José Celestino Castro, que quedaba por la Avenida Cuscatlán, en el centro de la capital.

Con mi hermana, en la escuela participábamos en veladas y en actos; pero, sentía como que no destacaba. En ese momento no había descubierto mis cualidades. En San Salvador vine a descubrir mi gusto por la actuación. Esto me marcó para toda la vida.

¿Qué recuerdos guarda de su paso por ese Instituto?

Me dio la entrada al medio teatral. Cuando cursé ‘el séptimo’ me enteré que estaban formando un grupo de teatro. Me interesé mucho. Dijeron que los ensayos serían a la 11 de la mañana y a esa hora yo tenía clases de química y física, que para mí no eran tan bonitas. Nos dijeron que los que participáramos a esa hora en los ensayos nos harían una evaluación pequeña para darnos la oportunidad de ejercer nuestras cualidades histriónicas. Y así me metí al teatro. Así fue mi inicio; ahí fue donde Dios me abrió las puertas para ejercer mi carrera, sin saber que me esperaba tanto y que Dios me tenía un abanico de oportunidades tan grandioso.

“A la luz de la luna” fue la primera obra de teatro en la que participé. Luego, en el mismo instituto participé en una obra llamada “Ante la muerte”, de Strindberg (August). Gracias a esa obra gané una beca para estudiar Bachillerato en Artes, con especialidad en teatro; soy de la primera promoción.

Aída en su graduación de bachillerato. Foto: Cortesía Aida Mancía

¿Qué nos puede decir de esa experiencia?

Tuve la suerte de tener excelentes maestros. Creo que fuimos seleccionados por Dios para tener buenos profesores. Ahí tuve un excelente maestro de dicción, don Ernesto Mérida.

Se nos exigía mucho. En segundo año tuvimos siempre el auspicio del Ministerio de Educación. Tuve grandes maestros, entre ellos Roberto Salomón y los hermanos Malonda, de España. Tuvimos ese bagaje de conocimientos.

¿Qué pasó al graduarse de Bachillerato en Artes?

He ahí el gran dilema. Mi hermano mayor me decía: “¿qué vas a estudiar?” y “del teatro no vas a vivir”. Sin embargo, sí se nos reconocía (económicamente) cuando teníamos alguna temporada, pero sentía que el tema de las comunicaciones era el que siempre andaba en mi mente jugando. No había escuela de comunicaciones en mis tiempos, pero sí existía la carrera de periodismo. Y me metí a la Universidad de El Salvador.

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El periodismo me ha ayudado muchísimo en el rol que actualmente desempeño, porque también hay que saber redactar, hilar ideas… Eso abonó mucho en mi carrera.

¿Y luego incursionó en la televisión?

Fue en 1972, en el programa “Ría, juegue y gane”, con Willie Maldonado. Yo no solo era modelo, a mí se me dio la conducción de una sección que se llamaba “El gran premio”, era una sección de cultura general. Esa experiencia en mi vida me dio un poco más de seguridad. Fue un espacio tan exquisito, lo saboreé tanto, aprendí mucho. La conducción de ese programa me dejó una gran escuela, la de Willie Maldonado.

En la década de los 70, Aída fue modelo y conductora del programa "Ríe, juegue y gane" junto a Willie Maldonado. Foto: Cortesía Aída Mancía

¿Cómo siguió su rumbo en la rama de la comunicación?

Tuve la oportunidad de incursionar en la radio. Una de las emisoras que mucho quiero es Radio El Mundo, que es como si segunda familia. Gracias a mi trabajo en este medio, en 1994 fui llamada por Francisco Imendia a trabajar en Casa Presidencial como maestra de ceremonias. Me dijo “vamos a ir palpando si cabes dentro de lo que aquí se necesita. Aquí, toda la vida han sido maestros de ceremonia (hombres); veremos qué efectos causas en la gente al ver que eres la maestra de ceremonias”. Y así me quedé en Casa Presidencial, hasta el año pasado que fui reubicada en Cancillería.

Gracias a Dios he tenido equipos de trabajos con los cuales me he sentido a gusto.

¿Cómo llegó a Radio El Mundo?

La radio es mi vida, es mi pasión. Cuando gané mi beca para estudiar actuación participé en un cuadro dramático salvadoreño. Gracias a esa experiencia me llamaron para Radio Teatro; ganaba 13 colones semanales por grabar radionovelas. Luego pasé para un noticiario, a la YSKL, luego a la YSU y después a Auto Radio. Luego, en 1972, fui a tocar puertas a Radio El Mundo y esta emisora se abrió para mí. Y desde ese día estoy ahí. Ya son 40 años de trabajar en este medio. Creo que, dentro del dial, una radio que sí cumple la función de informar, entretener y cultivar es Radio El Mundo. Es la única que transmite mensajes de hermandad y de espiritualidad. Creo que ese tipo de contenido formó mi vida. Escuchar y grabar esos mensajes me fue metiendo en un estado emocional de tranquilidad.

Aída, ¿siempre tuvo ese tono de voz? ¿Nunca le hicieron bullyng?

Claro que sí, me hacían bullyng por mi voz. Lo enfrentaba pidiendo auxilio. Y es que yo me oía normal, pero la gente escuchaba que hablaba raro.

Tuve que ir a un centro de audición y lenguaje para saber por qué mi voz era grave. Me pasaron con un otorrinolaringólogo que me dijo: “usted tiene una voz linda”. Yo quería tener una voz más fina y el doctor me dijo que con el timbre de voz nacemos y que no se puede cambiar.

Con el bullyng en bachillerato me sentía un poco aislada, pero nunca me hizo sentir menos. Un día me dijeron que mi voz es un don de Dios y ahora lo creo.

La radio es su pasión. Foto: Cortesía Aída Mancía

¿Qué se siente ser una de las voces más reconocidas de El Salvador?

Se siente bonito. Hay gente que al oírme hablar me identifica por la radio y otras personas me ubican por ser la locutora de los presidentes.

Usted se ha desempeñado como maestra de ceremonias durante varios gobiernos, ¿cuál ha sido la clave para mantenerse en cada administración?

Yo he conocido gente muy linda en todas las administraciones, pero eso no me ha motivado a afiliarme a ningún partido. Creo que para mí estas personas merecen respeto, y yo lo que doy es parte de lo poco que yo sé dentro de mi profesión como maestra de ceremonias. Donde Dios me ponga ahí tengo que florecer.

En cada administración encomiendo mi proyecto a Dios; si Él cree que es el momento de retirarme lo hará, no seré yo.

Foto EDH / Osmín Monge